17.- Por demostrar lo contario

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Jhon:

La luna permanecía brillando sobre nuestras pieles, sobre nuestras manos, que respiro a respiro dejaban de tocarse.

Todavía no existían palabras, y según lo previsto no las habría. Cuando ya ningún contacto nos unía, noté como algo dentro de mí estaba cambiando. Y algo más en ella. Resultaba fácil ser cercanos en la penumbra, pero durante días claros nos repelábamos, como dos elementos que jamás iban a necesitarse.

Le regalé una última caricia en el pómulo derecho, tan suave que al creer que mañana todo sería igual, cada uno de mis poros se heló. Grace la recibió sabiéndola como una despedida que ella misma podría evitar; sin embargo, prefirió esconder la mirada y dejarme marchar.

Recogí mis cosas y me encaminé a mi "casa". Miré la hora en mi reloj: 2:55am; no solía deambular por ahí a esas horas, según lo que Jack me había dicho era un vecindario del que debías cuidarte mucho más a oscuras. ¿Qué tanto me podía importar si había conseguido lo que quería? Si ella me gustaba, debía apreciar cada estado de ánimo suyo, y ayudarla a desechar aquellos que no la hicieran feliz.

El brusco y repentino movimiento de un arbusto me hizo detenerme. No había ningún tipo de ventarrón, y vaya que había sonado fuerte. Continué caminando, aún me restaba un tramo largo por recorrer para llegar y durante ese proceso me percaté de que ni una sola alma me imitaba por las calles.

No me causaba miedo, más bien, algo de expectativa. ¿Qué tanto me podría conseguir?, ¿un ladronzuelo?, ¿qué iba a llevarse de mí si ambos de cierta manera nos parecíamos?

Reí ante ese pensamiento tan estúpidamente dramático. Quise desviar la cuestión a los exámenes finales, aunque... en verdad quise desviarme en todo el sentido de la palabra al darme cuenta de que no estaba solo.

Zancadas, inevitables zancadas se oían atrás de mí, incluso una sombra se mezclaba con las demás. Probé a seguir caminando por si se trataba de una mala jugada del cansancio; pero no. Alguien estaba siguiéndome, y no parecía demasiado experto. No lo consideraría astuto si pensaba matarme unas cuadras después, ¿al menos se había dado la tarea de investigar a su víctima antes de acecharla?

Caminé otros pasos y de inmediato volteé para captar aunque fuese una silueta conocida. No obstante, el sujeto en eso si se había entrenado bien; el maldito sabía escabullirse. Sonreí y me encogí de hombros, total, ahora solo quedaba cuadra y media; era interesante, ¿cómo no sentirse la gran cosa al saber que alguien invierte tiempo en perseguirte?

Caminé el trecho restante sin inconvenientes. ¿Acaso no necesitaba saber dónde me hospedaba? Qué posible asesino serial tan inepto.

Al llegar a mi destino me desvestí para dormir y recostándome en el catre viejo, tomé en mis manos las fotografías que Jack me había aventado durante aquella discusión hacía días. ¿Crees a ese niño, capaz de asesinar?, ¿capaz de resquebrajar una vida?, ¿ese adolescente con tantas chicas alrededor, merece hoy siendo hombre, hundirse en la soledad del frío? Quizá necesito lo que tengo, pero ¿es mío?, ¿lo merezco? ¿Debo morir acaso en la dependencia de un silencio o de suposiciones de que lo sé todo? ¿Sufrirá una madre por mí en alguna parte?, ¿sentirá un vacío en el pecho algún padre, cada que entra a una habitación que me pertenece?

Las aventé al suelo y con ellas un quejido. Soy un asesino, pero de mí mismo. Juego con mi destino como un bebé con su sonajero y la vida me coloca en posiciones que temo a que me cambien.

Cerré los ojos y con todas mis fuerzas le pedí a Dios que se apiadara de mí. Otra vez.

***

Dreamy Girl Dancer © (Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora