VEINTE

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Cuando Kat regresó al Centro se dirigió rápidamente a la oficina de Mortimer. Sin golpear, entró y se sentó delante del escritorio; el hombre la miró con una mezcla de fastidio y humor: no podía irrumpir así como si nada, pero se había sobresaltado y se sentía ridículo.

—¿Dónde has estado? No te he visto en todo el día.

—Fui a casa de Jennie.

Mortimer levantó una ceja y apoyó los codos sobre el escritorio.

—Cuéntame más.

Kat comenzó a hablarle del barrio y su sensación de haber estado allí antes; luego le relató la conversación que mantuvieron dentro de la casa y sus sensaciones.

—Sé que saben mucho más de lo que me dijeron, y sé que no creyeron cuando les dije por qué estaba allí.

—Tengo una duda, —comentó Mortimer.—¿por qué preguntaste si estaba bautizada?

Kat sonrió, orgullosa de su propia astucia.

—Porque las personas sin progresión bautizan a sus hijos: no saben el daño que les hace eso.—Kat contempló la expresión del hombre, que pasó de la incertidumbre a la comprensión en cuestión de segundos.

—Quieres decir, que ellos tienen progresiones.—Kat asintió.

—Hay una cosa más: dijeron que su amigo estaba muerto; apareció en un edificio de oficinas abandonado, parecía suicidio, pero la policía no llamó a un forense para comprobarlo.

—¿Sugieres que es el mismo edificio donde...?—dejó la pregunta incompleta, pero Kat asintió en cuanto él dijo la primera palabra.—Entonces, podría ser que Jennie sí tenga amnesia post trauma.

—No lo entiendes.—explicó Kat.—No se suponía que encontráramos el cuerpo, ni nosotros, ni nadie. Estaba en una habitación oculta en un edificio abandonado; y, según sus padres, la policía lo vio y sentenció un suicidio.

Mortimer la miraba intentando comprender.

—¿Realmente no lo entiendes?—comenzaba a exasperarse.—¿Cómo podían saber que el cuerpo estaba allí si estaba oculto en una habitación secreta?—finalmente, Mortimer pareció entender su idea.

—Ellos lo hicieron.

—Ellos lo hicieron. Y Jennie lo sabía, es por eso que se quedó a solas allí y, cuando fueron a buscarla, el cuerpo no estaba: lo escondió.

Mortimer aplaudió suavemente, impresionado por sus descubrimientos.

—¿Qué quieres hacer?—preguntó.

—Te dije que me encargaría de recuperar su memoria, y es lo que haré.

—De acuerdo.—Mortimer sabía que diría eso: esos eran sus métodos y, en este caso es particular la relación personal entre ellas dos no era envidiable. Supuso que Kat comenzaba a cansarse de sus amenazas y sus mentiras, y qué mejor manera de desahogarse que haciendo su trabajo.—Tengo una única condición: lo harás pasado mañana.

—¿Por qué no hoy?—parecía defraudada y ansiosa por comenzar.

—Mañana será la noche de teatro y gala.

—¿Y?

Mortimer sonrió.

—Bueno, todos asistiremos: es nuestro día libre, no laboral, sin excepciones.—le guiñó un ojo y ella sonrió, mientras salía hacia su cuarto.

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Mortimer estaba aguardando a que todos bajaran y se reunieran en la entrada con él, antes de salir hacia el teatro. Jennie fue la primera en bajar, acompañada de Nathan. Llevaba un vestido enorme, como de princesa, en color rojo, y el cabello dorado en un recogido con trenzas; de su cuello colgaba un collar de perlas negro, y se había pintado los labios del mismo rojo que el vestido. A su lado, Nathan vestía una camisa azul y unos pantalones ajustados grises; se había recogido el cabello en una cola baja y, para sorpresa del hombre, se había puesto gel para mantener todo controlado.

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