Parte 8

1.7K 127 82
                                    




Una función más había terminado con el público de  pie aplaudiendo con euforia. Los camerinos de aquel teatro no eran  distintos de las otras ciudades. Pequeños, con un espejo grande en el  pared y varios focos a su alrededor, con un biombo para cambiarse y una  silla para sentarse, mi traje se encontraba colgado en la percha para  evitar que se arrugara. Me cambié sin prisa, esperando inútilmente que  se fueran sin mí. Al poco rato tocaron la puerta para avisarme que  dentro de cinco minutos saldríamos todos.

Un  griterío ensordecedor e intimidante nos envolvió en cuanto salimos del  teatro, varios fotógrafos estaban disparando sus cámaras hacia nosotros,  y los flashes nos dejaban ciegos por segundos. Varios guardias nos  ayudaban a abrirnos paso entre la multitud que presionaba por acercarse a  nosotros. Tomé rápidamente el brazo de Susana que como siempre se  encontraba cerca de mí para ayudarla a subir al carruaje, mientras  saludaba con la otra a la gente que se avivaba con tan solo mover un  dedo. Esto era algo distinto, nunca me había sentido tan intimidado por  la multitud como ahora.

Ciertamente Los Ángeles  era una ciudad grande y por tanto con muchos habitantes, eso era lo que  la diferenciaba del resto, la cantidad de gente que había abarrotado las  taquillas para comprar un boleto.

La recepción en la casa del alcalde no distaba de las otras recepciones, buena música, buena comida y buena bebida.

Luego  de librarme como veinte veces de las constantes presentaciones e  invitaciones de gente desconocida, decidí beber una copa para entrar en  ambiente junto con James. La conversación con él siempre era la misma,  mujeres. Era un seductor sin duda y le gustaba jactarse de sus conquistas  en cada ciudad, pero prefería mil veces su conversación, al acoso  constante de las mujeres de la recepción.

-La  verdad Terry, ¿no sé cómo le haces para no salir con una mujer en cada  brazo? Si tan solo con mover un dedo caerían por ti unas cuantas,  empezando por algunas actrices que conozco – aseguró con mofa

-Sabes James, ese trabajo sucio te lo dejo a ti. – confirmé en el mismo tono

-Pobre de mi, soy el sacrificado

-Jajaja

Reíamos  animadamente, pero James enseguida fue atrapado por una mujer muy  lanzada que venía en mi caza y él, como buen amigo, se sacrificó por mí,  invitándola a bailar. Pobre, debía sufrir mucho con esto. Estaba riendo  para mis adentros, cuando una voz se empezó a dirigir a mi con un tono  que solo conocía en la realeza...

-¿No lo puedo  creer? El mismísimo hijo, del Duque de Grandchester, es el rey de  Francia de Shakespeare, ¿qué diría la reina si se enterara de esto?

-Regresé a ver cautelosamente, nadie, mejor dicho, casi nadie en América sabían del linaje de mi padre.

Ahí,  frente a mí estaba una mujer hermosa, con unos rizos rubios que caían  en cascada por su rostro. Ojos azules como el cielo, cejas delineadas a  la perfección, unos labios de tentación, un escultural cuerpo y una  postura digna de una reina, mi mente trataba de recordar aquel rostro  que estaba seguro conocía aunque no con los dotes que le había dado la  juventud. Poco a poco pude reconocer en sus rasgos aristocráticos a una  niña que había conocido en mi niñez

-¿Y que hace la hija del Duque de Barns, en la reunión de un plebeyo?

-Ya  ves, mi querido Terruce, el destino ha querido unirnos de nuevo en una  reunión tan poco digna de nuestros ilustres apellidos.

-Jajaja, permíteme que discrepe un poco contigo, pero mi apellido no es tan ilustre como el tuyo.

-Por favor, Terry, los Grandchester son tan nobles como los Barns.

Rompiendo la DistanciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora