Parte 21

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"Te dejaré casarte con ella"

"Te dejaré casarte con ella"

"Te dejaré casarte con ella"

Evocaba una y otra vez las palabras del duque en mi cabeza y aun no podía creer que el duque diera su brazo a torcer de la noche a la mañana, en toda la extensión de la palabra, porque así había sido, la noche anterior lo único que quería era casarme con la mujer que él me había escogido y a la mañana siguiente se retractaba y me permitía elegir casarme con la mujer que  amaba; no lograba entender del todo su cambio de actitud, tenía temor de confiar en él, no podía permitirme ese lujo.

Pero de nuevo la corta conversación que sostuvimos llegó a mi mente como un relámpago.

-¿Y qué pasa con el Duque de Barns? – le había preguntado incrédulo

-Eso déjamelo a mí. – me había respondido

¿A qué se refería con ese: "Déjamelo a mí"?

No me cuadraba, es más, no me cabía en la mente que el duque estuviera dispuesto a romper el compromiso.

Él era un hombre de palabra y nunca lo había visto quebrantarla.

No, definitivamente no podía confiar en él, y mucho menos luego de recordar la mirada de complicidad que le dirigió a Bárbara cuando dijo que había acordado con el Duque de Barns que nos casaríamos antes del estreno de la obra para que ella fuera como mi esp...ni siquiera podía pensar en esa palabra.

Traje a mi memoria, la actitud de Bárbara en el breve encuentro que tuvimos en el departamento la noche anterior; cuando apenas abrí la puerta se lanzó corriendo a mis brazos.

Como si eso fuera poco, fue directo a mis labios, si no hubiera sido por mi ágil evasión ¿qué hubiera sido de mí?

Un escalofrío me recorrió por completo, pero ¿qué había hecho, para que ella reaccionara de esa manera?

Medité por unos segundos y llegué a la conclusión que nada, ella solita había reaccionado así, definitivamente estaba loca.

En ese momento casi no había prestado atención a sus gestos pero ahora los examinaba en perspectiva, recordé el embeleso con el que me miraba rayando en la adoración, como cuando uno ve la imagen de algún santo, así era su mirada, sentí otro escalofrío al recordarlo; sus ojos nunca me perdieron de vista, siguieron cada uno de mis movimientos y no se amedrentaron por mi fría y despectiva mirada que le dirigí en varias ocasiones.

No pude evitar soltar una carcajada por su inconsciente comportamiento, o era muy inocente o era muy tonta, ¿que pasaba por su cabeza?, ella vivía en un sueño, en su propio mundo.

Todo esto  me enfermaba y  el sentimiento de tolerancia que tenía por ella, debido ala época de la niñez que habíamos compartido se esfumó, ahora la detestaba.

Lo que más me molestaba era que ella no quería ver la realidad, se cerraba a su capricho, y lo peor de todo, era que su familia estaba tan ciega como ella.

¿Acaso no se daban cuenta del daño que le hacían complaciendo sus caprichos? Bola de idiotas. ¿Que podrían esperar de una unión a la fuerza?

Porque eso era a fin de cuentas, una relación unilateral.

Si hubiera tenido la oportunidad, la sacudiría unas cuantas veces para que su cerebro despertara del letargo en el que estaba, y viera la dura y cruel realidad.

Desaceleré el auto, cuando llegué al hospital, mis manos sujetaban el volante con rudeza, con ira, pensando que ese era el cuello de Bárbara, le di un manotazo esperando que fuera su cabeza.

Rompiendo la DistanciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora