𝓓𝓪𝓭𝓭𝔂

09

No pude dormir en toda la noche, tenía una horribles ojeras, no dejaba de bostezar y aparentemente estaba de malas.

«Me dejarías tocar y probar un poco de tí, cariño»

Sus palabras recorrían mí mente una y otra vez, como si se trataba de una canción pegadiza atorada en mi mente. Dios... no puedo sacar de mi mente sus facciones y sus palabras, maldita sea. Por más que no quiero recordar, sigue y sigue presente en mi mente. Juro que pude sentir hasta su aliento recorrer mi cuello. Y ese característico cosquilleo en mi estómago, y mis mejillas arder...

Me ponía mal de solo pensarlo.

Mamá gritó más de tres veces a que bajara a desayunar, la verdad no tengo ganas. Estaba soñolienta, quería reconciliar el sueño, joder.

— ____, ya es tarde. Levántate —ordenó mi madre, quien ya se encontraba al borde de mi cama.

—Mm... no, no quiero —informé de mala manera, mientras me cubría entre las sábanas. Obteniendo un gruñido de parte de ella como respuesta.

—No me importa, te quiero abajo en diez minutos —dijo ella cerrando la puerta de un portazo.

No tuve otra opción más que alistarme para irme a la escuela.

—Joder, luces mal.

—Lo sé, no dormí anoche.

Estaba en los baños de la escuela con mi amiga Lia. Estábamos mirando nuestro reflejo en el gran espejo, mientras ella se maquillaba, y yo comencé a comentarle lo sucedido con el señor Min.

—¿Que pasó anoche? —inquirió ella, mientras se colocaba un poco de rimel en sus pequeñas —¿Alguna novedad?

—No, eso sucedió en la tarde —solté.

—¿Pasó algo con Kook?

Vacilé un poco antes de confesar lo sucedido —No, fue con alguien más...

No hubo respuesta de ella en un transcurso de casi treinta segundos. Ella seguía haciendo lo suyo.

—¿Que quieres decir con eso, ___?

—E-él señor Min —pausé—, él, él... Se me acercó y...

A diferencia de Nayeon —mi otra amiga—, Lia era un poco más callada y... Diferente, Nayeon amaba la fiesta, conocer a nuevas personas y tener una vida social, mientras que Lia, es estudiosa y muy cariñosa con las personas y demasiado reservada. Es por ello que contarle sobre mi vecino, no me ayudaría mucho, ¿Por qué? Quizá por qué nunca le ha pasado lo mismo o que sé yo... Pero si se lo cuento es, por qué es una de mis mejores amigas, es todo.

—¿Y...?

—Pues, es un pervertido —dije casi en un susurro, ella deja de ponerse máscara de pestañas y me dirige una mirada confundida— ayer, hablé con él. Y Dios, no sé cómo decirlo

—¿Te tocó? —apresuró su respuesta —¿Se te quedó viendo? ¿Te tomó fotografías?

Fruncí los labios y cerré los ojos, nuevamente la escena del día de ayer me inquietó muchísimo. ¡Quiero dejar de pensar en ello!