19.- Mejor que una chica mala

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Grace:

Todo lo que antes creí real terminó por desvanecerse. Estaba envuelta en una telaraña interminable, que mientras más examinaba, más devastadora resultaba.

Tenía un abuelo, renegaba de nuestra existencia y del mismo amor que un día nos llevó al vientre de mamá. Por un momento me sentí la peor hija del mundo, pues me recordaba tan cruel al tratarlos sin saber por todo lo que habían pasado para mantenernos juntos. Existía un sentimiento ansioso de encontrar en mí el afecto familiar que les tenía, pero algo más me dolía. Ocultar el origen de lo que Adams y yo representábamos: Bastardía. Más un acto de valor con la indecencia de una aventura.

Palpé la carta, me percaté de una pequeña hendidura en la cubierta del papel. Presté más atención y para mi sorpresa, una enorme "S" se escondía a simple vista. No había que buscar más, las otras cartas azules debían ser de ese mismo señor, o de algún otro conformante de la compañía bastante allegado y sabedor de toda la información. Adams no volvió a entrar, supongo que también estaba conmocionado; ¿quién no reaccionaría igual frente a un abuelo que te señala, una madre de decisiones cuestionables y un padre "chófer" heredero de una compañía? Esa verdad despertó en mí el mismo efecto de un adicto saboreando su primera dosis de droga en el día, yo necesitaba más, ¿qué compañía, por qué se relacionaba con la imposición a bailar?

Y aún más interesante, ¿tales hechos se ligaban con mi retrato en casa de Emma y la reacción de su madre ante ello? El deseo de saciar mi curiosidad recorría cada centímetro de mí. Y yo no sabía decirme que no. Eso fue suficiente para encaminarme, no sé cómo ni cuándo a casa de Elizabeth, allí podría investigar lo necesario para dormir esa noche.

¿Quién era Harrison Smith y, qué tan crucial era en mi vida?

Saqué la llave que mi mejor amiga me había dado en caso de emergencia, para poder entrar a su casa. Al ingresar, corrí como si se tratase de la mía, a lo que los padres de Eli respondieron con un "hola pequeña Grace". Devolví el saludo bastante seca y terminé de subir las escaleras.

—Hola, te amo, desplázate que necesito hacer lo mío—solté al entrar a la habitación de Eli.

—Es toda tuya, solo quiero oír la historia cuando termines—se apartó de la PC dándome espacio, a lo que yo gustosa asentí.

Casi por instinto me apropié del computador y tecleé como si no hubiese un mañana el nombre del susodicho que tanto revuelo había provocado. Su rostro era tan parecido al de Adams, el destino lo había castigado con eso tal vez, aunque no se podía negar lo apuesto que era luciendo tan elegantes trajes, y a pesar de haberlo visto en la foto que mi hermano había encontrado ahora podía verlo mejor. Su mirada manifestaba lo implacable de su carácter, puede que de allí predomine mi gen de luchar por lo que quiero.

<<Exitoso empresario Smith convierte a su hijo soñador en el instructor principal de sus estrellas>>. <<Presentaciones artísticas por alumnas de la Compañía NYCD con el instructor Lucian Smith como cabecilla generan furor en los escenarios>>.

Quería gritar, mi padre había sido profesor de artes, ¿por qué entonces no entiendes mi modo de hacer arte, papá?, ¿cuál es el arte que enseñabas? Una cosa conllevaba a la otra, y si algo estaba claro era que esa noche tenía que saber al menos la mitad de esa realidad que se destapaba. Justo cuando estuve a solo un clic de conocer en qué tipo de mundo estaba sumergido papá y por consiguiente, mamá, el sms de Adams borró de mi mente esa tarea.

"Te quieren aquí ahora mismo. No he abierto la boca, pero por favor regresa o nos cortarán la cabeza a los dos. PD: Tengo miedo, están furiosos".

Dreamy Girl Dancer © (Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora