Capítulo 44:

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JESS:

No había podido pegar ojo en toda la noche a pesar de que Marco estuvo junto a mí permitiéndome acurrucarme entre sus brazos y recibir aquel calor tan reconfortante. Siempre lo había considerado una protección, todo en él me lo parecía. Desde que nos conocíamos siempre había estado dando la cara por mí y protegiéndome de Robinson, de la fatídica noche en la fiesta de iniciación en la universidad y en prácticamente todas las fiestas. Pero quería dejar de verle así, para mí Marco siempre había significado algo más, aunque hubiera tardado demasiado en darme cuenta. Quería dejar de meterle en líos que llevasen mi nombre, pero como siempre, él hacía oídos sordos a mis palabras y eso no me gustaba.

No quería perderle por una estupidez, cargaría con la culpa y que perdería a la única persona que me había amado de verdad.

No quería fastidiarlo todo.

Me pasé el resto de la noche repasando mentalmente mis apuntes de los parciales de diciembre para alejar los malos pensamientos sobre Robinson de mi cabeza y cuando ya los hube repasado mil y una vez empecé a moverme inquieta en la cama, presa de mi propio nerviosismo.

Creo que conseguí pillar el sueño durante unos minutos pero luego una pesadilla me hizo despertarme sobresaltada. No recordaba con exactitud lo que había sido pero estaba totalmente convencida de que estaba relacionada con el tema "yo soy tu guardaespaldas te guste o no". Pasé el resto de la noche repasando a Marco con la mirada y sin poder dejar mis manos quietas.

No estoy segura de cuántas veces le abracé, pero de lo que sí tenía la certeza era de que cada abrazo suponía una distancia kilométrica entre nosotros. No era capaz de eliminar el pensamiento de que tal vez ese sería nuestro último momento juntos y me negaba a creer en ello. Le abrazaba porque la necesidad de quererlo cerca nunca cesaba.

Cuando me di cuenta de que probablemente pasaría la noche entera sin dormir, casi no me importó. Era absurdo luchar contra los nervios y el sueño, al final siempre acabábamos haciendo lo que a ellos les daba la gana. Finalmente y contra todo pronóstico, el sueño me ganó la batalla a eso de las seis y media de la mañana, cuando solo quedaba media hora para que el pelinegro a mi lado despertase y se marchase. Traté de evitarlo, lo intenté, quería decirle esa mañana que lo quería otra vez y que no dejaría que volviese a meterse en un lío por mí pero todos mis esfuerzos habían sido en vano.

No había sentido más rabia en mi vida después de lo de mis padres y su penosa actitud con nosotros. Salvo que esta vez, a esa rabia se le unió el sentimiento de culpa, que mi consciencia estuvo recordándome toda la mañana.

Vero no durmió en casa esta noche. Recuerdo que cuando me llamó esta mañana yo estaba sentada en la mesa del salón dando vueltas al café que me había preparado en casa, divagando entre mi consciencia y maldiciendo en voz baja. No debería de haberle dejado ir, era una estúpida por no mantenerme firme en mis decisiones... Mi amiga, que me llamaba para preguntar si pasaban a recogerme para ir a la universidad, notó mi tono decaído y aprovechando que Nick estaba en la planta baja y ella en su habitación me preguntó si estaba así por el pelinegro.

Asentí con un sonido nasal y ella suspiró como si entendiera cómo me sentía. Al fin y al cabo, ella siempre lo había hecho.

—Creo que no te conviene pensar en eso ahora, sé lo que vas a decirme, pero tienes miles de cosas más en las que pensar y no puedes cagarla en clases. Te recuerdo que tienes que demostrarle a tu madre lo mucho que vales aquí, en Pekín o en Alaska. Mantén tu mente ocupada, es mi mejor amigo, yo también me siento rara hoy, pero estará bien, él siempre se las apaña. Llévate mi coche anda, las llaves están en la entrada, yo iré con Nick.

MARCO© ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora