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Al día siguiente, los rayos del sol comenzaban a dentrar por los pequeños espacios de las persianas. Dando comienzo a un nuevo día. En un volumen muy bajo se alcanzaba a percibir el canto de pajaritos y sonidos mañaneros.

Tomé un profundo respiro antes de removerme un poco por encima de su  pálido pecho. Mí oído izquierdo estaba recargado en el lugar exacto en dónde se podía escuchar perfectamente los latidos de su corazón. También podía percibir que de sus labios salían leves ronquidos y su respiración era totalmente relajada. Él estaba durmiendo plácidamente, tenía el sueño profundo que yo en ese momento estaba trazando círculos invisibles sobre su abdomen marcado. Mis párpados pensaban con el infierno. Jodida mierda. No había conciliado el sueño durante la madrugada. Solo estaba recostada, mirando fijamente el techo como sí fuera la cosa más interesante que hacer en el mundo, pensando en un sinfín de cosas.

¿Que carajos estoy haciendo? –pensé.

Pasé toda la noche desperté en una casa ajena, a su lado. Debía estar perdiendo la cabeza. Mi lado subconsciente me pedía a gritos que me saliera en cuanto antes de allí. Y... La otra parte de mí, parecía no querer seguir con aquella orden. Se que no está bien, que lo que estoy haciendo no tiene escusa, y es una completa locura.

Mis labios se curvearon haciendo un gesto de opresión, tenía un sabor amargo en la garganta. Me sentí con inquietud. A causa de la falta de sueño, mi cabeza comenzó a doler, ví las cosas un poco distorsionadas, pestañeé varias veces para que de alguna manera pudiera mejorar mi imagen de la habitación. Sigilosamente me incorporé mejor, mis codos me sirvieron de soporte para alzar la mirada y poder buscar por alguna parte un reloj, necesitaba ver la hora. Cogí el móvil que yacía en el pequeño mueble a un costado de la cama.

07:03 a.m

Suspiré e hice una mueca de disgusto. Me sentía cansada y un poco mal a la vez, algo no estaba bien. Mi estómago gruñó, el hambre se apoderó de ello. Nuevamente contemplé el techo y mis alrededores, en mi mente comenzaron a circular los vagos recuerdos de la noche anterior. Mi intimidad ardía considerablemente. Fue muy duro conmigo que las anteriores veces. No pude evitar sonreír levemente ante aquellas facetas.

Pero debía volver a casa. Tan pronto como mi mente me lo permitió, me hizo poner los pies en el suelo.
Anoche antes de qué él se quedará dormido. Sentí una fuerte opresión en el pecho... Lo miré en ese instante, estaba dándome la espalda. Me mordí el labio, esa terrible sensación volvió a apoderarse de mí cuerpo. Mi piel se puso de gallina. Y sentí que ni corazón ardía.

Mordí mi labio ante las palabras de una voz mental que me repetía una y otra vez que necesitaba pensar bien las cosas.

“Me dejarás ir está noche...”
“¿Que hay de las demás noches, me dejarás ir?”

Que tonta fuí.

Entré en pánico, un nudo se formó en mi garganta y estómago. La ansiedad y el ambiente sofocante no ayudaban en mucho. Aún tenía el sabor amargo en mi boca, mi corazón se aceleró mucho más que antes.

Anoche comprendí que lo que yo sentía por él era muy distinto a lo que él sentía por mí... Quizá él ni siquiera siente absolutamente nada, más que atracción para poder saciarse. No soy más que para pasar el rato con él.

Suena cruel pero es la realidad.

Sí continúas... te harás daño. La voz volvió a aparecer, supongo que era mi consciencia pidiéndome que abandonará el lugar lo más pronto posible.

¿Que debía hacer?

Fácil. Irme de allí y volver a casa antes de ser descubierta. O quedarme y que me valiera una mierda todo. O... Simplemente irme y no volver hasta pensar bien las cosas. ¿Cómo es que de un momento a otro me sentía bastante insegura, bastante inquieta, bastante...mal?

𝓓𝓪𝓭𝓭𝔂 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora