VEINTISIETE

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Apenas tenía siete años cuando supo que algo en su cuerpo había cambiado. Cada mañana amanecía con las extremidades entumecidas: al contarle a su madre, ésta le dijo que seguro era porque no ejercitaba lo suficiente, así que al día siguiente fueron a la plaza y comenzaron a correr a su alrededor durante poco más de una hora. Luego, trepaban los pasamanos de inicio a fin, pasando por arriba y por debajo de las barras, hasta que sus brazos extenuados decían basta y perdían fuerza. Así fue durante un largo mes; pero sus músculos seguían amaneciendo de la misma manera. Esta vez, su madre dijo que se debía al ejercicio, a que estaban fortaleciéndose; otra vez le dijo que era porque no elongaba luego de entrenar. Así fue durante dos años, hasta que una tarde en el colegio descubrió la verdadera razón: tenía una progresión.

Melody Stewart, la niña que la molestaba desde los cinco años, se acercó a ella en el recreo y le tiró del cabello; dolorida y harta de ser su blanco, la insultó y luego le escupió el chicle que estaba masticando en el cabello. Lógicamente, la niña se enfadó como nunca antes y se abalanzó sobre ella; cayeron en un enredo de brazos y piernas, rodando hasta que la niña la aprisionó debajo suyo y se preparó para golpearle la cara. Fue en ese momento, mientras se cubría el rostro, que comprendió todo: al impactar el puño contra su brazo, los huesos de su mano crujieron, partiéndose en pedazos. Cuando Melody se apartó, gritando y moqueando del dolor, ella observó su brazo, asombrada: una fina pero dura capa de piel muy brillante había aparecido y había detenido el golpe.

—Tengo una progresión.—dijo emocionada.—¡Tengo una progresión!—los niños que estaban mirando la pelea ahora la miraban a ella y la aplaudían, felicitaban y le enseñaban sus propias progresiones.

Cuando regresó a su casa, esa tarde, no dudó en enseñarle a sus padres su descubrimiento. Los reunió en la cocina y se martilló la mano con todas sus fuerzas: en cuanto el hierro rozó su piel, la capa nueva apareció y protegió su cuerpo.

—Felicitaciones cariño.—dijo su padre, orgulloso. Su madre comenzó a llorar y la abrazó con fuerza: compartían progresión, algo con lo que todo padre fantasea.

Desde ese día, su madre le enseñó a dominarla, a usarla a su antojo. Le enseñó cómo esparcirla por todo su cuerpo, o sólo en una parte; cómo ser más rápida y, también, cómo hacerlo con disimulo.

Mientras el árbol se hacía cada vez más grande, recordó el consejo de su madre: “Piensa en que todo tu cuerpo está por ser golpeado; piensa en que debes protegerlo para que no se lastime.

Imaginó las astillas del tronco hundiéndose en su rostro y en sus brazos; en el acero del motor aplastando su pecho y sus piernas, y sintió cómo todos sus músculos se endurecían.

Despertó con el airbag envolviendo su cabeza y algunas hojas cayendo sobre su regazo; miró a su alrededor, confundida por el impacto.

Afortunadamente, el auto había impactado del lado del conductor, por lo que sus piernas no estaban prisioneras. A su lado, una esfera de color rojo reposaba sobre el volante; siguió su cuello hasta dar con el cuerpo y sintió el miedo verdadero: ¿estaría vivo? No podía ser posible, toda su cabeza había impactado contra el parabrisas. Acercó su oído, conteniendo el aire, y confirmó que aún respiraba. Sin embargo, ¿cómo iba a sacarlo de allí? Su progresión comenzaba a irse y se sentía demasiado débil como para tener que cargar con su amigo quien, a pesar de su pequeña contextura, no pesaba tan poco como aparentaba, menos si era peso muerto.

Decidió salir del vehículo y buscar ayuda; instintivamente, llamó a Mortimer, pero a pesar de su insistencia nunca respondió. ¿Por qué? ¿Habría sucedido algo en el Centro? Buscó en su lista de contactos y sintió una punzada en el pecho al ver su lista de marcado rápido: Matt. Ese maldito. Tenía que avisarle a Mortimer sobre lo que había hecho, ¿quién sabe qué podría hacerles a ellos?

ProgresiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora