CATORCE

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A la mañana siguiente, Mortimer los reunió para informarles sobre el efecto de la cura.

—Como saben, debíamos aguardar unas tres horas para corroborar el efecto de la sangre del Perdido en nuestros compañeros.—todos asintieron; Matt notó que Kat se tensó al oír la palabra Perdido.—Temo informarles que no ha funcionado como esperábamos.—Jake palideció. Mortimer se hizo a un lado y, detrás suyo, aparecieron Nathan y Jennie, sonrientes.—Ha sido mejor.

Todos se pusieron de pie y fueron a su encuentro. Jake envolvió a Nathan en un abrazo lleno de emociones y el chico se lo devolvió; luego fue a donde Kat.

—Lamento lo que hice.—se disculpó. Kat puso una mano amistosa sobre su hombro.

—Está bien; me alegra que ya seas tú de nuevo.—el chico se sorprendió ante tanta comprensión y la abrazó; ella le devolvió el gesto.

Matt fue el siguiente en darle una bienvenida, mientras que Jennie se mantenía apartada y observaba a Jake, que parecía ignorarla.

—Tengo una duda.—dijo Nathan.—¿Cómo se contagió Jennie? Ella no estuvo ni cerca del lago.

—No, pero sí estuvo cerca tuyo: te cargó desde el bosque hasta aquí.—explicó Mortimer.

—¿Por qué yo no me contagié?—preguntó Matt; él también había ayudado a transportarlo.

—Tom realizó una investigación de la sangre de los cuerpos que estaban ocupados y, antes de que pregunten cómo consiguió esas muestras, debo confesar que ni siquiera yo quise preguntarlo; en fin, todos tenían el mismo tipo sanguíneo que Nathan y Jennie: B positivo.

Los chicos parecieron comprender y no hicieron más preguntas. Mortimer se acercó a Kat y le pidió que la acompañara a su oficina; sin cuestionar nada, lo siguió. Cuando entraron, se sorprendió al ver a Jennie sentada frente al escritorio.

—He notado que, de todas las chicas que tenemos en este Centro, ustedes dos son las únicas aptas para integrar nuestro mejor equipo.—comenzó Mortimer.—Pero, también he notado que no colaboran demasiado la una con la otra, y creo que eso debe cambiar.—resaltó las palabras asintiendo con la cabeza.—Es por eso que les asignaré una tarea pequeña, pero que considero que será una buena forma de acercarlas.

Las chicas lo miraban, aburridas; no necesitaban ser amigas, y ninguna de las dos quería formar un vínculo con la otra; pero, de todas formas, aceptaron. Mortimer les tendió un informe pequeño y claro: la casa que se encontraba a siete metros del Centro estaba deshabitada, pero había habido reportes de sonidos extraños en el sótano.

—Esto suena a misión de novatos.—comentó Jennie.

—Su relación es de novatas, por lo que creo que está bien.—dijo él y se rió al ver la expresión de fastidio de ambas chicas.

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—Y bien, ¿ya sabes con quién ir al teatro mañana por la noche?—preguntó Jennie mientras bajaban las escaleras hacia el sótano. El lugar estaba perfectamente iluminado y o había ni una mínima partícula de polvo.

—Sí, ¿y tú?—Kat ya estaba abajo y revisaba el interior de algunos muebles.

—Sí, aunque aún no se lo he preguntado.—dijo nerviosa. Revisó los estantes que estaban sobre la lavadora, sin encontrar nada más que productos de limpieza.—¿Con quién irás?

Oyeron un estruendo proveniente del otro extremo del sótano y se acercaron con sus cuchillos en alto. Kat se adelantó y lanzó un golpe hacia una pila de ropa vieja: un par de ratas chillaron y corrieron a escabullirse en el interior de una caldera antigua que había dejado de usarse hacía varios años. Jennie abrió la caldera con precaución y descubrió el origen de los sonidos que habían sido reportados: todo el conducto de la caldera, que conectaba con la ventilación general, estaba lleno de ratas.

—Ojalá todas las misiones fueran como esta.—dijo Kat y guardó su arma. Comenzó a subir las escaleras tranquilamente.

—Aún no me dices con quién irás.—dijo Jennie mientras la seguía.

Kat aguardó a que estuvieran fuera de la casa para responder: sabía que la chica no podría tomárselo a bien, y prefería estar al aire libre y no encerrada en una casa, donde cualquier cosa podía ser lanzada sobre su cabeza en un arrebato de furia.

—Con Jake.—soltó; Jennie se sobresaltó: esperaba pedirle a él que la acompañara al teatro. Pero parece que esa zorra se le había adelantado. Kat supuso que sus pensamientos irían en esa dirección, por lo que agregó—: Me lo pidió ayer.

—Y tú aceptaste.

—Nadie me lo había pedido aún, así que, sí: acepté.—Kat ya estaba por entrar al Centro. Territorio seguro, pensó.

—Pero yo iba a preguntarle... —comenzó Jennie; sonaba angustiada, y Kat se obligó a sentir algo de compasión por ella.

—Puedo decirle que no iré si quieres.

—¿Rechazarías a Jake?—no daba crédito a lo que oía: ¿quién en su sano juicio rechazaría una invitación de Jake Bulletines? Todas morían por él. Kat se había encogido de hombros, como si hacer eso no significara nada. Jennie se sintió más furiosa que nunca, era como si estuviera burlándose de ella, como si le dijera "puedo rechazar a Jake todo lo que quiera, no me importa".

—Sólo es una noche de teatro, nada importante.

—¿Nada importante?—repitió exaltada.—Es una noche de gala, con teatro y banquete y bailes de parejas.

Kat la miraba como si le aburriera escucharla.

—No me desvivo por esos eventos.— volteó y continuó subiendo la pequeña escalinata hasta la entrada.

Jennie no soportaba su indiferencia; estaba despreciando algo por lo que ella moría: bailar con Jake, cenar con Jake, sentarse junto a Jake, ser presentada como la pareja de Jake. Clavó sus uñas con fuerza en sus palmas hasta sentir la progresión cambiando su cuerpo. Sus rizos dorados, que caían por su espalda, comenzaron a elevarse y a cobrar un color oscuro y una consistencia similar a la de la madera. Presa de su ira, estiró uno de ellos hasta dar en el blanco: la puerta; pasó tan cerca del rostro de Kat que ella sintió el ardor de un pequeño corte en el rostro. Se volteó a ver a tiempo para esquivar otro de esos rizos mortales que se dirigía a su cabeza.

—¿Qué crees que haces?—le gritó. Tanteó la puerta hasta encontrar el pomo; afortunadamente, lo halló enseguida y lo giró: abrió y saltó dentro, a la vez que otro rizo atravesaba la puerta. Corrió hacia el comedor, donde, dada la hora, sabía que encontraría a todos cenando; en mitad del camino, vio a Jake entrando al comedor e intentó apresurarse, pero uno de los rizos de Jennie se envolvió en sus pierna y la hizo caer de bruces. Sin darse por vencida, comenzó a arrastrarse hacia delante.

—¿Acaso tienes una mínima idea de lo que me haces?—le bramó la chica; Kat la ignoró y continuó avanzando.—Rechazas a Jake como si fuera otro chico más y no entiendes que no es así.—envolvió sus piernas por completo y continuó subiendo por su abdomen, hasta el pecho, donde comenzó a apretar con fuerza.—Él es especial, es apuesto y tierno, es dulce y carismático. ¡Y tú te atreves a descartarlo!—enredó sus rizos alrededor de su cuello y su rostro.

—Jennie, —intentó decir a través de las ataduras. Se estaba ahogando, tenía la nariz y la boca cubiertas con sus rizos y la presión en el cuello y el pecho la dejaba sin aire.—no lograrás nada... matándome.

La chica largó una carcajada que le erizó la piel.

—No voy a matarte, sólo voy a asegurarme de aprendas una lección.—apretó más su cuerpo y Kat lanzó un grito que se perdió en su garganta. No tenía aire.—Aléjate de Jake. Él es tan puro, y tú eres una zorra despreciable.

Kat sintió cómo se desvanecía por la falta de oxígeno y la presión creciente sobre su cuerpo. Intentó moverse, pero era imposible. El pasillo que se entendía frente a ella daba vueltas y se estaba volviendo oscuro, muy oscuro, hasta que las luces finalmente se apagaron.

ProgresiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora