Capítulo 10:

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JESS:

Entré en casa después de haber permanecido un tiempo fuera del edificio mirando la carretera por la que Marco se había marchado mientras temblaba. Todo esto había sido una completa locura. Mi mente no podía parar de visualizarme corriendo, suspirando frustrada, llorando... Incluso era capaz de ver mi miedo. Mi mente reproducía una y otra vez la imagen de las calles de aquel horrible barrio. Desde la del dragón chino, hasta la oscura en la que me encontraron aquellos tipos la primera vez. Cerraba los ojos y era capaz de observar con una claridad inquietante el dibujo del muro en llamas, la fuente de las pinturas con olor a quemado y las mil palabras escritas en el primero de estos. Finalmente suspiré limpiándome las lágrimas con la manga de mi sudadera y entré al portal del edificio. Subí las escaleras sin ganas y entré al apartamento decidida a hablar con Vero de mis pensamientos, todo lo que había sucedido esta noche no hacía más que decirme que Marco tenía razón. Que el ruso quería llevarme con él y que en ese lugar estábamos muertos si nos pillaban. Cuando encontré al tipo de la navaja y le golpeó en la cabeza no era capaz de respirar, ahora tendría que vivir con eso por mi culpa.

Cuando entré al apartamento no había nadie, con tanta adrenalina no recordé que Vero trabajaba hasta tarde. Suspiré antes de cerrar la puerta y después de eso, me senté en el brazo del sofá para deshacerme de mis zapatillas con dificultad. Había metido uno de mis pies en un charco cuando estaba en el Evil y estaba muy sucia, así que, no me las dejé puestas mucho más rato. Mientras ponía la lavadora con mis dos zapatillas, el viento comenzó a soplar con fuerza en el exterior haciendo ruidos temerarios que, si no fuera porque esto no es una película de terror, serían bastante apabullantes. Suspiré cansada con la fregona en la mano y limpié mis huellas, que iban desde la entrada del edificio hasta mi apartamento, algo que dejó al portero bastante desconcertado. No pensaba dejar que lo limpiara él, había que tener espíritu amable y además, yo había sido la responsable. Me gusta arreglar lo que tiene solución.

Al llegar a casa de nuevo, me deshice del agua del cubo y fui directa a mi habitación donde me deshice de mi ropa. Mientras me ponía los pantalones del pijama la pantalla de mi portátil se iluminó y me acerqué para ver de qué se trataba el mensaje que acababa de llegarme dando saltitos como quien se está poniendo unos vaqueros dos tallas más pequeñas de la suya. Era una extraña manía que me enseñó mi hermano John. Se trataba de Mike, quien me preguntaba qué tal mi día y si la chatarra que tenía como portátil seguía funcionando.
Le respondí con un "bastante bien" que él tomó por "llámame y cuéntamelo por tu boquita preciosa". Pero, a pesar de no ser lo que necesitaba en esos momentos, pensé que hablar con él me ayudaría a dejar esos pensamientos en segundo plano al menos durante un rato.

—¿Cómo es que este cacharro sigue funcionando? —Soltó una carcajada tras la pantalla.

—Muy gracioso Mike —dije poniendo mis ojos en blanco—. Sabes que no quiero gastar mucho dinero, necesito un coche y el ordenador funciona bien.

—Tendremos que arreglar eso. He pensado que como no te di regalo de cumpleaños podría comprarte un portátil mejor —dijo sonriendo. Mis ojos se abrieron como platos, pero pronto bajé los pies a la tierra.

—Ni lo sueñes, mi cumpleaños fue hace unos meses.

—Tu cumpleaños fue el mes pasado y como estaba fuera no pude regalarte nada. Ahora las cosas han cambiado, tú estás aquí y te han desterrado de "villa perfección". Además, yo soy el que regala, no te preocupes por eso, sé que lo necesitas. —Le sonreí asintiendo varias veces. Estuve hablando con mi hermano hasta las una de la madrugada. Intercambiamos expectativas del día y estuvimos mirando algunos modelos de portátiles para que él me regalara alguno. Le estaría eternamente agradecida por esto, lo juro. Nadie había hecho algo así por mí desde que la abuela me regaló el portátil...

MARCO© ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora