6-. Todo es culpa de Jhon

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Jhon:

Mis gritos no fueron suficientes para evitar el mal que ya había propagado, el que ya estaba hecho.

Ella había caído, y aún desmayada, derramando más sangre de la que tal vez nunca sería digna de ver, la paz en su rostro era más de la que yo podría tener en mi dedo meñique, y me era incómodo acariciarla en tal situación, observándola tan débil. Porque sabría lo que debía hacer, pero recordando sus palabras ¿podía ser el villano y el héroe en la misma historia?

Quizá, romper y reparar eran mis artes específicas, más que el deseo de bailar, eran dos acciones que se me daban de maravilla. De lo poco que recordaba, claro está.

Dejé para luego divagar, ya que ver tanta sangre saliendo de su cabeza me alarmaba completamente. La tomé en mis brazos con tanta delicadeza que no parecía venir de mí, y corrí, como jamás lo había hecho, desesperado por salvar una vida que no me importaba en absoluto, pero no me recordaba tan inservible como para negarle la ayuda a mi futura profesora de baile.

Se anticipó un cartel que señalaba un hospital a pocos kilómetros, ver sus labios tan pálidos y morados me dieron el impulso de temor que necesitaba para llegar.

— ¡Ayuda!—vociferé al entrar a emergencias—, ¡alguien deje de hacer lo que hace y salve a esta chica!

Para mi sorpresa, los demás pacientes ensordecidos por el bullicio y encandecidos por esas detestables bombillas que atrofian las ganas de vivir de cualquiera, se rieron ante mi súplica que a decir verdad, sonaba más a un chiste que a una exigencia.

No logré reaccionar, a causa de que me habían arrebatado a Smith de los brazos y me atosigaban con preguntas, de las cuales no conoces respuesta si la relación más estrecha fue de secuestrador a rehén.

— ¡Ya le dije que no conozco a su familia!—bramé a la enfermera que corría al compás de la camilla, rodando en dirección a algún lugar desconocido.

— ¿Experimentaban alguna posición sexual erótica?—interrogó el doctor sin siquiera mirarme—. ¿Es su novio?

¿Posición sexual erótica? Pues doc, no deje al descubierto sus andanzas de un viernes por la noche.

—Ni lo uno, ni lo otro doc—respondí casi risueño—, aunque tal vez le proponga la primera alternativa cuando esté de vuelta.

La risa del cuerpo médico y la mía estallaron sin respeto a nada. Y ¿cómo no? Si hablar de sexo entre paciente y doctor es tan trivial.

—Ya enseriémonos, muchacho—carraspeó la garganta el doctor—. ¿Cómo se hizo esa herida?

—Doc, se cayó—dije sin más—, es lo único que puedo decirle.

Este asintió y la camilla con el montón de personas vestidas de blanco me dejaron atrás, entrando a una zona restringida.

Tras esas dos enormes puertas, se debatía Smith entre la vida y la muerte. Entre ser la más engreída chica de este mundo, o de otro. Y por primera vez temía, a que le pasara algo cuando minutos antes yo había estado a cargo.

—Maldito seas Jhon—me dije en voz baja—, por ser tan cobarde.

Y lo era. No había palabra que me describiera más que la cobardía. Porque no hay ser le haga más honor, que el que tiene el poder en sus manos y lo desperdicia por temor a mostrar quién es. Maldecía el momento en el que no defendí a Smith de Jack, y hasta de mí mismo.

—Joven—me sobresaltó una enfermera—, acompáñeme, debo hacerle unas preguntas sobre la paciente.

La seguí hasta un lugar parecido a una recepción, se sentó frente a una computadora y empezó a teclear mis respuestas.

Dreamy Girl Dancer © (Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora