Manejé por horas por las calles que se fueron volviendo poco a poco desiertas hasta que me encontré parado nuevamente frente al Hospital Saint Joseph, ahí se encontraba mi corazón, mi mente, mi alma, me alegraba saber que ella estaba ahí, cerca de mí.
Cerré los ojos y mi mente recorrió el hospital, hasta encontrarla dormida, ni yo mismo me entendía porque me alejé de esa manera tan repentina, pero debía hacer bien las cosas, tal como lo había planeado durante mi viaje de regreso.
Respiré honde y me llené de su cercanía antes de regresar.
Al llegar al departamento no me hallaba, me sentía como gato enjaulado, me debatía entre contarle mi decisión a Albert y no hacerlo, había cosas que me preocupaban.
-¿Te pasa algo? Estas muy callado – aseguró Albert
-No, bueno si- vacilé, no sabía cómo empezar con la conversación
-Se trata de Candy ¿no? – aventuró
-Si, ¿cómo lo supiste?
-Se te nota en la cara, siempre que es algo relacionado con ella en tus ojos se dibujan corazones, jajaja
-Jajaja, tal vez tengas razón.
-¿Le pasa algo?
-No. Es solo que he pensado mucho sobre nuestra relación durante mi viaje, he tenido el tiempo suficiente para aclarar mi mente y mis sentimientos con respecto a Candy. Descubrí que no me gusta estar separado de ella y que la amo por sobre todas las cosas del mundo- suspiré -. Creo que ya es hora de tomar decisiones, quiero pedirle matrimonio.
-Eso es grandioso Terry, ¡te felicito!- se acercó para darme un fuerte abrazo, luego me analizó por unos instantes y continuó - Pero que es lo que te preocupa ¿acoso temes que ella te diga que no?
-No – sonreí, pondría mis manos al fuego porque su respuesta sería Si – En realidad lo que me preocupa es que el Tío abuelo de Candy no me dé su mano, ella aún es menor de edad y necesita su autorización para casarse.
-En eso tienes razón, pero hay algo que estas obviando, Terry, tú también necesitas la autorización de tu padre, tú también eres menor de edad.
Me sorprendí, no me había puesto pensar en eso. Cuando abandoné Inglaterra, dejé atrás todo, incluso mi padre, pero aun era menor de edad para casarme, necesitaba de su autorización escrita, ¿cómo se lo iba a pedir?, es más, siempre me había preguntado porque no me había llevado de regreso al colegio, que fue lo que le detuvo.
-No había pensado en eso – medité
-No te preocupes, puedes pedirle matrimonio y esperar a ser mayor de edad.
-No, un año es mucho tiempo, y no quiero esperar tanto – aseguré con pesar mientras llevaba mis manos a la cabeza
-En ese caso, creo que vas a tener que recurrir a tu madre, y hablar con el tío de Candy
-Tío abuelo – le corregí – Bueno, mi madre es una buena opción, pero no quiero involucrarla en esto, hablar con el duque no creo que sea de su agrado, pero en cuanto al tío abuelo de Candy, eso sí es un problema, ni ella lo conoce, y según me ha dicho, no ha sabido nada de él en meses.
-Pero no hay peor cosa que la que no se intenta, así que ¿por qué no le escribes?
-¿A quién? ¿Al tío abuelo? – pregunté
-Claro y también a tu papá
-A mi papá no lo creo, no estamos en buenos términos. Es más, nunca hemos estado bien. Y al tío abuelo como le voy a escribir, cuando vea el nombre del remitente ni siquiera va a saber quién soy, me gustaría hablar con él, eso sería lo correcto.
ESTÁS LEYENDO
Rompiendo la Distancia
Hayran KurguTerry está en Nueva York preparándose para la obra del Rey Lear y Candy, en lugar de ir a Chicago a estudiar enfermería va a Nueva York. Un encuentro temprano dará inicio a un amor incontenible... Basado en los personajes escritos e ilustrados por...