Parte 18

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Me detuve frente a la puerta luchando conmigo mismo contra los sentimientos encontrados que estaban desatados en mi interior.

Candy y Albert estaban solos en mi departamento.

Una voz me decía que dejara de ser idiota y entrara, y otra voz me decía que escuchara solo un poco antes de entrar, nunca estaba demás, saber que hacían esos dos cuando yo no estaba cerca.

Puse la mano en la cerradura para abrirla pero mi curiosidad era mayor, tenía que escuchar de qué hablaban, me detuve cauteloso mientras mi mano temblaba ligeramente empuñando con fuerza la cerradura.

-Pero que fuerte eres Albert- la voz de Candy reflejaba admiración, eso fue como darme una cachetada, el único al que debería ver fuerte era a mí.

-Jajajaja que cosas dices Candy

-Solo digo la verdad - encima corroboraba, era otra cachetada definitivamente

Hubo una pausa que me dejó sin aire.

-Haber, déjame ver cómo estás- la voz de Candy sonaba algo preocupada

-No es nada- aseguró Albert

Un silencio, que poco a poco, se me fue haciendo abrumador llenó de repente el ambiente, y a mi mente llegaron una serie de imágenes inverosímiles y devastadoras, que hacían añicos mi seguridad.

Miraba como Albert extendía la mano a Candy, y ella titubeante la tomaba, él la acercaba para...

Abrí la puerta de inmediato, esperando ver lo peor.

-¡Terry! – dijo Candy felizmente sorprendida.

-¡Auuuu! – gritó Albert de dolor

Candy corrió para lanzarse a mis brazos, devolviéndome el alma y la vida, la abracé con devoción. Al parecer Candy estaba curando a Albert pero al verme lo dejo sin dudar, que alivio.

-¿Qué haces tan temprano aquí? ¿Pasó algo? ¿Estás enfermo? – Candy me bombardeaba de preguntas como siempre

-No, Candy. Solo que fumigaron el teatro. Fui a verte al hospital y no estabas.

-Lo siento, salimos con Albert a ver la casa que te mencioné ayer.

-¿Qué te pasó Albert? – pregunté al ver el adolorido rostro de Albert que se fregaba una mano.

-Mejor que te lo cuente Candy – sugirió con tono divertido y a la vez adolorido

Ella seguía abrazándome, pero en cuanto Albert dijo eso, se alejo levemente sonrojándose tenuemente.

-¿No me digas que tú le hiciste eso, Candy? – pregunté intrigado, no podía imaginar que le pudo haber hecho Albert para que quedara así.

-No, claro que no. Como se te ocurre – estaba tan roja como un tomate

Los dos intercambiaron una mirada cómplice y Albert hizo un gesto que animaba a Candy para que me contara lo sucedido.

-Bueno, lo que pasa es que Albert me acompañó a ver una casa en un sector que no era muy recomendable. Él me lo advirtió, pero yo insistí, por el precio, así que luego de llevarme la decepción porque la casa estaba más vieja que Matusalén decidimos regresar - sonreí ampliamente.

Me la imaginaba mirando una casa prácticamente en ruinas.

-Cuando estábamos por regresar, vi un parque muy bonito y nos dirigimos allí, nos sentamos un ratito a descansar y fue cuando un par de tipos raros se nos acercaron para robarnos – esto último lo dijo en un susurro, estaba seguro que mi rostro no pudo ocultar el malestar – Pero Albert fue mucho más rápido. ¿Verdad Albert?

Rompiendo la DistanciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora