30.- Mi única opción de ser feliz

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Grace:

No supe en cuánto tiempo recorrí media ciudad para llegar al hospital, y cuando lo hice, los sucesos comenzaron a ocurrir en cámara lenta. Yo corrí hasta el ventanal de cuidados intensivos, y la vida se me iba en cada intento de los médicos por estabilizarlo otra vez; entraban, salían, pedían instrumentos nuevos. La puerta estaba abierta y podía oír las máquinas pitando fuerte, como si él se estuviese yendo, como si ya realmente fuese demasiado tarde para intentarlo todo. Pero no quiero, no quiero escuchar, no quiero creer que así es como termina la historia.

Mi cuerpo se convierte en piedra y no puedo moverme, ya no puedo oír ningún sonido; siento que mi garganta grita "sálvalo", "sálvalo", "no lo dejen marchar". Pero no puedo hablar, porque quizá sea cierto y no puedo ser su ángel. Mi rostro inmutado y perdido deja ver las lágrimas que van descendiendo hasta desaparecer en mi cuello.

Tanto fue el tiempo que me extravié dentro de mí misma, que no me había dado cuenta de las cuatro personas que me abrazaban. Susurrando que todo estaría bien otra vez, que él se aferraría a vivir, pero sabía que no, aunque fuese llevado de nuevo a su coma.

Estar bien ahora era una mentira, una equivocación y una ilusión muy bonita en la que aún quería creer, a pesar de ver su cuerpo inanimado tratando de regresar.

***

Largos minutos tuvieron que transcurrir para que llevaran a Jhon de nuevo al coma, para que todo según los monitores estuviese normal. Y mientras eso ocurría, mis dos mejores amigos, mi prima y mi hermano me acompañaban en silencio, quizá tenían miedo de golpearme con una frase que se supone tendría que consolarme o el callar seguía siendo cómodo para todos.

—Agradezco su apoyo en este momento—intenté sonar cálida, cuando en realidad cada palabra fue un trozo de hielo—, siento que me hubiese desplomado de no ser por todo su cariño. Pero necesito estar sola, y resolver lo que sea que llevo dentro de mí sola.

—Grace, no puedo dejarte, mira lo que le ocurrió a Jhon, es peligroso...

—Precisamente, necesito asegurarme de que ninguno de los que amo serán lastimados—enarqué la ceja mirándolos a todos—, y eso solo puedo conseguirlo yo misma.

— ¿Estás segura, hermana?—Adams acarició mi mejilla.

—Por favor hagan lo que pido—vi cómo el sol comenzaba a esconderse—, les prometo cuidar de él, de ustedes...

—Pero, ¿cuidarás de ti?—Elizabeth tomó mi mano.

—Aún estoy trabajando en eso.

Mi declaración fue suficiente para que se despidieran de mí y se fueran a casa. Yo en serio necesitaba ese momento a solas, luego de tanto que había pasado quería respirar, soltar el aire que todavía tenía retenido por creer que perdería al chico que amaba. Y sí, claro que tenía que pensar en qué hacer ahora que conocía la verdad.

Antes de irme, le había pedido a mi tío un día y medio para sopesar bien las cosas. Sí había pedido tiempo sola, era porque la decisión no era precisamente fácil de tomar.

Dave me había colocado los dos platos fríos sobre la mesa. El primero era renunciar al legado de mi familia, a todo lo que años atrás tanto había necesitado para conseguir mi sueño de bailar sin ataduras, para que Kannia y Tonny dejasen de atentar contra mi vida y la de los que amo. Y el segundo, era tomar todo lo que me pertenecía bajo cualquier riesgo; rogando a Dios que cometiesen algún error en los atentados para poder meterlos en la cárcel el resto de sus asquerosas vidas, ya que hasta el momento al no dejar rastro de nada, no podían ser culpados.

Quería reiniciar el día, no para volver a vivir las mismas cosas, sino para entender cómo estaba en esa posición esa noche si por la mañana, despertando en mi cama, en casa, después de haber tenido esa alentadora sensación entre Jhon y yo, todo parecía más claro, más prometedor.

Dreamy Girl Dancer © (Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora