ADVERTENCIA: Este capítulo contiene escenas no aptas para menores de edad.
Subimos las escaleras con mucho cuidado de no hacer ruido, casi en puntillas como dos ladrones; habíamos ido a dejar a Albert en la estación con las justas, ahora él estaba camino a Chicago para enfrentar su nueva vida.
Habíamos salido del departamento siendo solo novios y ahora regresábamos como marido y mujer, era simplemente perfecto, ¿qué más podía pedir?, ¿nada?
Mentira, sabía que había algo más sin duda, la sola idea me hizo estremecer de arriba abajo con tanta fuerza que me quedé turbado por unos cuantos segundos, quería, mejor dicho, ansiaba que se quedara conmigo, pero no sabía cómo pedírselo, era mejor no hacerme ilusiones en algo tan descabellado.
Busqué las llaves en el bolsillo y las puse en la cerradura con relativa calma, fue entonces que una idea cruzó por mi mente, total ya era mi esposa y lo que pensaba hacer, era una tradición.
Empuñé la cerradura y abrí la puerta, Candy quiso entrar pero la detuve.
-Espera un poco – hablé en susurros.
-¿Qué haces Terry? – preguntó sorprendida en el mismo tono de voz mientras la levantaba en mis brazos para cruzar juntos el umbral.
Cerré la puerta a mis espaldas con un suave puntapié. La idea inicial, que ella se quedara, tomó fuerza con este contacto, la tenía en mis brazos y lo que menos quería, era dejarla y mucho menos para llevarla a un hotel. En eso habíamos quedado al regresar, que iríamos por su maleta al departamento para llevarla a un hotel. Pero ahora ya no la dejaría ir, por nada del mundo.
Quiso bajarse en cuanto cerré la puerta pero no la dejé, entonces se estiró un poco para encender la luz, mientras los dos soltábamos risillas nerviosas, por los movimientos algo torpes que teníamos en esa posición.
Cuando la luz llenó todo el lugar pude verla tan cerca de mí que estaba seguro que ella podía sentir el palpitar de mi corazón, ni siquiera me incomodaba tenerla en mis brazos, giré un par de veces como si fuera un carrusel mientras ella reía, aferrándose a mi cuello para que no la soltara.
Me detuve un poco para mirarla con amor, posesión, profundidad, mientras sus ojos me desvelaban un brillo que jamás había visto, pero que era opacado por la indecisión.
La puse suavemente en el suelo mientras sentía que su lejanía me helaba. Ella se arregló el vestido de inmediato con nerviosismo, esquivándome la mirada, pero era tarde, yo había visto el deseo en sus ojos.
El silencio de la noche nos envolvió, solo nuestra respiración era lo único que podíamos escuchar. Era imposible dejar de mirarla, necesitaba comprender cada uno de sus movimientos, precisaba tener una pista más certera que me decidiera a dar el siguiente paso.
Cada segundo que pasaba hacía que el deseo que me sofocaba se volviera más fuerte, no sabía cómo pedirle que se quedara conmigo la noche entera, que no se marchara, pero la amaba tanto que estaba seguro que era capaz de dejarla marchar si ese era su deseo.
Opté por no hablar, pero ella tampoco lo hacía, algo raro, pero muy estimulante.
Un paso me acercó a ella para tocarle el rostro con los dedos, este toque era diferente porque ahora tocaba a mi mujer y mi cuerpo lo sabía, cada neurona, cada poro, cada célula lo sabía.
Me incliné un poco, mientras sentía como ella se estremecía con este gesto. Mi nariz rozó sutilmente la suya y su aroma quemó mis sentidos, pero ahora fueron sus labios los que buscaron a los míos.
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Rompiendo la Distancia
FanfictionTerry está en Nueva York preparándose para la obra del Rey Lear y Candy, en lugar de ir a Chicago a estudiar enfermería va a Nueva York. Un encuentro temprano dará inicio a un amor incontenible... Basado en los personajes escritos e ilustrados por...