Capítulo 62:

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JESS:

Dormir había sido una tarea muy difícil desde hace mucho tiempo. Desde que las pesadillas volvieron, desde que Marco y yo lo dejamos durante semanas y semanas y la cafeína se apoderaba de todo mi sistema lentamente, desde que mi exnovio iba a casarse con mi hermana y yo tenía que volver a ver a la familia que nunca me había querido como merecía —o al menos la mayoría—, y ahora, por si fuera poco, mi padre podía ser el asesino de la madre de Marco, el causante de tanta oscuridad en su vida, aquel hombre que me dio la vida y que nos ha podido estar mintiendo a todos nosotros. Porque, mi madre y el resto no tenían pinta de saber nada y sabía que por muy estirada y fría que fuera la primera, ninguno se guardaría algo así. Era imposible y yo no iba a creer lo contrario.

Cuando Marco despertó intentó abrazarse a mí adormilado y aún con los ojos cerrados, supe en ese momento que él seguía queriéndome a pesar de todo lo que pudiera suceder en estas horas y días venideros. Le creí anoche, de verdad que sí, habló con tanta determinación y brillo en los ojos que nadie podría haber dudado de sus palabras, pero eso no quitaba el hecho de que yo me estaba desmoronando muy lentamente y él no podía arreglar esa escultura de arcilla que cada vez andaba más deforme. Frunció el ceño cuando no encontró mi cuerpo junto al suyo, pero no sonreí, ahora mismo era un matojo de nervios y parecía una maldita locura y estupidez, pero sentarme en el diván y perder la mirada en el jardín trasero era lo que me mantenía ocupada y lejos de todo lo malo que podía pasar. Qué irónico era eso cuando le tenía ahí tumbado para mí y dispuesto a acogerme en esos brazos firmes que podrían resguardarme de cualquier tormenta...

Marco me observó durante unos segundos mientras se acostumbraba a la luz que había en la habitación, le había estado observando de reojo, eso hacía que me sintiese mejor, él hacía eso, evadirme de todo y reducirlo a cenizas hasta que el espacio quedaba limitado a nosotros, llenos de sentimientos uno frente a otro. Habría aguantado, de verdad que sí, me moría por quedarme en la cama a su lado y pensar en otra cosa como en qué era lo que haríamos en la boda del sábado, porque yo no tenía ni idea de bailar y temía caerme en cualquier momento, porque tenía que presentarle ante un montón de personas que quizás no aprobaban mi decisión de haberme ido, porque ahora mismo, después de casi perder la vida solo quería paz y felicidad, solo quería estar con él y no pensar en nada más. Pero era tan difícil...

Ni siquiera sentí cómo se acercaba, un segundo estaba tumbado con la mente en otro lado mientras me observaba con detenimiento y al otro estaba detrás de mí y sus manos se deslizaban por mis hombros lentamente, como si quisiera transmitirme algún tipo de fuerza que sabía que me faltaba. Pero, eran tantas... Tantas que ni siquiera sabría por cual de ellas empezar. Entonces se agachó y, como si supiera qué era lo que necesitaba escuchar, agarró mis manos entre las suyas y susurró en mi oído.

—Sé que no puedo pedirte que te relajes, pero al menos habla conmigo y dime como te sientes, porque sé lo que te pasa y no puedo ponerle remedio lo cual me cabrea, pero sí que puedo ayudarte de otra forma...

Negué con la cabeza.

—No, no puedes ayudarme, porque sabes que si subimos ahí arriba y encontramos algo no voy a perdonármelo jamás. —Susurré sintiendo su corazón latir al mismo ritmo que el mío.  

Marco tragó grueso y sentí sus pestañas hacerme cosquillas en el cuello mientras cerraba los ojos para depositar un beso en mi clavícula. Por primera vez en todo este tiempo no me estremecí, y me dio miedo no hacerlo. No cuando él era tan electrizante, tan magnético, tan él que arrasaba con todo a su paso, no cuando era prácticamente imposible hacerlo. 

—Te dije que solo eran suposiciones, si no encontramos nada a la mierda y si lo encontramos, a la mierda también, yo lo único que quiero es que tú...

MARCO© ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora