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Maratón.

Comenzó a besar mis labios con hambre, tratando de mezclar el sabor de mi gloss y sus belfos color cereza.

Era un lucha para deducir quién es el dominante en el beso, nuestras lenguas también tuvieron un rol importante en dicho beso lleno de pasión y deseo. Me besa como sí estuviera haciendo el amor con la boca, me muerde intencionalmente el labio inferior y con su mano acarició mi cintura y después fue acercando mi cuerpo a la de él.

Después, me senté en su regazo.

Levanté los brazos y rodeé el cuello, mientras seguía besando ligeramente un beso lleno de dulzura y también deseo. El beso aumentó en intensidad y el sudor junto con la excitación de nuestras pieles se deslizan por nuestros cuerpos causandonos una sensación única y sensual. Con mis dedos enredé su cabellera y apreté –no tan fuerte– y tiré de ella para profundizar aún más el beso, después de unos segundos, él llevó sus manos a mis mejillas para sentir la suavidad de estás e incluso el calor que desprendían a causa de la excitación. Durante ese momento moví mis caderas haciendo círculos encima de su miembro, sentí su erección y noté que mi piel se humedecía al sentir su tacto.

Gemí al instante.

Y según momento a otro me llevo en brazos hasta llegar a la cama, para que allí me diera el mejor de los placeres, como sólo él sabía hacerlo.

Él soltó un grave gemido por encima de nuestros labios y no dejó de acariciar mi cintura. Por mí parte, enredé mis brazos en su cuello y abrí las piernas para qué él pudiese estar en medio de ellas para que en cualquier momento poder despojarnos de la ropa –que en ese momento era irrelevante–.

—M-me encanta todo de tí —alcancé a escuchar su comentario, su voz era jodidamente ronca en ese momento. Está excitado, muy excitado.

Poco a poco sentí su erección en mí feminidad, estaba jodidamente duro y listo para poder entrar dentro de mí. Como solo él sabía hacerlo.

—Eres preciosa ___—vuelve a hablar pero está vez más excitado que nunca.

Después de eso. Dejó de besar mis labios y se dirigió a mi cuello para dejar marcas en él y susurrarme al oído cosas sucias y a la vez... ¿agradables?...

Tan pronto como pasó, estábamos desnudo y listos para sentirnos y compartir nuevamente un encuentro lleno de placer y lujuria.

Tomé las sábanas entre mis uñas y tiré de ellas al momento que él, entró de una sola estocada dentro de mí sin previo aviso y piedad.

Gemí y grité a la vez, era algo nuevo, él siempre empezaba con suaves movimientos, y entra en mí de forma lenta y placentera... Está vez fue todo lo contrario.

—mmmgh~ —jadeé contra sus labios, creo que eso le hizo que se encendiera más.

Comenzó a moverse un poco más rápido, mucho más de lo acostumbrado.

Cerré los ojos en completo deseo, estaba intentando de despojar el dolor y recibir gustosa el placer; que no tardo mucho en presentarse.

—J-joder... estás tan estrecha~

Mordía mis labios con mucha fuerza, que por lo visto, estaría rojos después de todo.

Su mano recorría mis muslos de manera jodidamente sensual y a veces propinaba uno que otro golpe –pero no tan exagerado–, poseyendome por completo.

Me sentí al borde del éxtasis, desearía hacer de eso un momento sempiterno.

Unas cuantas embestidas más bastaron para poder alcanzar el tan esperando orgasmo. Él emitió un gemido al momento de venirse en el preservativo. Lo último que hizo fue salir de mi feminidad y acostarse a lado mío, con la respiración sumamente agitada y tratando de recuperar las energías pérdidas a causa de la larga ronda de sexo hace unos segundos.

En ese momento lo único que quería era caer en profundo sueño para poder relajarme en verdad terminé cansada.

—¿Estás cansada cielo? —me preguntó con dulzura, que en ese momento había olvidado lo rudo que había sido momentos antes.

—D-demasiado...

—Yo también lo estoy —confiesa, a pesar de no poder ver su rostro, puedo decir que había sonreído complaciente —,pero aún tengo algo en mente.

—¿Que cosa?

En la habitación no se podía escuchar nada más que nuestras descontraladas respiraciones.

—Bueno...—caló una extensa bocada de aire y continúa:— vayamos a la bañera y sabrás lo que quiero.

—¿Bañarnos juntos?

—No solo eso.

Oh...

El sonido de una pequeña risita se hizo se hizo presente en la habitación.

—Vamos cielo, necesitas relajarte un poco.

Me tomó del brazo, para que yo pudiera salir entre las delgadas sábanas blancas que cubrían enteramente mi cuerpo desnudo y bañado en sudor.

Ambos estábamos completamente desnudos y estábamos listos para tomarnos un baño juntos, que sin pudor alguno nos metimos a la ducha.

Él dándome masajes en mis espalda baja y yo en la suya, estábamos frente a frente mirándonos fijamente, dejando que las pequeñas gotas de la regadera cayeran en nuestros cuerpos, regalandonos una relajante sensación. Él junto muestras frentes y llevó su mano derecha a mi trasero para apretarlo un poco. Prosiguió besarme en mi cuello sin dejar marcas alguna.

El placer y la excitación me impedían hacer algo para deternerlo y hacer lo que era debido –tomar la ducha– que era eso a lo que habíamos ido.

Pero entendí su referencia con “no solo eso”.

Jamás pensé en tener un encuentro sexual allí adentro, todo eso era tan nuevo qué hasta estoy casi segurísima que no será la última vez.















Después de ducharnos fuimos rumbo a casa. Habíamos pasado el límite de tiempo que tenía contemplado pasarla con él.

Solo esperaba y que llegáramos a casa sin levantar ningúna sospecha o algo parecido...

Él camino de regreso a casa fue un poco acogedor, pues íbamos platicando de temas de suma interés. ¿Pueden creer lo sabio que resultó ser? A cada cuestionamiento que tenía contemplado para preguntarle respondía con certeza y seguro de sí mismo.

Resulta que Min YoonGi no es como muchos piensan: un hombre adinerado con un carácter sumamente solitoario, frío e inexpresivo, así como un muro sin pintura. La verdad es que no del todo. Y justo esa tarde lo había comprobado, también comenzaba a saber un poco más de él, como su gusto por el deporte, más por el baloncesto y que compone canciones en su piano, por qué sí, en el departamento había uno a la vista de la gran sala de estar... Y más.

No cabe duda qué no todo es lo que parece.

𝓓𝓪𝓭𝓭𝔂 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora