Parte 47

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El sol cobijaba con su cálido fulgor los campos verdes que rodeaban el Hogar de Pony, mientras un suave viento agitaba levemente las copas de los árboles restregando las hojas entre si y arrancándoles un ligero bisbiseo que iba en competencia con el suave murmullo de voces que comentaban lo bonito que había quedado todo el lugar para la ceremonia.

Las voces más pequeñitas y cantarinas se jactaban a lo grande de haber puesto su granito de arena para que todo quedara perfecto. Sonreí con afecto y agradecimiento al recordar que en cuanto llegué todos los niños me arredondearon para ser los primeros en mostrarme los pequeños ramitos de flores silvestres que flanqueaban el camino hacia el altar, incluso habían adornado la puerta principal de la casa y el arco previo al altar que habíamos levantado ayer para simular una especie de capilla a la intemperie. Maravillado y un poco boquiabierto me quedé cuando vi el gran esfuerzo que habían hecho todos los niños por adornar el lugar. Le di la mano a cada uno de ellos con sincero agradecimiento, pero ya me daría modos para hacerles llegar un presente.

Todo el lugar estaba engalanado para la ocasión, luciendo los lazos blancos que las chicas hicieron ayer con esmero, no tenía idea de la cantidad de lazos que habían hecho, ni del toque mágico que le darían al lugar.

Un suave viento fue agitando los lazos conforme se abría paso por toda la zona. Revolvió un poco a los invitados y luego vino hacia mí, quiso jugar con mi pelo pero a diferencia de otras veces no pudo hacerlo, hoy lo llevaba recogido en una cola en la base de la cabeza y solo consiguió moverme levemente los mechones de la frente y un poquito la corbata de seda de color gris que llevaba anudada con un nudo plastron en el cuello. Al ver que no pudo conmigo, continuó buscando objetivos más fáciles con los cuales entretenerse; jugó un poco con el vestido y el tocado de Eleonor luego siguió con las flores y el mantel blanco que cubría el altar, para terminar agitando las hojas de la biblia que hojeaba el sacerdote y su sotana.

Mientras el sacerdote buscaba nuevamente la hoja que había perdido por el viento, Eleonor se apuró arreglándose el vestido y su peinado disimuladamente; sin embargo, no importaba que el viento hubiera desacomodado unos cuantos mechones de pelo, seguía estando hermosa como una diva y mirando hacia cualquier otro lugar que no fuera a mi otro costado donde acababa de pararse, finamente vestido de esmoquin negro, el Duque de Grandchester, pues la ceremonia estaba casi por comenzar.

Supongo que fue un momento incomodo para ambos cuando se encontraron frente a frente y tuvieron que saludarse como si fueran unos simples conocidos.

-Eleonor – fue el saludo del duque apenas con una venia pero con cierto brillo en los ojos que nunca había visto antes.

-Richard – contestó ella con apenas una levísima sonrisa sin casi mirarlo y llevando a propósito su atención hacia mi. – Oh, cariño, que guapo estás – me acarició la mejilla con ternura – Déjame verte bien – se hizo un poco para atrás y me miró con orgullo.

-Mamá – protesté algo avergonzado – Ya me viste en la mañana - le recordé.

-Pero aún no estabas totalmente listo como ahora – sentenció con una sonrisa mientras sacudía un poco las solapas de mi chaqueta gris oscura – Deja que te arregle esto – movió un poco mi corbata – Listo – declaró con una sonrisa deslumbrante. Tuve la impresión que estaba ignorando a propósito al duque. – Llegaste justo a tiempo – añadió dirigiéndose a mi padre sin dejar de mirar mi traje – La ceremonia esta por comenzar, será mejor que vayamos a nuestros lugares – se tomó de mi brazo y nos encaminamos al altar sin que ella volviera a dirigirle ni siquiera una mirada más al duque.

En el camino se detuvo unos cuantos minutos conversando con demasiada calidez con Robert Hathaway y su esposa, debía admitir que su llegada me tomó por sorpresa, Eleonor los había invitado, y pese a que yo sabía de esta invitación jamás pensé que vendrían, pero aquí estaban, luciendo una gran sonrisa y elegantemente vestidos para la ocasión. Robert saludó al duque como a un viejo conocido, lo que me sorprendió, aunque en ese momento caí en cuenta que debían haberse conocido en su juventud, tal vez por la relación que Eleonor y él sostuvieron.

Rompiendo la DistanciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora