Parte 42

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No había mucha gente en la estación cuando  llegamos. Una ligera llovizna nos acompañaba mientras nos acercábamos al  tren tomados de la mano. Mi corazón estaba encogido con tristeza.

-Escríbeme en cuanto llegues – le pedí con zozobra sintiéndome vulnerable por su partida.

-Lo haré – sus esmeraldas me enfocaron con angustia.

El silbido del tren anunció su partida. Caminamos a paso raudo entre la gente.

-Te veré en una semana – le aseguré mientras le daba la maleta.

Candy me miró con tristeza.

-Hubiera querido estar en tu última presentación – dijo con culpa y tristeza entremezclados.

-No es nada especial – dije esbozando una sonrisa que de seguro no me llegaba a los ojos.

-Pero, yo quería estar ahí. – la tristeza de su aseveración me hizo estremecer.

-Lo  sé. Pero no debes preocuparte, dentro de poco podrás estar en todas las  presentaciones de la gira y en la de cierre de la temporada final. ¿De  acuerdo?

-Si – dijo tratando de esbozar una sonrisa.

-Anda,  regálame una sonrisa. Solo son unos días. Yo te alcanzaré en una  semana – volví a asegurar tratando de que no se fuera triste

-Está bien – se mordió los labios y sus ojos se le enturbiaron ligeramente.

Hubiera querido viajar con ella pero aun tenía que terminar con unas cuantas presentaciones antes de partir.

-¿Qué  te dijo el doctor Jackson de tu repentino viaje? – pregunté tratando de  desviar su atención para que dejara de estar melancólica.

-Se puso un poco triste, porque Andrew ha mejorado muchísimo.

-Entiendo – dije tratando de no revelar la punzada de celos que me presionó desde adentro.

En  parte me alegraba que partiera antes, para que dejara de estar cerca de  ese tal Andrew. Odiaba admitirlo, pero los celos me consumían cada vez  que la pensaba junto a él. No podía evitarlo, era algo que no dependía  de mí, sino del amor que sentía por ella. Aunque no se lo demostraba, no  quería que pensara que era celoso.

Antes de que subiera la abracé con fuerza. Era como si nunca más la fuera a volver a ver.

-Cuídate – le pedí en un susurro

-Tu también.

La miré y un estremecimiento en el corazón me dio una mala corazonada de repente.

-Te amo – me aseguró antes de soltarse de mi

-Yo también.

La  seguí con la mirada atraves de los cristales hasta ver donde se sentaba. El tren emprendió  su marcha y con él se llevaba mi vida entera. Una sensación de vacío se  adueño de mí cuando levanté el brazo para decirle adiós.

Respiré  hondo, tratando de no empeorar la angustia, algo estaba mal. Una  vocecita dentro de mí, me lo repetía una y otra vez y se agudizaba con  cada latido.

Caminé junto con el tren mientras  su rostro aun estaba a la vista y poco a poco se alejó de mí. Que duro  era verla partir. Lo único que me consolaba era el hecho que solo sería  por una semana. Luego estaríamos juntos para el resto de la vida.

Habían  pasado dos días desde su partida y no había recibido ninguna noticia de  ella. Claro las cartas se demoraban en llegar, pero pensé que me  enviaría un telegrama avisándome que había llegado bien.

Rompiendo la DistanciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora