DIECIOCHO

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Sabía que no podía desaparecerlo así como así, podría levantar sospechas; también consideraba que Mortimer podría estar enviando equipos al lugar, y que los chicos le habrían contado todo: sería toda una casualidad muy molesta para sus planes que todos se encontraran con ella, pero no con el cuerpo. Tomó su teléfono y marcó al único número que tenía agendado; tras dos tonos, una voz rasposa y amarga atendió.

—¿Qué quieres?

—Lo encontraron.

—Entonces deshazte de él.—dijo con fastidio. Suspiró para mantener la calma y respondió.

—Hay un problema mayor: me he quedado aquí, sola, con él; no puedo deshacerme sin levantar sospechas.—enredó un dedo en su cabello.

—Maldita sea.—murmuró. La línea se mantuvo en silencio unos minutos, de seguro estaría pensando alguna manera de proceder.—Podrías... —dijo y se calló, luego suspiró y respondió con cansancio.—Podrías pensar tú misma una forma de solucionarlo, al fin y al cabo, fuiste tú quien tuvo la grandiosa idea de quedarse.

No esperaba esa respuesta.

—Pero...

—Pero nada. Ya eres grande, usa la cabeza.—y colgó. Ella estrujó el teléfono en su mano y luego lo lanzó lejos; el aparato chocó con una pared y estalló en piezas plásticas.

Dio vueltas por la habitación, frenética, pensando en cómo demonios iba a deshacerse del cuerpo y mostrar su inocencia a la vez. Se detuvo frente a él y lo observó detenidamente: era una obra de arte. La forma en la que sus vísceras resbalaban hasta el suelo, el ángulo en que estaban estirados sus intestinos, la mirada oscura y sin vida perdida en el horizonte. Incluso tan pálido como estaba le parecía hermoso.

Fue allí cuando recordó: había una manera de hacerlo todo a la perfección y era, nada más y nada menos, que repitiendo el pasado. Sonrió y le plasmó otro beso apasionado en la boca abierta y agusanada.

—Incluso muerto eres de ayuda.

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Dos horas más tarde, Jake y Kat estaban sentados en el comedor, en completo silencio, envolviendo una taza humeante de café entre sus manos. Mortimer les había servido una cafetera llena hasta el tope y había salido a recibir a los equipos que habían ido a por Jennie.

Los chicos bebían de a pequeños sorbos su bebida, y miraban un punto fijo en la mesa. En un momento, Kat notó que las manos de Jake temblaban frenéticamente, y con un movimiento suave apoyó su mano sobre su brazo; el chico la miró, sorprendido, saliendo de su trance, y sonrió levemente.

—Estabas temblando.—dijo ella.

—Sí.—le dio otro sorbo a su café antes de continuar.—Aún no consigo borrar esa imagen de mi mente.

—Ni yo.

Estuvieron en silencio unos minutos más, hasta que Matt entró como una tropilla.

—¡Deben venir fuera ya mismo!—dijo y salió corriendo. Los chicos se miraron unos segundos, extrañados, y luego corrieron detrás suyo.

Fueron hasta la entrada principal, donde Mortimer más que fumarse su cigarro parecía comérselo. Jake lo notó y supo que algo andaba mal.

—¿Qué sucede?

—Jennie. Un equipo fue a buscarla y... la encontraron.—le dio otra calada y luego lo lanzó al suelo.

—La encontraron... ¿cómo?—preguntó Kat, ansiosa.

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