Parte 1

5.9K 244 140
                                    

Caminaba sin prisa, con las manos metidas en los bolsillos, sentía que el frío me calaba hasta los huesos.  No había nieve, pero de cuando en cuando, un viento helado recorría las calles alborotándome el pelo y erizándome la piel pese a que llevaba un grueso abrigo negro.

Crucé la calle mirando para los dos lados casi por inercia, solo se veía venir un carruaje a lo lejos, que al igual que yo, no tenía prisa.

No sabía exactamente hacia donde me dirigía, solo quería encontrar un lugar que me permitiera despejar la mente y encontrarme con mis recuerdos.

Me detuve frente al Central Park, este era el lugar que estaba buscando.  Me interné poco a poco por el sendero marcado, donde había muy pocos transeúntes, casi podía escuchar el crujido de mis pasos sobre la gravilla. Respiré el aire frío con más satisfacción, sintiendo que estaba logrando mi objetivo: estar lejos de la gente, del ruido, del mundo. Ahora solo me faltaba descubrir una puerta mágica que me llevará al Colegio San Pablo para poder encontrarme con "ella".  Sonreí tristemente, al ver lo imposible de mis deseos. 

Que miserablemente solo me sentía.

Añoré como nunca a la Segunda Colina de Pony, como ella solía llamar a aquel lugar, que por mucho tiempo fue mi refugio, hasta que ella se lo apropió diciéndome que no podía fumar ahí porque era suyo. Sonreí de medio lado con estos recuerdos que eran los únicos que me quitaban la soledad. Me di cuenta que una pareja me miraba mientras se acercaba, entonces decidí tomar hacia mi derecha sin importarme que la hierva estuviera húmeda, eso era mejor que ver la cara de la gente que se cruzaba por mi camino.

Con pasos grandes me distancié del sendero rápidamente hasta sentirme completamente solo. Me detuve algo agitado por la caminata y levanté los ojos hacia el paisaje, ahí, frente a mi, estaba un árbol que se asemejaba al "padre árbol" que había conocido recientemente cuando visité el lugar que la había visto crecer, el Hogar de Pony, mi corazón se estremeció con aquel recuerdo.

Solo cuando estuve allí pude comprender porque ella tenía tanta alegría, tanto amor para dar, ese lugar transmitía un calor de hogar que nunca había sentido, ni en el más antiguo y fastuoso castillo de mi padre, ni en la elegante casa de mi madre.

Un suspiro se arrancó de mi pecho más fuerte de lo que esperaba y como si fuera un tren a toda velocidad pasaron por mi mente imágenes tristes de mi pasado.  Cerré los ojos tratando de quitármelas de encima, y al abrirlos volví a encontrarme con la majestuosidad de aquel árbol, y las imágenes se volvieron dulces, tiernas, divertidas.

Allí, estaba siempre ella, sonriendo, o colgada de los árboles, o hasta incluso molesta cuando le decía "tarzan pecosa". Que no daría por volverla a ver, por escuchar el eco de su voz, el timbre de su risa, aunque solo fuera por un instante.

Mis ojos se cerraron automáticamente y pude verla claramente con su uniforme blanco, sus delgadas piernas, sus rubios rizos tratando de escapar de ese par de coletas que luchaban por sujetarlos, su pequeña y fina nariz respingada de la que tantas veces me burlé y sobre todos sus pecas que fue el origen de todos sus apodos y de mi obsesión, y sus ojos, esas dos esmeraldas que se convirtieron en mis estrellas, en mi refugio.

Aún no logro comprender como ella, tan frágil algunas veces y tan valiente en otras, cambió mi vida, mi existencia; consiguió aplacar al rebelde que vivía en mí y sacó mi lado más tierno, dejándo atrás el triste pasado que me amargaba y en su lugar sembró ilusión, esperanza y amor.

Hubiera querido quedarme en el colegio, que no daría por regresar. Solté una triste carcajada.

¡Qué contradicción!

Antes odiaba aquel lugar, mi único propósito era descargar mi coraje contra todos esos niños ricos y sacar de quicio a la hermana Grey, que soportaba todas mis majaderías por las grandes donaciones de mi padre.

Rompiendo la DistanciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora