Parte 43

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En las sombras de mi mente la oscuridad predominaba por doquier. Así, con los ojos cerrados, me resultaba mucho más fácil relajarme, mientras, sentía como el agua de la regadera caía sobre mi cabeza con un ruido ligeramente ensordecedor. Me moví un poco hacia adelante para que el chorro de agua me cayera en el cuello y por ende en la espalda. Sentí como los músculos se me aligeraban uno a uno, produciéndome una sensación placentera de alivio. Aunque no por eso, dejaba de perfeccionar mi plan para deshacerme de Neil Leegan de una vez por todas.

En vano creí, que la golpiza que le había dado hace ya tiempo en Nueva York, a ese idiota, lo alejaría de mi Pecosa, ahora comprobaba tristemente que mis golpes no habían logrado su objetivo.

¡Infeliz! ¡Debería haberle pegado más duro! ¿Tal vez, si le hubiera sacado unos cuantos dientes más? O ¿si le hubiera roto las costillas? O ¿si de plano lo hubiera dejado descerebrado? Tal vez se hubiera alejado de ella, pero había subestimado a esa sabandija, como alguna vez lo hice con la víbora de su hermana.

Que tonto, ¿cómo pude confiarme?

Llevé ambas manos a la cabeza, tratando de borrar la sensación de impotencia que sentía. Incliné la cabeza hacia atrás y el agua me cayó en la cara impidiéndome respirar por unos cuantos segundos, logrando amortiguar la furia asesina que había sentido en la mañana cuando escuché al Inventor contarme los por menores...

"... Por un momento, tuve ganas de agarrar al Elegante de la cabeza y darle contra el tablero del carro. En alguien tenía descargar mi furia ¿no?

Las sienes me latían de impotencia.

-¡¿Dónde está Candy?! – volví a preguntar muy despacio, mordiendo cada palabra.

Si el infeliz de Leegan se había atrevido a tocar un solo pelo de Candy, haría que se arrepintiera no solo de haberse fijado en mi ángel blanco, sino, hasta de haber nacido.

-No lo sabemos. La tuvieron encerrada, pero ella logró huir. – contestó el Elegante.

Respiré aliviado. Al menos estaba lejos de esa sabandija.

-¿Quién la quiere casar? – pregunté tratando de permanecer sereno.

-La tía abuela – contestó el Inventor – Por orden del tío abuelo William – añadió con pesar.

-¡Es imposible! - aseguré

-¿Qué es imposible? – preguntó el Elegante con extrañeza.

-Que su tío abuelo tenga algo que ver en esto – aseguré

-No creo que la tía abuela estuviera mintiendo. – había algo en su tono que me molestó.

Apreté el puño con fuerza para no tomarlo de las greñas.

-¿Por qué lo dudas? – preguntó el Inventor en tono conciliador

-Por...porque él, me envió una autorización firmada para casarme con Candy – dije con seguridad

-Pero puede haber cambiado de opinión – agregó el metido del Elegante - Sobre todo, luego que Neil dijera que se iría a la guerra igual que Stear si no se casaba con Candy.

-¿Qué? – pregunté asombrado

-Ese fue el argumento que Neil utilizó para convencer a la tía abuela. – añadió Stear con tono de disculpa mientras manejaba. – Ninguna de mis cartas llegó a su destino. Creo que Neil las escondió – concluyó con pesar.

Ese infeliz de Leegan era más audaz de lo que había pensado. Levanté las cejas sin salir de mi asombro mientras una ira asesina se apoderaba de mí.

Rompiendo la DistanciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora