Prólogo

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El viento soplaba tranquilamente mientras las nubes oscurecían el cielo azul. Dando a entender que en cualquier momento empezaría a llover.

El clima en ese momento iba de acuerdo con los corazones rotos que lloraban la muerte de personas queridas.

Gris, frío. Sin vida.

Una niña de 12 años jugaba con el borde de su camisa, solo era capaz de impacientarse. No sabia que hacer, todos a su alrededor lloraban y ella trataba de hacer lo mismo, pero las lágrimas no salían.

Cada vez que lo intentaba unas fuertes ganas de reír la atacaban y en ese momento la estaban atacando.  Busco con desesperación a su mejor amiga y fue hasta ella.  Enterró su cabeza en su cuello y empezó a reír.

- No se por que me pasa esto - dijo entre risas, sabia que las personas creerían que estaba llorando por la manera en la que sus hombros se sacudían y lo fuerte que agarraba a su amiga.

- Deja de reírte - hizo como si la estuviera consolando - Estas loca, deberías estar llorando.  Estamos enterrando a tu madre.

- No se como pararlo.  No puedo evitarlo.  No se como reaccionar ante el dolor - susurro entre suspiros - Ella me pidió que no lo hiciera.

- Estoy segura que tampoco te pidió que rieras.

Aspiró con fuerza el perfume de su amiga tratando de controlar su respiración.  Poco a poco se fueron separando, limpiando las lágrimas que corrían por sus mejillas.

Las personas actúan de diferentes formas ante aquello que los daña. Situaciones diferente, mismo resultado. Dolor.

La niña sin desde cuenta mantenía ese dolor dentro. No había procesado aun lo que realmente sucedía. No pensaba en lo que estaba pasando, ni en el hecho de que su Madre estaba bajo tierra. Simplemente no lo había captado. Su mente no dejo entra la información, por esa razón ignoraba lo que sucedía a su alrededor y las  consecuencias.

- Tu padre viene hacía acá. Controla la risa y haz como si estuvieras llorando - le aconsejo - tienes los ojos llorosos, solo haz sonidos de llantos.

Camila hizo lo que su mejor amiga le pedía con dificultad.  Dinah era la única persona en la que confiaba. No la había juzgado por no poder llorar. Solo la cuido para evitar que otros vieran su reacción.

- Debemos irnos, Camila - dijo con tristeza su padre caminado hacía el auto, pero se detuvo en una lápida. En la de su mujer.

Ella solo se separo de su amiga y siguió a su padre hasta pararse a un lado de él.  Desde que su Madre había muerto, hace seis horas atrás, aquel hombre que iba delante de ella también lo había hecho. Ella los perdió a los dos. Y sabía que su padre tardaría en volver de donde sea que su dolor lo transportará.

Ya no había nadie en el cementerio. Vio como su amiga junto con su familia se iban.  Solo ellos dos quedaban,  observando la lapida de aquella maravillosa mujer que ya no estaba y nunca volvería a estar con ellos. 

La información poco a poco iba entrando en su mente. Iba procesándose.

En ese momento estaba siendo muy consiste de la magnitud de aquello. Su Madre nunca volvería. Muy dentro de ella estaba brotando el dolor, solo que no lo quería dejar salir. Sería un insulto a su madre. Ella se lo había pedido.

Observo como su padre salía de un transe y se movía.

Caminaron en silencio hacia el auto, miro a su alrededor y se percato de que a unos pocos metros de ellos están enterrando a otra persona.

La otra víctima.

Vio como un hombre lloraba descontrolada mente con un niña en brazos y otros dos niños que también lloraban.  Solo eran ellos cuatros. Se asusto cuando uno de estos salio disparado hacía ella. 

Mi Alocada Obsesión  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora