Capítulo 15:

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JESS:

Abrí los ojos en la habitación ahora iluminada por la claridad que entraba desde fuera. Me incorporé en la cama y tras bostezar y ahorrar fuerzas para levantarme, lo hice torpemente. Hay días en los que madrugar sienta mal, como por ejemplo, en ocasiones como en las que llevas sin dormir bien una semana. 

Me deshice del pijama y me puse unos vaqueros claros y una sudadera de color rojo. No me preocupé demasiado por peinarme cuando entré en el baño, en su lugar, me hice un moño despeinado bastante desganada. Me pesan los párpados, quería seguir durmiendo, pero recordar que tengo que ir a la universidad es un motivo de bastante peso para no amuermarme y volver a la cama. 

Cuando dejé el baño e ingresé al salón, Marco estaba dirigiéndose a la cocina. La televisión estaba encendida y con voz baja, supongo que esto último es porque no la estaba mirando. Se dio la vuelta para mirarme antes de hablar mientras retomaba su camino:

—He hecho el desayuno, tienes que tener hambre —habló ya desde dentro de la sala. A juzgar por el leve jaleo que se escuchaba desde el interior de esta, ese debía de ser motivo por el cual no hacía falta aclararme que había preparado algo. En fin, valga la redundancia.

—Ya, por todo eso del ser humano y la cadena alimenticia...

—Veo que aprendiste algo anoche —dijo sin mucho entusiasmo y con un tono que no sabría describir bien. En ese momento me di cuenta de que antes, él había hablado para no hacer esto más raro e incómodo de lo que ya era.

No sé si sentirme mejor porque lo está intentando o peor porque sus palabras están vacías y no significan nada en realidad.

Le seguí hasta la cocina y un olor agradable me invadió cuando me detuve a observar en la puerta de la estancia. Había dos platos con tostadas con mermelada y dos tazas de las cuales procedía un olor intenso a chocolate caliente. Me acerqué a Marco para ayudarle a llevar la comida a la mesa y cuando cogí las tazas, el intenso olor a cacao hizo mi boca agua. La última vez que bebí chocolate caliente fue con Jake, antes de dejarlo. Recuerdo aquel primer día de enero, cuando el viento gélido nos hacía tiritar de frío y ambos fuimos al interior de una cafetería a tomarlo expresamente por mí. Después se marchó porque tenía trabajo y estuve el resto del primer día del año en mi habitación viendo películas Disney con la hija pequeña de uno de los socios de mi padre ya que Chloe estaba con un amigo que acababa de regresar de un intercambio. De igual forma no pensaba estar un día entero con ella en una misma habitación, con tan solo respirar la molesto. Adoraba el chocolate caliente, pero tras eso dejé de tomarlo de forma frecuente.

—¿Has hecho chocolate caliente? —pregunté cuando una pequeña sonrisa comenzaba a formarse en mi rostro. Inconscientemente mi mañana había mejorado.

A pesar de que mi último recuerdo tomando chocolate caliente fuese con Jake, seguía siendo igual de placentero y delicioso tomar uno en estas épocas del año. El otoño estaba alcanzando su punto culminante y las continuas lluvias solo hacían que pareciese que el invierno había llegado. 

Cuando Jake se marchó diciendo que tenía trabajo aquel día, sabía que era una excusa. ¿Quién trabaja el primer día del año? Ese día es un día para que todos descansen y lo disfruten con sus familiares, pero el pobre de Jake tenía que trabajar. Qué excusa tan estúpida...

Sin embargo, a pesar de que se marchase y me dejara sola en aquella cafetería, recuerdo que una de mis canciones favoritas estaba sonando de fondo y que una chica de las que trabajaban allí me invitó a un trozo de tarta por ser la clienta número dos mil. Pensé que eso solo ocurría en las series juveniles que hacían creer a todos los adolescentes que el mundo es lo mejor, pero me equivoqué. Resultó que el día que Jake se marchó fue uno de los mejores de mi vida, estar sola me ayudó a pensar y descubrirme a mí misma un poco más. Cuando llegué a casa tras la lluvia torrencial y me acomodé el pijama tras darme una ducha para ver películas de princesas con una cría, me di cuenta de que tenía que ser valiente y alcanzar mis metas. Como la princesa pelirroja de la película que escogió la niña. Entonces llamé a Mike y le conté cómo me sentía y todo lo que me pasaba por la cabeza y entre los dos conseguimos que el primer paso de mi plan se cumpliera: tener un posible apartamento compartido en Londres. Después de meses dándole vueltas llegó la parte más complicada, decirles a mis padres que me marchaba. Y el resto... es un hecho.

MARCO© ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora