CAPITULO 33

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Yours - Ella Henderson

El infierno se había desatado, estaba segura que ahora las cosas se estaban volviendo un verdadero caos en Atenas, todo lo que me había dicho mi madre solo había ocasionado que mi cabeza imaginara mil y un escenarios poco beneficiosos de como Zeus estaba intentando por descubrir todo.

Su forma impulsiva y poco cuerda de resolver las cosas era lo que odiaba de él, podía verle a los ojos y descubrir sus verdaderas intenciones cuando tenía la enorme necesidad de vengarse de algo, era la misma con la que actuaba cuando trataba asuntos relacionados con su padre y Calipso.

Ahora el escenario era diferente, era algo por lo que él no se detendría, ni los mismos dioses del Olimpo podrían hacerlo, porque ahora saldría esa parte de él que por un tiempo me dedique a que cambiara, la parte que lo hacía actuar de manera fría y drástica, ahora se transformaba al mismísimo Hades.

Tomo una bocanada de aire mientras me siento en una banca con vista al faro.

No puedo dejar avanzar más tiempo, debo enviar la carta cuanto antes, debo aclarar todo antes de que esto se salga de control. Un indescriptible hielo me atraviesa en ese instante provocando que se erice cada vello de mi piel.

¿Cómo va a reaccionar a la carta? ¿Cómo va a tomar la noticia de que mentí? De que le oculte una vez más las cosas, de que oculte algo tan importante como lo del embarazo. La carga de culpa recaía sobre mis hombros, la horrorosa sensación de que mientras él estaba en casa culpándose por mi muerte, yo estaba no muy lejos de él, viva y a salvo.

Entonces vuelvo tomar las riendas de mis pensamientos, vuelvo a detenerme a analizar lo mejor. Y lo mejor es decir la verdad, lo mejor es que sepa todo.

Tomo mi bolso y me acerco hasta la casa, encuentro a Dorotea en la entrada junto a su nieta y una canasta enorme de frutas. Los ojos grises de la anciana se fijan en los míos azules como dos zafiros.

- Hera - sonríe, - Hemos venido a ayudarte con las cosas de la casa - el nombre suena tan extraño, acostumbrarse a el, en ocasiones tenía que volver a la realidad de que allí no era Dalila Areleous, que era Hera Megalos.

- Claro, no lo he olvidado - retiro un cabello rubio de mi rosto cuando este se sale de su sitio con la fuerte brisa que corre.

- Y trajimos algunas cosas para merendar - menea la canasta y toma una toronja, - Uhm saldrá un buen jugo de esta.

- No creo poder tomar cítricos.

- ¿Y porque? ¿No te gustan?

- No es eso - susurro mientras me acerco a la casa para abrir la puerta con la pequeña llave de cobre.

- Oh, claro el embarazo - agita su mano y bufa, - Que olvidadiza.

Dorotea había descubierto que estaba embarazada y yo no tuve que decir nada, era de esas ancianas que "al poner el ojo en ti", te decían hasta de que enfermedad posiblemente te ibas a morir, no sé qué rayos era eso, pero daba miedo.

Una vez colocamos un pie en la casa notamos el olor ha guardado y a viejo, bueno era de esperar que algo así pasara, la casa había estado sin habitar por más de seis años, así que habían un sin número de cosas cubiertas por el polvo y otras en mal estado por la humedad, pero lo que más miedo me daba era encontrarme algún animal por allí.

- Cambiará una vez la arreglemos ya veras, y podemos hasta colocar un toldillo en la cama uno muy bonito de seda blanca - los ojos de Dorotea se llenan de lágrimas, no sé qué recuerdos atraviesen en ese momento por su mente pero deben ser unos muy gratos de ella y su esposo, - Oh nuestra primera casa, éramos tan jóvenes - sonríe al decirlo.

PLACER GRIEGODonde viven las historias. Descúbrelo ahora