Capítulo 24:

421 37 9
                                    

JESS:

Abrí los ojos y por un instante me vi rodeada de oscuridad. Tras unos segundos pude ver la luz tenue de una lámpara de noche que no había retirado cuando me marché a casa de los Collins hace unas semanas, estaba en mi antigua habitación. Cerré los ojos con molestia cuando mi mirada se topó con la zona de la habitación iluminada por esa luz e intenté acostumbrarme a ella antes de abrir los ojos por completo. Mis ojos estaban fijos en el techo de la habitación, e incluso podía jurar que, en algún momento, durante los primeros segundos, daba vueltas. Intenté incorporarme, pero cuando lo hice mis brazos flaquearon. Tomé una bocanada de cuando recordé qué había pasado: las manos de aquel hombre rodeando mi cuello, los temblores, el miedo, la falta de respiración y mis pulsaciones aceleradas y, lo más peligroso, las palabras, aquellas que me inculcaron tanto miedo y dolor a partes iguales cuando estaba entre sus brazos, sin escapatoria. Lo siguiente que recordé fue aquel sonido y el sentimiento de liviandad que experimenté cuando sus manos abandonaron mi cuello. Tuve que obligarme a tomar aire de nuevo porque con pensar en ello me volvía a ahogar, ver sus manos en mi mente me hacía experimentar otra vez la misma sensación de ahogo que antes y todo volvía a verse oscuro. Coloqué instintivamente las manos en mi cuello, justo donde aquel hombre las había situado antes, como si yo hubiese tenido la culpa y hubiese sido la responsable de todo aunque, en cierto modo, lo soy. Entonces recordé cómo mis piernas flaquearon y estuve a punto de caer hasta que sentí su tacto en medio de la caída.

Antes de poder seguir recordando, la puerta de la habitación se abrió y enseguida, su característica y esbelta figura apareció en mi campo de visión y sus manos permanecieron quietas, una apoyada aún en el picaporte y la otra extendida a lo largo de su cuerpo. Vestía con una camiseta negra —Marco siempre suele llevar ropa oscura, de esa que hace juego con todo lo que él carga a la espalda—, y unos pantalones cortos que hacían juego con todo lo anterior. Busqué sus ojos, fieros, felinos y oscuros pero esta vez, fue imposible dar con ellos y mantener el contacto visual porque estos se movían con una lentitud extrema por toda mi figura. Parecía estar escaneándome, como si pudiese deducir o encontrar algo que no estuviera bien conmigo, alguna lesión o algo por el estilo, algún tipo de daño tanto interior como exterior.

Él no dijo nada y yo tampoco, simplemente seguí ahí con las manos inmóviles en mi cuello, sin apenas notarlas y con miles de pensamientos en la cabeza. Le vi acercarse con un sentimiento extraño en los ojos, uno que escondía a la perfección después del momento en el que dejó escapar su miedo involuntariamente. Sus pasos eran lentos pero su respiración era tan agitada que pensé que en algún momento echaría a correr y en dos zancadas llegaría hasta mí sin mucho esfuerzo, pero no lo hizo. A él se le da bien la contención. No me di cuenta exactamente de cuando se sentó a mi lado, ni siquiera sentí el colchón hundiéndose bajo su peso, estaba demasiado embobada mirándole como para eso, ahora mismo no me apetecía otra cosa que seguir en la misma posición en la que estaba y respirar. Para cuando me di cuenta, una de sus manos estaba situada en un lateral de mi rostro y seguía evaluándome, con la única diferencia de que ahora acariciaba cada lugar de mi rostro que su mano rozaba.

—Joder, Jess me has asustado... —casi maldijo. Su tono de voz había sido bajo, pero no un susurro de esos en los que algunas palabras pueden desaparecer, sino uno donde la preocupación estaba tan presente que si alguien no se enteraba de las palabras sería por no estar demasiado concentrado en ellas.

—¿Dónde está? —pregunté dejándole que me acariciara un rato más. Es extraño pero su tacto suave me calmaba de una manera inigualable, no como el de Robinson y sus manos ásperas y áridas que podían destruir todo lo que tocaban, que estuvieron a punto de destruirme a mí.

—Eso no importa, ¿estás bien? —Evitó la respuesta que yo deseaba, como casi siempre hacía. Me quedé inmóvil mientras mi cerebro quería sacudir la cabeza en un asentimiento y mi cuerpo paralizado no era capaz de hacer nada para colaborar.

MARCO© ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora