UNO

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Corrió esquivando tantas cosas como le fue posible en medio de aquella oscuridad; su cuerpo estaba malherido y cansado, pero detenerse significaría la muerte. Detrás suyo, unos gruñidos se hacían cada vez más fuertes, más cercanos; concentrada en eso, tropezó con unas bolsas de basura que estaban delante suyo y cayó de rodillas al piso. Impulsada por la adrenalina, se levantó rápidamente, ignorando el dolor que se expandía por sus piernas, y continuó corriendo a toda velocidad. Al fondo del callejón, vio una luz amarillenta: la salida; a medida que se acercaba, podía oír voces, pasos, gente. Si salía a su encuentro, la criatura dejaría de seguirla, momentáneamente. Sintió un calor en la espalda y unas gotas que bajaban por ella: la había golpeado, pero no importaba, ya casi estaba fuera, sólo unos metros más.

La criatura lanzó un aullido y se abalanzó sobre ella al momento en que saltaba hacia delante, cayendo en la acero, bajo la luz de unas farolas y delante de unas voces que en cuanto la vieron, callaron. Se volteó trabajosamente y sonrió, victoriosa: estaba a salvo, en la luz y rodeada de gente nada podría hacerle daño.

Un chico se acercó a ella y le apuntó con una espada, justo en el cuello.

-¿Quién eres?-preguntó con autoridad. Desde allí no alcanzaba a verle el rostro.

-¡Cielo santo!-gritó otro.-Está llena de sangre.

-¿Quién eres?-volvió a preguntar el primero. Presionó la punta de la espada en su cuello hasta hacerle salir una gota de sangre.

Recuerda: si te atrapan, no hables.

El segundo chico se acercó más y movió el brazo del primero, alejando la espada de su rostro.

-¿Estás bien? ¿Qué te sucedió?-se había agachado a su lado y la observaba detenidamente. Su rostro no podía ocultar la sorpresa que sentía, y ella no podía culparlo, de seguro su cuerpo estaría hecho un desastre.

-¿Eres muda?-el primero hizo señas con sus manos: "¿Eres sorda?"

Ella sólo lo miró unos segundos, cansada; quería estar en su cama, relajada y sola, sin heridas ni armas. Quería paz. Pero sabía que dejaría de ser ella misma si consiguiera paz. Suspiró ruidosamente y comenzó a ponerse en pie, con dificultad, pero sin ayuda; los chicos estaban tan sorprendidos que sólo la observaban atónitos.

-Necesitas atención médica.-sugirió el segundo. De pie, pudo notar que era varios centímetros más alto que ella. Tenía la mandíbula tensada y los ojos verdes bien abiertos, sobre los cuales caía su cabello húmedo. Le echó una mirada rápida al que tenía la espada: era tan alto como ella, de metro sesenta, y llevaba el pelo recogido en una cola baja; la observaba como si fuera un monstruo. Se miró a sí misma en el reflejo del vidrio de una tiendita y comprendió por qué: no había un centímetro de su cuerpo que no estuviera cubierto de sangre. Se llevó la mano al abdomen y sintió la piel dura, abierta, húmeda, en un corte tan largo como profundo; luego miró sus manos, cuyas palmas estaban abiertas en una línea larga, aunque poco profunda. Tenía un pequeño corte en la frente y otro en la ceja derecha. El chico de la cola se paró detrás suyo y soltó un silbido.

-Si no estuvieras bañada en sangre, diría que puedo ver tus pulmones desde este corte.-dicho esto, guardó su espada en su funda y le puso una mano amistosa sobre su hombro. Ella la esquivó y se volteó a verlo;abrió la boca para decir algo, pero se lo guardó y comenzó a alejarse por la acera.

-Estás dejando un rastro de sangre.-gritó el chico.-Si no quieres que te sigan, deberías hacer algo al respecto.-miró a su compañero, quien sonrió y corrió hasta alcanzar a la chica. Se detuvo frente a ella, impidiéndole el paso.

-Soy Jake.-le tendió una mano. Ella le mostró ambas palmas y él bajó su mano instantáneamente.-Él es Nathan. Déjanos ayudarte, eres presa fácil, tan herida y dejando un sendero de sangre detrás tuyo.

-Estaré bien.

-Wow, así que hablas.-Nathan se había acercado a ellos.-Ven con nosotros, tenemos un equipo médico que te ayudará con eso.-señaló todo su cuerpo mientras sonreía.

-No necesito ayuda.-intentó avanzar pero Nathan la tomó por la muñeca.

-Es nuestro deber civil ayudarte.

-¿Ah, sí?-preguntó con sarcasmo.-Bueno, llegan tarde muchachos.-se soltó y continuó avanzando. Esta vez ninguno la detuvo, ni se acercó a ella.

-¡Al menos dinos tu nombre!-gritó Jake.

Ella se volteó para contestar, aunque sin detenerse.

-Katherine.

Los chicos la observaron desaparecer en el horizonte, sin evitar notar que se mantenía bajo la luz de las farolas y alejada de la más pequeña sombra.

-¿Crees que llegará lejos?-preguntó Nathan mientras regresaban.

-Si eso llegara a suceder, -comenzó Jake.-tendríamos que reclutarla.

-¿Por qué?

Jake sonrió.

-Porque significaría que nada puede matarla.

ProgresiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora