Aletargado sueño.

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Los primero rayos del amanecer iluminan el cielo nublando y entran por el ventanal con debilidad.
Miro a mi mujer entre mis brazos. Tiene el ceño fruncido y se remueve mucho.
Apenas hemos dormido.
Estoy agotado, angustiado.
Le acaricio la cara con cuidado y le beso la mejilla. Ella se remueve y abre los ojos. Rápidamente se tensa.
-Buenos días, nena.-le digo en voz baja acariciando su brazo.-¿Quieres desayunar?-niega con la mirada vacía y sin brillo, llena de tristeza y dolor. Cierra los ojos y se tapa hasta el cuello con la sábana.
Cierro los ojos con fuerza conteniendo mi propia angustia.
Respiro hondo entrecortadamente.
Me duele el pecho.
¿Cómo pueden la vida cebarse tanto con ella?
Al poco tiempo su respiración se vuelve regular y la miro mientras duerme. Está más tranquila.
Bajo las persianas con el mando a distancia para que la luz no la moleste.
Necesita dormir.
Me doy una ducha y me visto.
Uno vaqueros azul marino y una camisa vaquera.
Hoy trabajaré desde casa.
Mientras me pongo mis Adidas beis, pienso en el trabajo que tengo.
Desayuno en el más absoluto silencio. En mi mente doy vueltas una y otra vez a todo lo que nos está pasando.
Solo consigo deprimirme, desesperarme y yo necesito estar fuerte para ella.
Me froto la cara con desesperación.

-Gail, estaré en mi estudio trabajando. Avísame si Ana despierta.-asiente rápidamente.

-Claro, descuida.-me dice amable, sé que quiere decir algo más pero se calla y se vuelve a sus quehaceres.
Me dirijo a mi estudio, me armo con un café y me pongo al día con Ros.
Agradezco el entretenimiento que el trabajo me produce porque paso una mañana de lo más productiva.
Ana duerme, la he ido a visitar de vez en cuando, pero sigue sumida en sus sueños. Parece tranquila.
El teléfono fijo suena y los cojo.

-¿Sí?

-Christian por Dios.-la voz preocupada de Carla me llega con desespero.-¿Donde está Ana? Llevamos toda la mañana llamándola. Christian no nos coge el teléfono.

-Tranquila, Carla. Estamos en casa. Nos hemos tomado el día libre.-no quiero mentirle, pero tampoco preocuparla.

-Pues dile a esa chica que me coja el teléfono. Quiero hablar con ella.-me froto la cara.

-Carla...Ana...

-¿Qué? ¿Qué pasa con Ana?-me dice.
Dios.

-Ana no se encuentra muy bien. Está descansando. No he querido preocuparte.

-¿Qué no se encuentra bien? ¿Qué le ocurre? Christian quiero ver a mi hija.-me dice suplicante y se me encoge el corazón.

-Estamos en casa, Carla. Ven cuando quieras.

-Ahora te veo.-cuelga.
Me reclino en mi sillón.
¿Qué iba a hacer?
No quiero preocupar a Carla. Puede que Ana no quiera contarles lo que le ha pasado, pero tenerlos cerca en estos momentos le vendrá bien.
Asiento conforme.
Se acabó el estar sola, Ana.
Recojo mi mesa y voy a la cocina.

-Gail, mis suegros vienen a ver a Ana. Puedes preparar el almuerzo para cuatro.-asiente.

-Claro, Christian. Estoy preparando un caldito de pollo para Ana.-asiento agradecido. Le vendrá bien algo ligero.-Creo que hay en el congelador unos filetes de salmón. ¿Te parece bien?-asiento.

-Estupendo, Gail.-le doy un apretón cariñoso en el hombro y voy hacia la habitación.
Sigue dormida. Y después de la noche que ha pasado no me atrevo a despertarla.

Nunca lejos de mi. #Pgreysteele2019Donde viven las historias. Descúbrelo ahora