Kat despertó al mismo tiempo que el sol reemplazaba la luna en el horizonte, bajó a tomar un café y salió sin hacer ruido. Llevaba un jean claro y una remera blanca lisa,con unas converse negras algo gastadas; se había recogido el cabello en un rodete desprolijo pero elegante, y colgó sobre sus hombros una mochila pequeña de cuero. Había memorizado la dirección, por lo que ya sabía que debía ir hasta el centro comercial de la ciudad, tomar un taxi desde allí—un viaje de media hora aproximadamente—y luego plantarse en el umbral con su mejor sonrisa.
Durante el viaje en coche fue observando los edificios pasar a gran velocidad, mientras pensaba en qué se suponía que diría: tenía que fingir que era amiga de Jennie, y eso parecía ser la parte más difícil. Había llevado a cabo tareas como esta varias veces, y sabía que formular preguntas y encontrar las respuestas ocultas en balbuceos no era complicado; pero temía no saber lo suficiente sobre Jennie como para poder desempeñarse de manera que no la pusiera al descubierto. El auto se detuvo de golpe y ella reconoció la dirección que leía en una placa junto a un buzón de correo. Pagó al hombre y bajó, dirigiéndose a paso inseguro hasta el umbral. ¿Por qué se sentía así? Le dio un vistazo rápido al barrio y algo dentro suyo le dijo que ya había estado allí, en algún momento, aunque no podía recordar exactamente cuándo.
Tocó el timbre y aguardó; dentro se oían pasos y ruido de llaves. Tras unos minutos, la puerta se abrió y una mujer rubia, con un bronceado increíble, se asomó. La miró de arriba a abajo antes de saludar.
—Hola.
Kat desplegó todos sus dotes actorales y sonrió con una alegría desmedida, mientras intentaba que sus palabras sonaran creíbles.
—¡Hola! ¿Es ésta la casa de Jennie?
La señora abrió los ojos tan grandes como platos.
—¿Quién eres?
—Soy Paula, del Centro de Operaciones; soy compañera de Jennie.—había decidido que no sería buena idea utilizar su verdadero nombre, por si las cosas no salían bien.
—Adelante, pasa.—la señora se hizo a un lado y ella entró. La casa era muy lujosa, con cuadros caros en las paredes, arreglos florales en cada esquina y alfombras de cuero en todas las habitaciones.
Kat aguardó a que cerrara la puerta y la guiara al salón; allí, aguardaba en un enorme sillón de cuero, un hombre que supuso sería el padre de Jennie. Éste estaba leyendo un libro cuyo lomo tenía diseños extraños en un dorado impecable.
—Logan, ella es Paula: es amiga de Jennie.—la introdujo la señora. El hombre se puso de pie de un salto y la saludó con emoción.
—Toma asiento, donde quieras; ponte cómoda.—le dijo. En cuanto lo hizo, cerró su libro, apoyándolo sobre la tapa, para que no pudiera leerse el título.—¿Quieres algo de beber? Debes tener hambre, es un largo viaje desde el Centro hasta aquí.
Kat negó amablemente, a pesar de las insistencias; otra cosa que había pactado consigo misma era no aceptar alimentos de ellos.
—¿Qué te trae por aquí?—preguntó el hombre mientras se sentaba frente a ella y junto a su esposa.
—¿Le ha sucedido algo a Jennie?—preguntó ella con los ojos más abiertos que antes.
—Oh no, ella está perfectamente.—dijo Kat sonriendo.—Estoy aquí porque Jennie ha completado su misión solitaria número doscientos, y exitosamente; de hecho, creo que rompió algunos récords con eso.—los padres de la chica tenían los rostros iluminados.
—¿Viniste a darnos las noticias?—la interrumpió la mujer.—Eso es muy lindo de tu parte.
Kat le devolvió una sonrisa; ya comenzaba a dolerle el rostro de tanto sonreír, no estaba acostumbrada a eso.
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Progresión
Misteri / ThrillerAlgunas personas nacen con la capacidad de transformar partes de su cuerpo para obtener ventajas en la batalla; esto es conocido como Progresión. Jake trabaja junto a sus amigos en el Centro, un lugar donde entrenan para explotar al máximo sus prog...