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—S-solo... no sea tan duro conmigo papi...

—No puedo asegurarte eso, llevo días sin tomarte... y no pienso contenerme ni un segundo más.

Su respiración estaba tan agitada como la mía. Sus mejillas estaban sonrojadas y su voz era aguda. Entre leves gemidos y suspiros ella lo estaba disfrutando. Mientras yo besaba sus clavículas, mi mano derecha acariciaba su muslo muy despacio, así como a ella le gustaba. Poco a poco se fue removiendo de mis piernas para recostarse en la amplia cama en dónde estábamos sentados en la orilla.

Mordió sus labios de quitarse la blusa y después el sujetador lentamente para así provocarme aún más. Tanto a ella como a mí, nos gusta jugar y saciar nuestras necesidades con placer.

Posé una mano en su pecho, parecía ser que ella lo disfrutaba muchísimo, procedí a besar su cuello nuevamente y ponerme entre sus piernas. Mi miembro estaba duro. Y su braga estaba mojada. La sensación de tener su cuerpo bajo el mío me hizo sentir completo. Los días estaba solo en el hospital sin que nadie me atendiera me estaban matando. Estaba tan desesperado por tener a _____ a mí merced, y poder complacer a ella y a mí.
Tan pronto cómo pude, me deshice de su ropa interior y metí dos dedos en su feminidad. Ella gimió y cerró sus ojos, hundida en el placer. Sus paredes se estrecharon al instante, era momento de hundir mi pene en ella y hacerla gritar hasta dejarla sin aliento.

Todo era perfecto hasta qué...

Desperté. Y me dí cuenta que solo estaba yo acostado en la gran cama de mi habitación. Solo y con una erección mañanera que debía atender de inmediato.

Gruñí. Todo había sido un jodido sueño. Era la tercera noche que soñaba con ella. Pero... ¿por qué?

Ella me había dejado en claro que ya no quería que hubiera algo entre los dos. Yo claramente le especifiqué como debían terminar las cosas. Y respeté su decisión sin ningún problema. Pero... acaso más allá del fondo yo..

No.

Revisé la hora; eran las nueve en punto. A través de las cortinas, los rayos de sol sobresalían. Odiaba estar encerrado y recostado, sin hacer nada interesante , más que ver una serie o película. Y platicar con la sirvienta que Hoseok amablemente contrató para mí. Era joven y algo callada. Tenía el cabello rizado y piel morena, y su estatura no era tan baja. Siempre con una sonrisa en su rostro. Seguramente en este momento estaría en la cocina preparándome el desayuno.

Cómo sea, Hoseok había dicho que vendría a dejarme algunas cosas de mi antiguo hogar por la tarde. Sinceramente ya no regresaría a mi hogar. Tenía que adaptarme nuevamente en la ciudad, pero será por un tiempo, puesto que una vez que me recupere me iré del país. No sería problema con dejar de estar asociado con mi padre y comenzar a desempeñarme en el extranjero. Tenía en mente mudarme a Nueva York, no sonaba nada mal. Aún que, Francia también es tentador para mí.

Minutos después, la sirvienta llegó con una bandeja llena de comida. Olía delicioso.

—Le traje el almuerzo señor Min. ¿Le gusta el pan francés?

—Si, es delicioso. Aún que el doctor mencionó que debo consumir poca azúcar y grasas por mi condición.

—Entendido señor —dejó la bandeja en la mesita de noche y dió una reverencia antes de salir, dejándome solo.

𝓓𝓪𝓭𝓭𝔂 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora