CAPÍTULO 8

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Hoy reafirmaba mi teoría, el fin de semana es algo como... El peor amante del mundo. ¡Demonios! Dura poco y se va muy pronto. Más bien debería existir otro día... Algo así como un Sabiernes... Un trimingo... O lumingo.

En fin, mi lunes ya había empezado y agradecía que mi estado de salud estuviera mejorando. Hablaba como un hombre, pero ni modo, mejor eso antes que no poder rendir en el trabajo debido al malestar.

No hacía el mejor tiempo, vestí adecuadamente y sólo apliqué un maquillaje mínimo. Sencilla y ligera, concordando con mi estado de ánimo.

Debía llegar al trabajo sin mojarme y lo haría de esa forma porque de lo contrario, mi salud se vería más afectada

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Debía llegar al trabajo sin mojarme y lo haría de esa forma porque de lo contrario, mi salud se vería más afectada. Agregue un gran abrigo a mi outfit y empaqué un impermeable y un paraguas. Vi mi reloj y joder... Estaba justo sobre la hora. No tenía tiempo para desayunar. Abandoné mi piso y entré al auto, mirando el coche en los asientos traseros.

Hoy debía devolverlo.

Había quedado en hacerlo ayer, pero pasé el día en el balcón editando las fotografías de las modelos. Cuando me di cuenta, ya era demasiado tarde.

Llegué a la empresa y empecé mi jornada laboral. Debía confesar que hoy y mañana tenía contratos con dos revistas. Hoy, una sesión importante para Vogue y mañana con Harper's Bazaar. En efecto, trabajaría con algunas celebridades.

Hoy me sentía totalmente honrada y muy afortunada del trabajo que iba a realizar. Para que entiendan un poco, hace algún tiempo finalmente el sueño casi frustrado de muchos, incluyéndome, se hizo realidad. Camren se había confirmado. Sí, después de años, pero al final entendieron que no podían ir en contra de sus sentimientos, no cuando era tan intenso y lo mejor... Correspondido. Aquel primer amor en definitiva, sí resultó ser para siempre. Tanto, que ni siquiera los años ni cada arremetida de sus directivos y mucho menos la horda de disturbios después de confesarlo, pudieron derrotarlo. Ellas mantenían su relación alejada del ojo público porque no querían que sus carreras se vieran afectadas por el éxito del ship. Querían seguir triunfando, pero debido a su talento. Y vaya que lo estaban logrando... Aquellas chicas eran estupendas y por lo que había escuchado, estaban trabajando juntas en algún tipo de organización para defender y proteger los derechos de las personas LGBTI e incluir diferentes tipos de programas para crear conciencia.

Bien, como decía, ellas no solían hablar de su relación, pero Vogue había encontrado la manera de hacerles hablar y solicitaron mi trabajo para las fotografías de la pareja. En efecto, por primera vez, saldrían a la luz fotografías profesionales de ellas mostrando su amor. ¿Quién lo iba a pensar? Esas dos mujeres marcaron mi adolescencia. Fueron protagonistas de muchas horas en las que vi videos y hacía añicos mi mente al tratar de unir pruebas y hacer teorías. Teorías que frustraban porque eran obvias y no lo terminaban de aceptar. Pero ahora, a sus 29 años al fin eran libres de sentir y de expresar su amor, sin restricciones, sin sufrimientos, sin miedos... ¡Y yo iba a fotografiarlas por primera vez! Si alguien le hubiese dicho a mi yo adolescente que esto pasaría años después, hubiese pensado que estaba completamente demente y creo que hasta le habría pagado un psicólogo. ¿Pero qué decir? Así era la vida, llena de giros y cambios increíblemente impredecibles.

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