Como todos los domingos por la tarde, Nathan iba a casa de sus padres; ese domingo no fue la excepción.
Estaba a unas pocas casas de distancia cuando se cruzó con un viejo amigo del barrio, Luke: un chico un poco más alto que él y con quien había tenido sus mejores aventuras antes de entrar al Centro; fue Luke quien despertó su interés por las armas y su afición por el filo. En cuanto lo vio, se acercó con los brazos bien abiertos.
—Luke, hermano.—dijo.
—Pero miren quién es: Nathan Groose.—se dieron un fuerte abrazo.—¿Qué haces por aquí?
—Vengo todos los domingos a ver a mis padres.—explicó.—¿Qué haces tú? Creí que estabas metido en el ejército o algo así.
—Marina.—lo corrigió y asintió.—Sí, finalmente me llegaron mis vacaciones: es sólo una semana pero me sentará bien.
—Deberíamos salir a beber algo.—propuso Nathan y Luke asintió.
—¡Por supuesto! ¿Qué tal la próxima semana?
—Perfecto.—dijo Nate y se despidieron. Nathan estuvo a punto de decirle que se limpiara el rostro, que tenía un poco de sangre seca en el pómulo, pero lo descartó: de seguro sería alguna herida pequeña.
En el umbral, golpeó rítmicamente, de la forma en que lo hacían todos en su familia: dos golpes rápidos, pausa, tres golpes rápidos. Aguardó unos minutos eternos, mientras intentaba espiar por las ventanas para ver si alguien venía. Nada. Golpeó otra vez y se alejó hacia la acera, a ver si las luces de arriba estaban encendidas, lo que querría decir que su hermana estaba en casa. Nada.
Llevó la mano al pomo y lo giró; para su sorpresa, la puerta se abrió. Tomó un cuchillo de su cintura y activó su progresión: nunca, jamás, hubiera alguien dentro o no, la puerta estaba sin llave.
Se dirigió a la cocina y luego al comedor: vacíos. Subió las escalera al trote y revisó todas las habitaciones: la suya, la de sus padres y la de su hermana. Nada. Finalmente, fue al patio trasero. En cuanto puso un pie fuera, algo salpicó su rostro, algo espeso y tibio: llevó una mano temblorosa y se limpió. Cuando revisó, vio un líquido rojizo secándose sobre su piel. Con el terror dominando su cuerpo, levantó la cabeza y vio una gotera carmesí que caía desde el techo. Se trepó por las canaletas hasta el tejado y, en cuanto subió, su cuerpo se congeló: los cuerpos de su familia estaban extendidos allí arriba, con las cabezas hacia abajo y los torsos desnudos. Había sangre por doquier, marrón en el cuerpo de su padre y roja y brillante en los de su madre y hermana; debía de ser reciente.
Se sentó junto a ellos y dejó que su mente se perdiera en recuerdos, mezclados con una imagen que jamás podría borrar de su cabeza.
.............................................................
Helen acababa de terminar su serie diaria de doscientos abdominales cuando Matt se le acercó con una bolsa aceitosa y una sonrisa infantil.
—Te traje la merienda.—dijo.
—¿Para qué hago tanto ejercicio si luego vas a engordarme?
—Nadie te obliga a comer.—comenzó a alejarse y ella le gritó que se detuviera, tal y como él esperaba.
—No sé qué has traído ahora, pero quiero uno.
Se sentaron en mitad del gimnasio a comer bolas de crema pastelera mientras hablaban de las misiones que tenían programadas para el próximo día. Jake irrumpió, sin percatarse de su presencia, y se equipó varios cuchillos, guantes, bolsas con cierre y un barbijo perfumado.
—¿Dónde vas?—preguntó Helen. Jake se sorprendió de oír su voz.
—Lo siento, no los había visto.—se acercó a ellos y les robó una bola de crema.—Nathan acaba de llamar: toda su familia está muerta.
ESTÁS LEYENDO
Progresión
Misteri / ThrillerAlgunas personas nacen con la capacidad de transformar partes de su cuerpo para obtener ventajas en la batalla; esto es conocido como Progresión. Jake trabaja junto a sus amigos en el Centro, un lugar donde entrenan para explotar al máximo sus prog...