Parte 4

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El día más esperado había llegado, el día de  descanso de Candy, seguíamos viéndonos en las horas del almuerzo pero el  tiempo volaba a su lado, era demasiado corto. Para variar el último día  de descanso no lo habíamos podido pasar juntos porque habían regresado  sus primos de Inglaterra por la guerra y ellos habían querido pasar con  Candy antes de viajar a Chicago donde la famosa tía abuela los esperaba.  Ella me pidió que los acompañara pero tuvimos una presentación en las  afueras de Nueva York para una familia rica que había pagado muy bien  por la exclusividad.

Aquel día estuve muy  pensativo, un sentimiento extraño me había invadido desde el amanecer,  una especie de nostalgia mezclada con angustia y con impotencia se había  apoderado de mi. Todo el día me la pase preguntándome ¿Que estaría  haciendo con ellos?

Hubiera querido estar ahí  para ir delimitando mi territorio como un lobo, pero ya no estaba en el  colegio donde podía fugarme a cualquier hora y lo único que recibía eran  las reprimendas de la hermana Grey, ahora mis responsabilidades habían  aumentado, ahora tenía que trabajar para ganarme la vida.

Al  terminar la tarde me di cuenta que todo se resumía a una sola palabra  "celos". Si, estaba celoso. Me sentía ridículamente inseguro, ellos eran  sus primos, aunque no de sangre, y eso era lo que me atormentaba. Archie  mejor conocido como "el Elegante" siempre la había defendido  apasionadamente, demasiado para ser su primo, esta idea había estado  dándome vueltas por la cabeza desde hace algún tiempo y Stear alias "el  Inventor" siempre la miraba dulcemente. Por suerte habían tenido que  marcharse al día siguiente.

Miré la hora, solo  para cerciorarme que Candy llevaba retrasada casi veinte minutos, esto  era raro, por lo general solía estar esperándome antes de lo acordado.

Me adentré en los primeros pasillos del Hospital, pero no la encontré por ningún lado.

Una  ligera angustia se estaba apoderando de mí con cada segundo que pasaba.  Como no la encontré decidí salir nuevamente, a lo mejor estaba en el auto  esperándome. Pude ver mi carro a unos cinco metros, pero ella no estaba  ahí, me di la vuelta decidido a preguntar por ella, y sentí como una  oleada de paz mezclada con irritación se adueñaban de mi, ahí venía tan  campante como si nada, conversando con otra chica.

Ahora me iba a  escuchar, no debía dejar pasar por alto este retraso, sino se iba a  enseñar a hacerme esperar lo que le diera la gana.

Miró  a los dos lados buscándome y cuando se encontró con mi mirada me regaló  una hermosa sonrisa que me hizo olvidarlo todo. Estaba perdido, solo  una sonrisa y ya no estaba enojado.

No, no y no.  No podía permitirle tener ese grado de poder sobre mí, pero lo que mi  mente pensaba no tenía nada que ver con lo que mi corazón sentía. Y  cuando estaba con ella eso era lo que dominaba, mi corazón.

-Lo  siento. ¿Te hice esperar mucho? - Fue su saludo al tiempo que la  ayudaba con unas cuantas cajas que llevaba en las manos y un par de  libros.

-No tanto, pecosa

Cómo  pude haber dicho eso, si hace unos instantes estaba dispuesto a decirle  unas cuantas verdades sobre la puntualidad, pero ya nada importaba,  solo que ella estaba conmigo.

-¿Y todo esto, para qué es? – pregunté curioso mientras parqueaba el carro frente al Central Park.

-Es que mañana tengo una prueba sobre primeros auxilios y vendajes. Y ¿adivina quién va hacer de paciente?

-¿Quién? - pregunté ingenuamente.

Entonces vi sus pícaros ojos y supe cual iba hacer la pobre víctima.

Rompiendo la DistanciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora