QUINCE

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—¿No es extraño que las chicas aún no hayan regresado?—preguntó Matt mientras tragaba un trozo de carne.

—Tal vez hayan encontrado algo después de todo.—supuso Nathan.

—O están teniendo una charla de chicas.—sugirió Jake.

Los tres rieron.

—Sabes que eso es imposible, Jennie detesta a Kat.—señaló Nathan y los otros asintieron.

—¿Por qué no la acepta?—preguntó Jake mientras luchaba con una arveja que se resistía a ser pinchada con el resto de su ensalada.—Hemos trabajado juntos en muchas ocasiones y siempre ha demostrado ser de mucha ayuda; incluso ha salvado su vida varias veces.

Los chicos se miraron antes de responder.

—Por ti.—soltaron al unísono. Jake casi se atraganta.

—¿Acaso no lo has notado?—preguntó Nathan.

—Claro que sí, Jennie incluso me apuñaló por eso, pero no creí que...

—¿Que siguiera enamorada de ti?—Matt rió.—Por favor amigo, está loca por ti.

Jake se sentía incómodo hablando de eso: Jennie era como una hermana para él; y Kat, bueno, tenían una buena amistad a pesar de no conocerse de mucho tiempo. Con Jennie se sentía presionado a actuar de cierta forma, siempre bromista y seguro de sí mismo; mientras que con Kat había dejado salir sus inseguridades y se sentía más como él mismo, y ella había demostrado comprensión, siempre. Incluso cuando guardaba silencio, él sabía que no estaba juzgándolo.

—Pero, ¿por qué odiar a Kat?—preguntó.—Jamás hemos salido ni nada de eso.

—No, pero hacen misiones solos, entrenan juntos y suelen armar pareja cuando nos dividimos tareas.

—No olvides que irás al teatro con ella.—agregó Nathan y Jake se ruborizó.

—Es sólo una noche de teatro y gala, nada importante.

Los chicos se lanzaron una mirada cómplice y centraron su atención en sus platos de comida. Jake jugueteó un poco con su ensalada hasta que los demás acabaron de comer. No mentía con lo del teatro: era un evento estúpido al que debían asistir para hacer creer que ese Centro se preocupaba por una estúpida comedia romántica. Le había pedido a Kat que fuera su compañera porque fue la primera persona que tuvo frente a él para invitar. Eso era todo. Eran amigos, nada más.

—Cielos, comí como un cerdo.—Matt se acariciaba el abdomen.

—¿Qué tal si vemos alguna película antes de dormir?—sugirió Nathan y los dos chicos asintieron emocionados.—Bien, vayamos a mi cuarto.

Salieron del comedor y se dirigieron hacia las escaleras, distraídos, debatiendo sobre qué película podrían ver, cuando vieron de reojo un movimiento fugaz.

—¿Qué fue eso?—Nathan se sobresaltó.

Jake levantó la vista y corrió hacia delante, junto a la chica que estaba en el suelo, tosiendo y masajeándose el cuello. Tenía su otra mano sobre su abdomen y estaba intentando ponerse de pie.

—¿Qué sucedió?—preguntó mientras la ayudaba a levantarse. Ella tosió un poco para aclararse la voz.

—Nada, tropecé.

—Tienes el cuello morado.—observó Matt y ella le lanzó una mirada sarcástica.

—Oh, nunca lo habría imaginado.—tosió un poco más y se sujetó el abdomen con más fuerza.—Apuesto a que también tienes rayos x.

—Kat, debes decirnos qué sucedió.—insistió Nathan.

—Nada.—comenzó a alejarse mientras decía—: Lo siento Jake, no iré al teatro contigo; Jennie es mejor partido que yo.—se notaba la angustia en su voz y los chicos no supieron qué responder. Jamás la habían oído así, vulnerable, rendida.

Cuando la vieron desaparecer por las escaleras, Matt le dio un empujón a Jake.

—Ve a buscarla.

—Pero, ¿qué se supone que le diga? ¿"Lamento que Jennie esté loca"?

—Dile lo que sientes.—lo animó Nathan.

Jake vaciló unos instantes, con una lucha interior entre seguirla o no. Finalmente, y gracias a otro empujoncito de su amigo, corrió escaleras arriba. Cuando llegó a la planta superior, la vio a punto de entrar a su cuarto.

—¡Espera!—le gritó. Ella pareció sorprendida y se detuvo a esperarlo.

—¿Qué sucede?—sonaba agotada; Jake no pudo evitar poner atención en las marcas moradas que tenía alrededor del cuello.

—Hay algo que debo decirte.—no tenía idea de lo que quería decirle.

—Ajam.—lo animó ella al verlo plantado delante suyo sin decir palabra. Jake tomó aire y valor.

—No quiero ir al teatro con Jennie, sino contigo. Es por eso que te lo pregunté.

—No puede haber evento en este mundo que me interese menos que la noche de teatro y cena.—confesó ella y Jake no pudo resistir una risa tonta.—¿Qué?—preguntó ofendida.

—Yo también odio la noche de teatro; preferiría quedarme durmiendo las horas que no duermo entre misión y misión.

Kat lo miró sorprendida; nunca hubiera esperado eso. Creía que era del tipo de chico que moría por vestir de gala y comportarse según las reglas de etiqueta social.

—Bromeas.

—Claro que no; sólo quería ir porque creí que tú querías ir.

Kat sonrió, aliviada. Había aceptado la invitación por pura cortesía, mas no porque quisiera vestir de gala.

—¿Entonces qué haremos?—preguntó.

—Tenemos dos opciones: quedarnos viendo alguna película mala hasta dormirnos, o asistir y fastidiar a Jennie.—dijo eso último con una sonrisa llena de una malicia infantil.

—¿Por qué querría fastidiarla aún más?

—Sólo por el placer de ver su cara de decepción al notar que no logró su cometido.

—¿Cuál cometido?

Jake se acercó un poco más, sonriendo.

—Separarnos.

Kat le devolvió la sonrisa y acercó su rostro al suyo; podía sentir el aroma de su piel desde esa distancia. Jake le acarició el rostro con la yema de los dedos y con suavidad, como si fuera una pieza invaluable y delicada. Ella se acercó un poco más y se encorvó hacia atrás mientras un dolor agudo le recorría el lado izquierdo del cuerpo.

—¿Qué te pasa?—la paz que fluía entre ellos fue reemplazada por pánico.

—No es nada.—dijo con un hilo de voz.—Creo que tengo una costilla rota.

—¿Quieres que le pida analgésicos a Tom?—ella asintió y entró a su cuarto.

—Voy a recostarme; dejaré abierto.

Él fue hasta la enfermería y le pidió los analgésicos a Tom, quien no demoró en darle indicaciones mientras se los entregaba. Cuando regresó a su cuarto, golpeó la puerta y entró; se acercó a la cama y dejó las pastillas sobre la mesita de noche. Kat estaba profundamente dormida, y Jake pudo apreciar cómo sus pestañas acariciaban sus mejillas cuando cerraba los ojos. Se inclinó y le dio un beso en la cabeza, antes de salir cuidando de no hacer el menor ruido.

ProgresiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora