Parte 34

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Seguí caminando con las manos en los bolsillos, de cuando en cuando miraba los grandes barcos que estaban en el fondo del firmamento.

Poco a poco fui encontrando varia gente en el camino, un par de veces quise dar la vuelta y regresar por donde había venido, pero no lo hice.

Seguí avanzando lentamente, prestando más atención a todo lo que me rodeaba. Tal vez así lograría aplacar el abatimiento que me envolvía.

Abrí los ojos un poco cuando ví que el barco que estaba anclado en el puerto viajaba a Londres.

Presté más atención a los transeúntes, quería descubrir algún rostro conocido, pero todos eran extraños.

Seguro el barco tardaría en zarpar porque aun se encontraban limpiando los marineros la cubierta. Por un momento pensé en embarcarme, ¿pero qué haría regresando a Inglaterra?  Nada, absolutamente nada. Imposible pensar en regresar. Ahora ya no podía elegir mi destino a mi antojo, ahora tenía alguien que también dependía de mi:Candy.  Sonreí un poco de lado al pensar en mi pecosa, estaba feliz porque era parte de mi vida.

Miré el reloj solo para asegurarme que aun no era la hora de ir a recogerla.

Seguí caminando mientras esquivaba a algunos comerciantes que se habían asentado cerca de la entrada al barco para poder vender mejor su mercadería.  Algunos chicos, más o menos de mi edad llevaban una bolsa en sus hombros. Algunos estaban acompañados y otros no.

Eran los que se habían enlistado para ir a pelear en la guerra.

Que valientes, repetí en mi fuero interno.

Regresé a ver a un hombre, cuya esposa estaba al borde del llanto. Me pregunté porque alguien con familia iría a la guerra en lugar de velar por su hogar. Estaba tan ensimismado viendo aquel panorama desalentador que no me di cuenta que alguien había puesto una maleta en mitad del camino. Tropecé y perdí un poco el equilibrio.

Irritado y algo avergonzado regresé a ver quién era el despistado que dejaba las cosas en medio camino.

-Lo siento. No debí dejar mi maleta ahí – aquella voz se me hizo demasiado familiar.

Sabía que la había escuchado de algún lugar, pero no recordaba donde. Entonces mis ojos viajaron de la maleta al dueño de la voz.

-¿Stear? - abrí  los ojos sorprendido

-¿Lo conozco? – acomodó sus lentes para mirarme mejor.

Era obvio que no sabía quién era, pero ¿por qué no me había reconocido? En ese instante, caí en cuenta que estaba como siempre, bien enfundado en mi gorro y en mi bufanda que era imposible que me reconociera. Rápidamente retiré la bufanda de mi cara y levanté ligeramente el gorro.

-¿Terry? – abrió los ojos al reconocerme

No me dio tiempo de decirle nada y me sorprendió con un abrazo. Nunca pensé que el inventor fuera tan espontáneo.

-¿Qué haces aquí? – me preguntó sorprendido.

-Vivo aquí.

-Ah...cierto – se rascó la cabeza con incomodidad. – Por un momento pensé que tú también te habías enlistado.

-¿Enlistado? – no entendía nada

-Bueno...si...para ir al frente.

Lo miré confundido y de pronto entendí a lo que se refería.

El Inventor se había vuelto loco, sin duda. ¿Por qué alguien con los cinco sentidos, iría a una guerra al otro lado del océano?

Al igual que tuve este pensamiento, vi que tenía frente a mí a la persona precisa que me respondería eso.

Rompiendo la DistanciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora