Kat lo vio venir en cámara lenta. Como aquella vez, cuando James se mordió el labio con fuerza—al igual que ella en este momento—y tomaba su cuchillo más pequeño, aquel que guardaba en su espalda y cuya hoja serrada desgarraba todo lo que tocaba—el mismo que ella estaba tomando—mientras se acercaba a Ian—como ella—, no dejó de poner atención a la persona que yacía en el piso y cuya sangre caía lenta pero imparable sobre el suelo.
Ian reía a carcajadas de una manera espeluznante, pero no la aterraba, ya no; ¿sería porque, sin ella allí, Jake moriría? ¿O sería porque ya estaba cansada de ver a todos los que quería, morir en manos de su hermanito? ¿Sería orgullo, o la más expresa forma de miedo, haciéndola avanzar en lugar de retroceder ante la muerte? Recordó las paredes blancas, sin cuadros, salpicadas; recordó los gritos, los ruegos, los llantos.
Recordó la risa de Ian mientras todos gritaban de dolor.
Recordó a James, de pie frente a ella, protegiéndola con su cuerpo, y heredándole la fórmula que siempre había temido utilizar. Hasta ahora.
Oyó a Jake gritando su nombre a sus espaldas y se oyó a sí misma gritando el de James. Pero, a diferencia de James, ella había dado en el blanco. Los dedos y brazos de Ian que se sacudían a su alrededor, intentando dañarla, despedazarla, diseminarla por las paredes, cayeron inútiles hasta el suelo. La carcajada se apagó y fue reemplazada por un silencio ficticio, ya que Kat aún oía el eco de los gritos de su familia.
Ian cayó de cara al piso y allí se quedó, inmóvil, con el mango del diminuto cuchillo asomando por su espalda, en un punto inalcanzable debido a que había desgarrado nervios, músculo y tendones, y hasta había raspado hueso. Frente a él, Kat dejaba caer un brazo pesadamente, agotado; sentía un cosquilleo en ambos brazos y de reojo pudo ver el color carmesí que cobraba su sangre cuando hacía lo que James le había enseñado.
—¿Cómo lo hiciste?—preguntó Jake. Él también tenía un brazo empapado en sangre, pero no parecía molestarle tanto, ya no.
Kat tenía la mirada fija en Ian, quien, a pesar de los años, aún conservaba el diminuto cuerpito de un niño en crecimiento: delgado en algunas partes y robusto en otras, sin vello ni granos. Sin embargo, y con dolor, pudo notar el trabajo que había hecho la progresión en él, deformando sus huesos y estirando sus extremidades de maneras horribles. No estaban equivocados al considerarlo un Perdido: ya no había marcha atrás para él; la única salida era la muerte, y Kat, a pesar de todo, no podía imaginarse a Ian muerto.
Dejó escapar un suspiro y sintió que su cuerpo se volvía muy pesado; haciendo caso a los deseos de éste, se dejó caer hasta quedar sentada y apoyada sobre sus brazos. Jake se arrodillaba a su lado y miraba a Ian con recelo.
—Llamaré a Matt para que lo cargue en la camioneta.—se puso de pie y comenzó a salir cuando creyó oír algo.—¿Dijiste algo?
—Llama a Morti.—dijo Kat en un murmullo apenas audible.
—¿Sucede algo?—se acercó un poco a la chica y se agachó un poco para verle el rostro.
Kat estaba temblando, y sus heridas aún no habían dejado de sangrar.
—Dile que está sucediendo.
—¿Qué está sucediendo?
Levantó la cabeza y sonrió de lado, dejando ver la sangre que salía de su boca. Jake, asustado, se arrodilló y puso una mano sobre su espalda.
—Él sabrá qué hacer.—murmuró Kat y cerró los ojos.
Jake, sin perder el tiempo, buscó en sus bolsillos su teléfono y marcó rápidamente a Emergencias; su versión de Emergencias, lógicamente. Una voz cansada contestó al primer tono.
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Progresión
Mystère / ThrillerAlgunas personas nacen con la capacidad de transformar partes de su cuerpo para obtener ventajas en la batalla; esto es conocido como Progresión. Jake trabaja junto a sus amigos en el Centro, un lugar donde entrenan para explotar al máximo sus prog...