Parte 25

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La luz opaca del atardecer se filtraba sin tregua por los grandes ventanales del amplio salón desprovisto totalmente de cortinas, permitiendo descubrir cada rincón, cada esquina, cada pared, sin que nada interrumpiera a los ojos vagar a su libre albedrío de este a oeste y de norte a sur.

Con cada paso se intensificaban las emociones que me embargaron desde que abrí la puerta y percibí el olor a pintura fresca inundarme los pulmones, al igual que aquel calor que me abrigó desde el primer instante.

Giré el rostro de izquierda a derecha con lentitud tratando de llenar mi vista con aquel lugar; sin querer mis ojos vagaron a través de los cristales, tropezando con una barrera de grandes árboles que se asemejaban a una muralla infranqueable que delimitaba la propiedad.

El crujir de los escalones de madera se mezclaron con el rechinar de las bisagras formando una orquesta de ruidos que solo me indicaron que debía tener aceite a la mano para aplacar aquellos sonidos que aunque no eran molestos, delataban que les hacía falta una buena lubricación.

En ese preciso momento pude escuchar los sutiles pasos de Candy en el piso de arriba y su voz llenó el lugar como si fuera música para mis oídos.

-¡Terry! ¡¿Dónde estás? ¡Ven a ver esto! – su voz solo era un reflejo de todo lo que me embargaba, emoción, felicidad, ansiedad.

-¡Ahí voy! – respondí con premura mientras cambiaba de curso hacia las escaleras.

Mis ojos recorrieron todo el lugar, tratando de llenar mi mirada con cada detalle del lugar, fotografiándolos en mi mente.

Al llegar al segundo piso todas las puertas estaban abiertas, pero sabía claramente donde encontrarla, sin necesidad de buscar de cuarto en cuarto.

Ella salió a mi encuentro antes que llegara a la puerta. Su sonrisa iba más allá de mis expectativas y volví a sentir otra oleada de ansiedad. Me tomó de la mano para conducirme con premura.

-Esta será nuestra habitación – anunció - ¿Te parece bien? – suavizó su entonación.

Levanté la ceja izquierda en señal de fingida protesta

- ¿Ésta? – pregunté fingiendo inconforme.

-Si – había más que convicción en sus palabras y supe que se preparaba para convencerme sin remedio – Mira, esta es la habitación más grande y la vista es fabulosa, hasta tiene un pequeño balcón, y tiene su propio baño, ¿lo puedes creer? – su mano me condujo hacia cada lugar que mencionaba.

Ya había previsto que esta sería nuestra habitación desde el mismo instante que conocimos la casa, pero no había adelantado nada, hasta no concretar el negocio.

Me encantaba ver como los dos coincidíamos en "casi" todo.

-Mira, aquí podrás guardar tu ropa y aquí irá la mía. – su mano libre me indicaba con ligereza sus decisiones.

Quise decir algo pero ella no me dejó, estaba fascinada con el lugar.

-Acá, podremos poner una silla, mejor dicho un sillón porque es tan grande que sobrará espacio, incluso entraran sin problemas las dos camas.

-¿Cómo que dos camas? – pregunté perplejo, si ese era nuestro dormitorio solo debía haber una cama.

-Claro la tuya y la mía – dijo inocentemente– Mira, aquí puede ir la tuya o prefieres otro dormitorio- me tomó desprevenido

-Un momento Candy White Andley, aquí solo va haber una cama que va a ser la tuya y la mía – dije con autoritarismo y en eso no daría mi brazo a torcer, ya bastante había cedido pintando la casa de varios colores, tal como ella había querido, pero de ahí, a dormir separados, estaba loca si pensaba que eso podía conseguir de mi.

Rompiendo la DistanciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora