5-. Furia: Pésimo Aliado

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Grace:

Corrí, y no me detuve. Sin pensar en nadie que me ayudara o hiciera daño.

¿Tenía miedo? Sí, quizá así era.

Sin embargo, no quería dar testimonio, mirarle el rostro a esos dos que hicieron de mi noche un infierno. Odio no era precisamente la palabra que definía aquello.

Estaba nublada. Confundida. Desolada, y por poco, desvanecida. No quería volver a ningún lugar que no fuese ese que me acogía sin límite, esto había sido demasiado para mí. Ver a Jack otra vez reavivó todos mis recuerdos del pasado, más obstáculos para todo, más mentiras, más desconocidos. Ese momento bastó para que me llevase al límite, de que estaba sola, y así el tiempo pasara, el pasado volviese o se fuera yo seguiría lejos de ser quien quería ser. En una constante lucha que solo me hacía doler ahora mismo el pecho y las muñecas ensangrentadas.

Permanecía corriendo, sin importar cuántos autos dejaba atrás, cuántas veces me había tambaleado, cuánto faltaría para un nuevo amanecer, y cuánto pudiese resistir. Fue entonces cuando mi mente se despejó, mi corazón no dudó y me dijo qué hacer, entretanto mi cuerpo acató sus gloriosas órdenes. Bailaría. Sería libre, de la maldad, de un sentimiento. Tomaría de la mano la vida que deseaba, esa en la que somos felices estando al cabo de saber que, estaremos dispuestos a correr ciertos riesgos, estaremos dispuestos a romper límites y destrozar cadenas aunque nos ardan las manos.

De algo sí estaba segura. Mi cuerpo se haría brasas si de bailar se trataba.

En ese momento, en el que estuve en el sótano, percibía un aire más fresco, y para mi sorpresa cierta niebla colaboró con mi difuso estado de ánimo. Esta era siempre, mi escapatoria, mi lugar a donde correr.

Sin mirar más que el lugar donde mi sombra estaba ausente, encendí el reproductor y en el intento de hacerlo de prisa mi tobillo vaciló. Justo ahora, era cuando más me deleitaba con el sabor de la danza, cuando te das cuenta de que tu anatomía te permite el deseo perenne de un insomnio rítmico.

El verdadero porqué del desafiar ahora, era lo que menos interés de mí tenía.

En medio de mis divagaciones, las notas de "Enjoy The Ride" interpretadas por "Krewella" ya habían contrarrestado el silencio; y lo comencé a sentir, otra vez, el ímpetu de moverme como quisiese. Percibía más que deseo en este caso, era ira, inseguridad, soledad y una tormenta de secretos, que empezaba a surgir efecto.

Me movía, tal como si quisiera alejar más de lo que tenía cerca. Como si odiara todo y nada.

Siempre podía doler abrir los ojos, pero cerrarlos cuando has visto demasiado siempre es una alternativa factible, y era la que tomaba ahora. Era la manera ideal para percibirlo, quería que doliera, lo anhelaba, fortalecería mis motivos para huir y no volver.

Aunque aquí estaba, conteniendo las ganas de llorar y reírme de mí a la vez.

Odiarme mientras me seguía moviendo era algo justo, porque aun sabiendo que era demasiado, no me detendría. Debía tomar mis adversidades, diluirlas en la cantidad de mis lágrimas y convertirlas en la perfecta forma de bailar, de vivir, y de caminar saltando todos los estribos de mi razón.

Era una mujer, una hoguera, un capricho, pero siempre, una bailarina que sueña. Solo este lugar conoce mis miedos, porqué antes de esta noche, jamás había temido tanto a morir. Morir sin cumplir mi sueño, es morir dos veces.

Ahora desconocía la causa del revoloteo de recuerdos, mis cumpleaños, mis navidades, y el porqué de una vida feliz e infeliz. Había retenido esas lágrimas desde hace tantos años atrás, por lo que en este momento, cuando era mi deber liberarlas, cada una tenía un motivo disperso en la noche, en mis mejillas y en calor que no estaba. Podía recordar los reproches de mi madre, las miradas despectivas de mi padre por amar algo distinto a un futuro maltrecho. La última vez que fui feliz, donde fuese, en sus brazos, siendo una niña perfecta que en nada podía fallar, el diario en el que él quería escribir una historia distinta a la que hoy vivo, y que él jamás hubiese querido para mí.

Pero, ya no quería, había dejado de intentar ser el deseo de más personas, mi esperanza desde ese día no tan lejano, en el que conocí el cómo no serlo, era desde entonces amar el desconocido hecho que me haría aferrarme a ciertas cosas, a esas que conoces al tomarte por sorpresa, porque, al necesitarlas, ellas mismas te encuentran.

¿Necesitaba tener algo más? ¿Quería realmente el dominio de mi misma?

Quería algo que no podía tener, y eso, me consumía en eternas veladas de desdicha y pasión, mi danza reflejaba todas mis preguntas. Es entonces cuando sé que no quería parar, responder contradicciones era paralizarme, pensar en cuánto erraba, y hacerlo, era conocer que ya no debía continuar.

Me detuve, recordé las fotos que tenía en mi bolso, en las que en antaño había mostrado una felicidad infinita, y ellos estaban justo a mi lado, dándome el amor que me habían negado desde aquel día en que mostré rebeldía, y no bajé la guardia. Tomarlas y sostenerlas contra mi pecho era mi salvación y todo lo que quedaba ante un llanto desconsolado y dos extremidades que querían volar. Yo sabía que si las soltaba estaría al borde del caos.

Vivía de recuerdos, de un sinfín de verdades y mentiras, donde lo alto era lo que no podía escuchar, y lo intermedio, lo que tomaba para sanar las grietas que aguardaban en mí y salían a relucir tal como su rostro de las sombras, ese que recordaba y provocaba largos escalofríos.

—Todo está conspirando ahora mismo Grace—me dije a susurros—. Transforma lo terrible en algo inolvidable, nada de esto es justo.

La música iba cesando y mi cuerpo me preparó para un gran salto, que pudiese durar todo lo que se me apeteciera mientras al fin sintiera ese complemento que aún no estoy exhausta de buscar dentro de mí.

—Conviértelo—giré dejando que el viento fluyera en mi cuello—, amalo, permite que te impregne, que te haga suya. De otra forma jamás vas a lograrlo.

Tomé todos los impulsos que mis heridas permitieron y salté, realicé esa voltereta de la que tuve miedo de hacer siempre; sin embargo, era justo caerme o lograrlo, alguna de las opciones estaría bien, podía estar agradecida con ambas, a razón de que, cualquiera me haría sentir o tan cerca del paraíso, o lo suficientemente próxima al infierno.

Krewella entonces le colocó broche de oro a mi intento, el cual tuvo el resultado que se espera cuando bailas de aquel modo, nublada, en furia, vacía y abarrotada al mismo tiempo y con intenciones de arder viva.

La primicia del amanecer me encandiló los parpados a pesar de estar cerrados, un rayo de sol había sido lo último que sentí mientras involuntariamente, una sonrisa de saber que continuaba sintiendo, que seguía siendo yo, fue el gesto de un final predestinado a lo incierto, o a lo que yo tal vez quería desconocer.

— ¡Grace no!—oí profundamente, tan lejos como yo ahora lo estaba de todo.

Incluso, de mí...

Dreamy Girl Dancer © (Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora