VEINTICINCO

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Mortimer lanzó al suelo los almohadones que reposaban sobre su sillón mientras Jake acomodaba el cuerpo inerte de Kat, luego bajó corriendo hasta la cocina a por una bolsa con hielos y regresó para ponerla sobre el enorme corte que tenía en su cabeza. Jake, a su lado, inventaba un cabestrillo con un trozo de tela que había encontrado en el perchero.

—¿Eso es...—señaló Mortimer.—mi bufanda?

Jake lo ignoró y continuó trabajando en el brazo de la chica.

Unos segundos más tarde, los dos se sentaban sobre el escritorio, con una taza de café entre sus manos y con su atención puesta en Kat.

—Así que Tom es un traidor.—comentó Jake.

—Eso parece; vine a por él para llevarlo ante Kat, en el ala sur, pero parecía saber que iría a buscarlo.

—¿Por qué lo dices?

Mortimer le dio un largo sorbo a su café.

—Se escondió tras la puerta de la enfermería y me inyectó con algo en el cuello. Recuerdo un pinchazo, y luego ver cómo el suelo se acercaba rápida y peligrosamente a mi rostro.

Jake apretó la taza entre sus manos. Tom era su amigo desde que había tenido su primera misión y su primera herida de pelea, habían compartido noches enteras desvelados viendo películas absurdas y hablando de chicas. ¿Cómo podía haberlos traicionado así?

—La familia de Nate está muerta.—soltó y Mortimer se sobresaltó a su lado.

—¿Qué dices?

—Matt cree que fue homicidio; si me lo preguntas, yo pienso que fue un suicidio colectivo.—sentía la mirada atónita del hombre a su lado.—Antes de salir, Matt dijo algo sobre la muerte de sus padres.—recordó la furia mezclada con miedo en su rostro.—Dijo que el asesino había regresado.

Guardaron silencio unos segundos.

—Jake, hay algo que necesito que sepas.—murmuró Mortimer. El chico no pudo evitar notar que le temblaban las manos y que evitaba mirarlo a la cara.—Jennie dijo algo cuando te fuiste, algo horrible.

—¿Qué dijo?—Kat tosió un poco y ambos clavaron sus ojos en ella hasta que respiró normalmente otra vez.

—Es sobre la persona que vieron en edificio de oficinas.

Esos enormes ojos vacíos en mitad de un baño de sangre volvieron a aparecer en su mente y Jake se estremeció. Mortimer lo notó y quiso guardar silencio, pero sabía que, tarde o temprano, debería decirle la verdad.

—Jennie nos dijo su nombre.—las palabras se atoraban en su garganta.

—Morti dilo de una maldita vez.

Esta vez sí lo miró a los ojos.

—Kevin Bulletines.

Jake sintió que el tiempo se detenía: no podía ser cierto, era imposible, una mentira, una pista falsa para engañarlos. Kevin estaba con vida, trabajando en algún Centro en las afueras del país, como había dicho en su última llamada; era imposible que hubiera regresado sin avisar, él no era así.

Kevin, pensó y recordó aquella mirada vacía otra vez, ahora con un nombre, con una historia, con una vida. Recordó su reacción física al encontrarse con sus ojos, ¿sería que, inconscientemente, ya sabía que ése era su hermano? No, no había forma de que así fuera. ¿Sabrían sus padres? ¿Lo habrían visto antes de que acabara así? ¿Hablarían con él? Si así fuera, le habrían llamado rápidamente, ¿verdad?

La oficina le daba vueltas y sintió una oscura amargura jalando de él, arrastrándolo a una jaula de angustia y temor, de culpa y soledad. Era imposible, imposible, imposible, imposible.

ProgresiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora