Parte 19

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-Terruce – aquella voz proveniente de mis peores pesadillas cobró vida a mis espaldas.

Esperé unos instantes con la esperanza que solo fuera el viento el que me traía el eco de su voz desde mis pensamientos más tenebrosos, pero poco a poco pude sentir como sus pisadas de plomo evidenciaban que se acercaba a mí, mientras mi respiración se agitaba y el temor, cual si volviera a ser un niño, afloraba en mi piel.

Tenía miedo, que digo miedo, pánico era la palabra exacta que definía mis emociones en ese preciso instante.

No quería, mejor dicho no podía regresar a ver y encontrarme con aquel severo rostro que nunca me había demostrado un gesto de cariño a pesar que su sangre corría por mis venas.

El viento frío del inicio de la noche traspasó la chaqueta y movió ligeramente los pocos mechones que quedaban libres de la bufanda y el gorro que me cubrían, fue en ese instante que me percaté que nadie solía reconocerme cuando me enfundaba en ellos,  decidí emprender mi camino tratando de ignorar a los decididos pasos que se acercaban.

-¿Acaso piensas que no te he reconocido, Terruce? -hubo una pausa, para que procesara su pregunta-. Tal vez puedas engañar al resto de la gente con ese disfraz, pero para engañarme a mí, necesitas algo más que eso – aquella seguridad en cada una de sus palabras me indignó.

Volví a sentirme un niño por un instante.

Apreté los puños que caían a los lados de mi cuerpo en un inútil intento para que sus palabras no afectaran a la lucidez de mis pensamientos. Debía tener los cincos sentidos alertas y preparados para enfrentarlo con entereza.

Todos los momentos vividos a su lado volaron en mi mente y me armaron de valor.

Sentí el aroma del perfume francés que solía usar llegar amortiguado a mi nariz, y supe que estaba a mi lado.

No sabía qué hacer, si mirarlo o continuar mirando a la nada, un auto negro se paró junto a nosotros, lo miré con recelo y pude ver al chofer mirar al frente fingiendo indiferencia.

Pensé en regresar a ver ese instante, pero él ya estaba frente a mí, pero ya no tenía que mirarlo desde abajo, yo había crecido, estaba más alto que él.

Varias líneas de expresión salían de sus ojos y el entrecejo estaba más marcado de lo que recordaba, su pelo tenía varias canas que sobresalían de sus patillas, el bigote lo tenía perfectamente cortado y su traje oscuro a rayas era apenas visible bajo el elegante abrigo negro con su sombrero a juego.

Ahí estaba yo frente a mi padre, un actor frente a un duque, nuestra sangre era la misma, pero que distintos éramos, no teníamos nada que ver el uno con el otro.

-Has crecido, Terruce – sus palabras graves denotaban el acento inglés que yo casi había perdido, pero el tono amable dejaron a su paso un cierto tono de nostalgia que me dejó sorprendido brevemente.

Hace tiempo que no había visto su rostro, ni había escuchado su voz, pero parecía como si apenas ayer me hubiera alejado de su lado.

Estaba completamente enmudecido, no sabía que decirle, era mi padre, pero a la vez era un perfecto extraño.

Levanté ligeramente el gorro en un gesto de respeto que siempre me infundía y bajé un poco mi bufanda. Mis ojos lo miraban con detenimiento y los suyos me estudiaban a detalle, pero no mostraban ninguna emoción como siempre.

-Subamos al auto – era una orden con una mezcla de aprensión en su voz.

-No necesito ir en auto – mis palabras sonaron cargadas de resentimiento.

Rompiendo la DistanciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora