Epílogo:

399 19 46
                                    

MARCO:

"Pequeño y grande Marco, mi pelinegro favorito y el que estoy segura que robará grandes suspiros a alguien cuando llegue el momento:

Le pedí a Allyson en otra carta que jamás te diera esto hasta que no lo necesitaras con todas tus fuerzas, hasta que no fuera estrictamente necesario, porque para todo el desgarre que sabía que sentirías en tu interior ya había dejado la otra, la que probablemente habrás leído y releído una y mil veces, porque te conozco y, aunque tengas seis años sé que seguirás siendo un cabezota durante el resto de tu vida, porque es eso lo que quiero, que tú continúes viviendo como si no sintieras un gran vacío en tu interior aunque eso quizás sea lo más difícil que alguien te esté pidiendo o te haya pedido jamás.

Quizás me falte adjetivos para definirte, pero si tengo algo claro es que eres fuerte, valiente y maravilloso, del tipo de personas de las que merece la pena conocer en la vida, porque escondes tantas cosas en esa cabecita y esconderás en un futuro... —que en eso seguro que has salido a tu padre, terco y reservado, pero quiero que sepas que eso no es malo, las personas somos como somos y todas nos comportamos de manera diferente, nunca te sientas mal por ser como eres, cariño—. Esconderás ese tipo de cosas a las que no querrás contar a nadie porque llevan escritas en letra mayúscula aquella palabra a la que la gente tememos tanto, "dolor".

Me gustaría decirte que el dolor es una emoción que pasa y sana con el tiempo, que es una herida que se cose los puntos a sí misma y que la caída de la arena del reloj es lo que realmente va haciendo que cese, que seas más libre. Pero esta es la vida real, y en ella el dolor escuece y arde, porque, la mayoría de las veces no tienes el tiempo suficiente para que la herida se cure y no tienes la oportunidad de caminar algunos pasos más lejos de aquello que te retiene, sino que alguien no hace más que echarle sal y sal a esa herida haciendo que la realidad te golpee en la cara una y otra vez hasta dejarte tumbado y seminconsciente.  Pero, lo que sí puedo decirte es que no tienes que asustarte, porque por mucha sal que le echen a esa herida que te oprime el pecho, tarde o temprano acabará dejando de doler y te harás inmune, hará que cese y ya no tendrás que preocuparte nunca más por aquel vacío y por cómo rellenarlo, porque nunca podrás pero la diferencia es que vas a comprender ese dato.

Cuando perdemos a alguien, nos sentimos impotentes, porque pensamos que perfectamente la vida podría haber escogido a otra persona para regalarnos más tiempo, porque somos unos egoístas, todos nosotros. Y entonces te das cuenta de que ese vacío que sientes no es como los demás, uno que puedas reparar con el paso del tiempo, sino un vacío que por mucho que rellenes nunca va a rebosar, uno al que, por mucha sal que eches y por mucho tiempo que pases en el océano jamás vas a hacerte inmune. Y no pasa nada, porque, aunque sientas que te falta alguien caminando a tu lado, yo nunca me habré ido, sino que seguiré caminando por donde quiera que tú vayas, con paso firme y decido, como cuando estaba enfadada, seguro que lo recuerdas a la perfección.  

Quiero decirte tantas cosas pelinegro mío y, tengo tan poco tiempo...

Qué injusta es la vida para nosotros y qué breves han sido estos seis años a tu lado...

¿Sabes? Las personas somos como libros, estamos repletos de historias que contar y, aunque podríamos contar las felices una tras otra un libro no tan solo las porta a ellas, sino que también porta las malas, y esas ya no queremos contarlas con tanta facilidad. Cada vivencia en nuestra vida es una historia, y cada recuerdo, un momento que constituye una página de aquel libro que se va haciendo viejo con el paso de los años. Si decidimos que algo no nos gusta, arrancamos la hoja en la que está escrito y lo borramos de nuestra memoria, o al menos creemos que lo hacemos, porque es cierto que aquello que más nos duele es lo que perdura y persiste en nuestra cabeza haciendo que nos volvamos locos. Y somos débiles, claro que lo somos, porque si el libro se encuentra con una tormenta corremos el riesgo de no poder sobrevivir, porque las páginas se mojan, las letras se pierden y las memorias se borran por primera y única vez para siempre. Bien, esta ha sido mi tormenta, pero no tiene por qué ser la tuya, de hecho no lo es y estoy segura de ello.

MARCO© ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora