Capítulo 54:

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JESS:

Tratar de levantarme sin despertar al Marco sensible al movimiento era un auténtico caos y más si tenemos en cuenta que es muy difícil escapar de sus brazos por dos motivos, uno porque me sujetan con firmeza como si temiera que me alejara de él y dos porque, son sus malditos brazos, es imposible querer escapar de ellos. Ni siquiera sé cómo lo conseguí, pero llevaba diez minutos intentando escapar de él y mi fuerza de voluntad tampoco jugaba a mi favor, soy un desastre.

Después de cinco minutos más intentando no despertarle mientras el resto de mi organismo reaccionaba, conseguí librarme de su agarre con suavidad y le dejé durmiendo profundamente con el pelo revuelto ocultándole los ojos y la respiración acompasada. Si su reloj interno funciona, debería estar despierto en unos diez, quince minutos. Sí, no más. Decidí levantarme de una vez por todas y dejar de mirarle, porque corría el riesgo de volver a acurrucarme contra él y dejar el resto del mundo en segundo plano porque ahora mismo lo que más me importaba era él, nada más. Me dirigí al baño a hacer mis necesidades y una vez terminé fui a la cocina a hacer el desayuno cuando mi estómago rugió indicándome que era eso precisamente lo que tenía que hacer. No había probado bocado desde ayer al medio día así que, supongo que era hora de darme un respiro y alimentarme como es debido después de tanto tiempo ahora que las cosas empezaban a volver a la normalidad poco a poco y mi estomago dejaba de estar consumido por los nervios. Había dormido tanto y seguía con tanto café en las venas que no estaba cansada, me sorprendió eso, al igual que me sorprendí yo misma cuando decidí que hoy no habría nada de café para mí. Me dolía aceptarlo pero, Vero, Nick y Marie tenían razón, estos días no me he estado cuidando nada a mí misma y eso ha sido algo muy inmaduro por mi parte.

No podía dejar de pensar en lo de anoche, en la forma de gritarnos, en la manera tan destructiva que usamos para recuperarnos pero tan dolorosa que acabó por dejarnos indefensos a los dos y hacernos llorar de una manera casi imparable. Era la primera vez que lo veía tan devastado y pensar que quizás había pasado por situaciones peores me dolía porque eso es lo que pasa cuando te relacionas con una persona, acabas sufriendo por ella y con ella en cualquier situación y eso nos jode muchísimo por dentro, porque ya no sufrimos por algo nuestro, algo que podamos solucionar por nuestra cuenta, sufrimos por algo ajeno a lo que ya no podemos poner remedio tan fácilmente. Ni siquiera dije nada porque sabía perfectamente que en esos momentos cualquier palabra sobraba, destruiría esa especie de burbuja instantánea que habíamos creado para nosotros en ese preciso instante, pero sí que me permití tomar las riendas de una situación que a él se le había ido de las manos porque esta vez, tocaba cambio de papeles. A él le correspondía ser el débil, los chicos también lloran y creo que era lo que los dos necesitábamos en ese momento por mucho que nos doliese. Llorar nos hace seguir adelante con nuestras emociones a flor de piel, ser más sensibles a ojos de cualquiera, pero también nos ayuda a sacar todo lo malo que nos atormenta y nos persigue hasta que interiorizamos que realmente tenemos un problema y buscamos la manera de centrarnos y solucionarlo a toda costa. Llorar hace que las cosas que nos oculta intermitentemente nuestra mente salgan a la luz y podamos descubrir que existen vías para borrarlas, nos hace ser y actuar como la persona que necesitamos ser para salir adelante y eso no es malo, muchas veces, la mayoría, es todo lo que necesitamos.

Cuando terminé de preparar el desayuno y di un sorbo al té Matcha que me había preparado, decidí acercarme a la habitación y ver si mi predicción sobre el pelinegro se había predicho. Observé a Marco apoyada en el marco de la puerta de la habitación desperezarse sin notar mi presencia y vi segundos después como empezaba a moverse para tratar de seguir durmiendo un poco más pero, al apretar los brazos y notar que no estaba los músculos se le tensaron bajo la ropa y reprimí una sonrisa.

—¿Dónde narices...? —Su voz ronca empezó a preguntar mientras se cubría los ojos con una mano para no dañarlos con la claridad. Estaba tan guapo y ni siquiera se daba cuenta...

MARCO© ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora