Capítulo 61:

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MARCO:

Habían pasado dos días desde que habíamos llegado a Australia y ya habíamos hecho de todo lo posible durante estos dos días. Jamás imaginé que las familia de Jess se tomara las cosas tan a pecho, es decir, ella me lo había advertido, pero no pensé que fuera a tan grandes magnitudes. Había visto ir y venir al personal de la casa a una velocidad que debería ser ilegal para cualquier persona que viviera dentro de una vivienda mientras llevaban consigo listas de invitados, decorados, comida del supermercado en bolsas, etc. Verles venir con esto último me hizo pensar en el apocalipsis y me sorprendí a mí mismo ante eso, jamás había pensado en un apocalipsis y me resultaba curioso haberlo hecho ante una situación como esta. De igual forma, Jess y yo habíamos intentado ayudarles con algo para que se relajaran un poco y no fueran tan deprisa a cualquier lugar de la casa al que se dirigían, pero no nos dejaron, nos dijeron que ese era su trabajo y ella tuvo que morderse la lengua y luchar contra sus principios para darse media vuelta y quedarse de brazos cruzados.

Ayer fue un día difícil para Jess, por la mañana estaba tan frustrada por no poder ayudar en nada que decidió salir a dar un par de vueltas por el jardín y, mentiría si dijera que no sonreí al verla en ese estado. Era tan distinta a su familia que casi parecían no serlo, aunque supongo que eso es lo que nos pasa a Nick y a mí, polos opuestos pero de un mismo palo...

Aquella tarde la acompañé a ver a su abuela, quería dejar las cosas claras con ella y sabía que no poder hacerlo mientras estaba encerrada entre las grandes dimensiones de su casa la carcomía por dentro. Sin duda fue lo más difícil del día, pero yo no me quedé ahí para ver qué se decían, Jess me presentó a su abuelo, que dio la casualidad de que estaba saliendo de casa para pasear al perro que tenían, así que me marché a dar el paseo con él cuando me lo pidió, era un hombre agradable. Lo cierto es que lo preferí así, quería darle su espacio, dejar que ella solucionase sus problemas de la mejor forma que ella supiera hacerlo sin que yo estuviera presente, porque sabía que ella era capaz de hacerlo y que lo necesitaba, muy en el fondo lo necesitaba. Pero claro, el paseo no fue eterno y, si Jess tenía que quedarse tranquila no podía borrar solo de aquella lista interminable de explicaciones a su abuela, tenía que hacerlo con la mayor parte de personas que le fuera posible. Así que no me quedé durante la conversación con su abuela, pero sí que lo hice en la de su abuelo, aunque intenté no meterme mucho en la escena, me mantuve alejado mientras observaba la gran estantería de libros que tenían en el salón.

Fue sorprendente el rumbo que fue tomando la conversación en tan pocos minutos, y me gustaría decir que fue un drama pero no se pareció en nada a eso, ambos supieron aceptar la realidad y parecían encantados de que Jess estuviera persiguiendo lo que quería en la vida después de haber pasado por ese miedo al futuro que había experimentado al haber abandonado Australia ella sola y con la única ayuda de Mike. La conversación fue fluida para mi sorpresa, todo siguió su curso normal y no hubo interrupciones, ni gritos, ni llantos, solo hubo comprensión y promesas de ayuda si alguna vez ella necesitaba algo, que fue lo que necesitaba Jess para quitarse un buen peso de encima y poder seguir caminando un poco más enderezada. Su tío apareció poco después de haber acabado la conversación y el señor y la señora Hughes le pusieron al corriente de todo en unos minutos. Este último la reprendió por no haber contado con ellos desde el principio y le dijo que no pasaba nada, que hay personas en este mundo que no sirven para acatar las normas, ni seguir un rumbo o unos pasos incrustados en la arena de ningún lugar, sino que estaban hechos unos auténticos rebeldes sin sentido que en la mayoría de las veces eran unos incomprendidos, y eso era ella, una incomprendida sin rumbo fijo, pero que seguía lo que sentía sin miedo a acabar en algún otro lugar por mucho que eso la preocupara. Orgullo fue lo que desprendieron sus palabras.

Después de aquella conversación, el señor Hughes me llevó a dar una vuelta por su casa y terminó enseñándome junto a su tío la enorme colección de barcos embotellados que tenía en su despacho, aquel que utilizaba para "escapar del maldito ruido que hacen los vecinos" y poder leer en paz durante horas y horas sin que nadie le molestase, para perder la noción del tiempo. Y parecía ser verdad, porque no había ni un solo reloj en la sala. Nos habíamos estado presentando mientras paseábamos por las calles de la manzana y me había estado haciendo un par de preguntas, incluso me había llegado a amenazar si algo malo le pasaba a Jess y yo reí fascinado por el humor de este hombre realmente encantador.

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