CUATRO

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Anduvieron en silencio durante casi una hora, con Kat a la cabeza; los dos la seguían de cerca, aunque se detenían en cada bifurcación a observar sus alrededores por si alguien los estaba siguiendo. Sobre ellos, las copas de los árboles se movían con la suave brisa nocturna y la Luna iba escondiéndose tras unas densas nubes de tormenta; con suerte, la lluvia llegaría al amanecer, cuando ellos ya hubieran regresado. El camino frente a ellos se hacía cada vez más ancho, hasta que finalmente llegaron a una playa de tierra y rocas. El lago se extendía delante suyo como un espejo, devolviendo el reflejo de todo cuanto estuviera en sus orillas. El agua estaba tranquila y podía oírse cómo chocaba con suavidad contras algunas rocas.

Kat se detuvo próxima al agua, con la punta de sus zapatillas acariciando la tierra húmeda.

—¿Sucede algo?—Jake se detuvo a su lado y miró en todas direcciones.

—¿No te sientes... —Kat hablaba como si estuviera en un trance.— vulnerable?

Nathan, quien se había mantenido vigilando la entrada del bosque, sintió un escalofrío recorrerle el cuerpo; se volteó de inmediato para comprobar que no había nada más que árboles detrás suyo. Sugestionado, avanzó unos metros hacia la orilla. Allí, Jake se había agachado y estaba tomando una pequeña navaja de su bolsillo derecho; Kat tenía la mirada perdida en un punto al otro lado del lago.

—¿Ves algo?—preguntó Jake mientras abría su navaja.

—No, pero... no lo sé. Siento que hay algo aquí, pero no termino de dilucidar qué.

—Dame un minuto.—Jake llevó el filo hacia su palma y susurró algo que Kat no llegó a oír, se hizo un pequeño corte y luego cerró su mano con fuerza.

—¿Por qué hiciste eso?—preguntó intrigada. Este tipo está loco.

Jake cerró sus ojos y se puso de pie lentamente; cuando abrió su mano, la herida no estaba, y cuando abrió los ojos, Kat retrocedió unos pasos: uno de ellos era azul como el agua que estaba delante de ellos, el otro era blanco. Clavó su mirada a la orilla opuesta y tras unos minutos, señaló triunfante.

—¡Allí! ¿Lo ves?—Kat negó mientras intentaba decidir entre alejarse de él o quedarse e investigar.—Es... como una persona, aunque desde aquí puedo sentir que no es para nada humano.

—¿Como tú?

Jake la miró atónito; luego sonrió.

—Yo soy ciento por ciento humano; sólo tengo ciertas habilidades que otros no.

Kat había oído hablar de personas como él, que nacían con una sangre especial que, en contacto con el aire y pronunciando determinadas palabras, podían acceder a ciertas habilidades que el común de la gente no. Había oído sobre ellos, pero nunca los había visto; sentía cierta curiosidad al respecto, pero también prefería mantener cierta distancia, sabía que algunos podían perder el control y acabar completamente locos, como las cosas que enfrentaban día a día.

Detrás de ellos, Nathan bostezaba involuntariamente; de repente estaba muy cansado y la tierra se veía tan suave... Soltó su espada y se sentó contra una roca, cerró los ojos y cayó en un sueño profundo.

Jake seguía con sus ojos de colores tan intensos y Kat comenzaba a acostumbrarse a verlo así.

—Bien, ¿qué deberíamos hacer?—preguntó ella. Después de todo, Jake era quien había conseguido ver algo al otro lado.

—Podríamos ir hasta allá, tal vez encontremos huellas o cualquier cosa que nos sirva.

—Y cómo iremos hasta allá sin nadar un kilómetro.

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