SIETE

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A las siete en punto, Matt tomó el volante y aceleró hasta las afueras de la ciudad, durante una hora; al llegar al sendero de las ramas quemadas, detuvo la camioneta y todos bajaron por éste. Lo recorrieron a pie hasta llegar al claro, donde debían separarse.

—Bien, —comenzó Kat.—Jennie, tú irás allá.—señaló un árbol alto que estaba a su izquierda.—Te esconderás detrás de ese árbol y aguadarás hasta que Nathan aparezca por aquel sendero.—señaló a sus espaldas.—Detrás de aquellos arbustos irás tú, —hizo una pequeña pausa para ver el rostro amenazante de Jennie antes de nombrar al chico que trabajaría junto a ella.—Matt.—sonrió cuando notó que la chica la fulminaba con la mirada.—Jake, tú y yo nos vamos ahora.—dijo y se encaminó al sendero, con el chico a su lado.

Los otros tomaron sus posiciones y allí esperaron, observando la luz solar que se filtraba entre las copas proyectando sombras en la tierra.

Jake y Kat llegaron rápidamente al lago. Se escondieron detrás de una rocas altas que había a pocos metros de la orilla y observaron a Nathan, que estaba sentado dentro del agua, con ésta cubriéndole el cuerpo hasta el cuello. Sin decir una palabra, Kat se acercó a él hasta tocarlo con la yema de los dedos. El chico la contempló unos minutos eternos, antes de erguirse bruscamente y abrir la boca para sonreír como si fuera un loco. A pesar de que quería echarse a correr, Kat no movió ni un músculo, hasta que la luz del sol dio con la hoja de la espada de Nathan, que estaba flotando sobre el agua, a su lado. En ese momento, dio un paso hacia atrás y comenzó a correr tan rápido como su pierna—aún herida—le permitía. Regresó al bosque y oyó pasos a sus espaldas, que pisaban con seguridad, esquivando mejor que ella las raíces y los troncos caídos, como si conociera el camino a la perfección. De reojo, podía ver movimiento a su izquierda: Jake.

De camino al lago, él había decidido atar un pedazo de soga a un árbol para saber que estaban cerca del claro; cuando Kat la vio, intentó acelerar el ritmo para llegar más deprisa al claro. Detrás suyo, Nathan le lanzaba golpes con la espada pero, afortunadamente, no la habían alcanzado. Saltó unos arbustos y rodó cuando cayó para aminorar el golpe; Nathan saltó y se acercó a ella velozmente, con su espada en mano. A su lado, Jake le hacía una señal con las manos a Matt y a Jennie, quienes salieron de su escondite y esperaron el momento justo para capturarlo. Kat esquivó algunos golpes más y lo dirigió hasta los árboles, donde Matt estaba abriéndose la palma con una navaja. ¿Él también tenía una progresión? Mientras el chico incrementaba monstruosamente el tamaño de sus sus músculos, Jennie desenrollaba una soga y esperaba a que Matt lo retuviera entre sus brazos para amarrarlo.

Kat continuaba esquivando golpes hasta que Matt le gritó que ya estaba listo y,en efecto, así era: sus músculos eran inmensos, perfectos para atrapar a alguien tan pequeño como Nathan y que no pudiera escapar. El chico le lanzaba un golpe tras otro y Kat comenzó a guiarlo hasta Matt; sin embargo, la hoja de la espada rozó su pierna antes de dibujar un círculo en el aire y caer sobre su cabeza. Distraída por el roce, Kat detuvo el golpe con sus manos, abriendo sus palmas con un corte profundo y salpicando la tierra con sangre. Jake se lanzó contra Nathan y lo derribó, a la vez que lo retiraba su espada.

—¡Matt!—gritó y el chico levantó a Nate en el aire, aprisionándolo entre sus brazos. Jennie se acercó y comenzó a hacer nudos con la soga en sus pies y subiendo hasta sus piernas. Matt lo soltó y lo retuvo junto al suelo, mientras la chica le amarraba los brazos con fuerza. Cuando terminó, Matt lo cargó en brazos y se dirigió a la camioneta.

Jake se acercó a Kat y la felicitó.

—Excelente plan.—dijo; ella asintió, sorprendida.—¿Qué sucede?

—No creí que fuera a funcionar.—confesó y se rió.

—Bueno, a decir verdad, yo tampoco creí que fuera a funcionar. No esperaba que él aún deseara asesinarte.

—Yo tampoco.

Se quedaron en silencio unos segundos mientras intentaban recobrar el aliento, la carrera los había agotado. Jennie se acercó a ellos.

—¡Gran trabajo en equipo!—dijo abrazando a Jake. Kat notó que él no le devolvió el gesto, sino que sólo le dio unas suaves palmadas en la espalda. La chica lo soltó y miró a Kat de arriba abajo y, sin mediar palabra, se fue detrás de Matt.

—¿Qué fue eso?—preguntó Jake. Había notado la forma en que la había mirado.

Kat estuvo a punto de explicarle lo que le había pedido antes de partir, pero decidió guardárselo. Comenzaron a caminar, siguiendo a los demás, por el sendero de las ramas quemadas; de día era más fácil distinguir las ramas normales de las que se habían quemado. Cuando llegaron a la pequeña colina que ascendía hasta la ruta, Jennie ayudó a Matt y subir a Nathan, sujetándolo por los pies y por los brazos; el chico era muy liviano, por lo que no les llevó un gran esfuerzo. Detrás suyo, Jake y Kat subían lentamente; luego de la carrera, la pierna de Kat había quedado algo resentida y había comenzado a dolerle. Intentó pisar con suavidad y cargar el peso de su cuerpo en su pierna buena pero, aún así, el ascenso le llevó un gran esfuerzo. Jake pareció notarlo y se le adelantó, para luego tenderle una mano.

—No, gracias.—dijo ella y le enseñó ambas palmas.

—Te tomaré de la muñeca, vamos.—le dijo él y se estiró hacia ella. Kat aceptó y le tendió los brazos; Jake la tomó con fuerza por las muñecas, aunque no sin suavidad, y la impulsó hacia él. Poco a poco, consiguieron llegar a la ruta, donde Jennie los observaba, furiosa.

—Muchas gracias.—murmuró Kat. Jake sonrió y se metió en la camioneta.

ProgresiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora