Maratón 2/5.
"Sombras abstractas"
El desapego que sentía ante la última actitud que había tenido el morocho, era una bomba de tiempo. El encierro que llevaba hacia unos días, era causado por la rabia que lo carcomía, había faltado a la escuela, y le había rogado a su padre que se desatendiera de Carlitos, cada vez que éste volvía a la casa a preguntar por él.
Se había encerrado porque aún mantenía el juicio nublado, las ideas le bailaban calientes y si no quería ser imprudente debía mantenerse en frío. Sabía que si volvía a la escuela al día siguiente del "incidente" con Luis, le rompería cada hueso esquelético del cuerpo. Y por ende, se las vería con Carlitos.
Porque las alas de su ángel, no debían ser cortadas, ni siquiera por él. En lo frío del bullicio, o en lo tibio de su piel, el rubio era libre por completo, aquí y en el más allá. No por algo sus rulos se mecían con tanto descaro, no por nada sus ojos desafiaban toda torrente de modales, ni por nada todo el espectro que era sus ser, resplandecía.
Pero por otra parte, la idea de compartir sus labios le pesaban como la más oscura de las sombras en sus pesadillas, como la voz eléctrica que atomizaba en cada uno de sus sentidos al despertar. Dónde no había ángel para él, donde estaba solo y tieso, duro y atrapado.
Pero en el camino, se olvidó de obviar la astucia del rubio, la insistencia explícita y la facilidad para trepar que llevaba consigo. Cada virtud como cruz.
Así no se percató ni siquiera una vez lo tuvo encima, acurrucado sobre el bulto que hacía todo su cuerpo bajo la frazada, su torso desnudó descansaba placido mientras el joven rubio tiritaba sobre un rincón.
Lo pudo notar sólo, cuando el pequeño espacio de aire de repente pareció escapársele, y otra vez, la voz rasposa y colérica le chilló al odio, sintió un escalofrío y su cuerpo se removió acorde al susto. Saltó ligeramente sobre la cama, el sudor le caía en gotas sobre la frente y se sintió abrumado ante el repentino despertar.
Carlos allí, junto a él, con su ropa aún puesta y medias rojas, descansaba como podía sobre un diminuto y estrecho espacio en el colchón. Sintió una parte de él volver, y apretó los labios con cierta molestia. Cuando Carlitos no estaba con él, volvía a ser el mismo Ramón frío y antipático de siempre, de toda la vida, pero cuando el rubio regresaba, asechando sus días, trepándole el corazón y la razón, su semblante desaparecía y podía decirse, que se volvía más humano.
Uno al otro se volvían más humanos.
Lo casó como pudo del brazo, mientras lo veía desperezarse poco a poco. Le sonrió una vez lo vió abrir los ojos, y el gesto fue mutuo, y queriendo recordarlo, ya estaban unidos en un beso fortuito que alimentaba su hambre pero no cesaba nunca su sed.
No pudo parar una vez que lo tuvo debajo suyo, con el aliento cálido y el palpitar desopilante. Lo despojó de su remera y la cama quedó desordenada aún más que sus cabellos, siendo arrasados por sus manos entorpecidas ante el abrazo. Le faltó sentir su voz llamándolo, y tuvo la urgencia de pedir que lo nombrara, que le hiciera eco de su cariño, pero luego desechó la idea, porque ambos eran un desastre. Eran ese precipicio que esperaba a sus presas caer desde el vacío, eran una relación inconstante, que no se movía para ningún lado, eran puro deseo y rabia.
Eran dos hombres jugando a quererse. Cuando no podían ni con sus propias querencias.
O quizás, eran dos niños que no saben lo que hacen.
Deslizó los besos hasta su cuello, mientras lo sentía duro sobre su abdomen, ambas erecciones se rozaban y el crujir de su saliva mezclada rebotaba por las paredes de la pequeña habitación. La ventana aún abierta, dejaba entrar la brisa fresca de un día frío y difícil.
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Los dioses resplandecen |El Ángel|
Fanfiction-El Diablo es rubio. Y en sus azules ojos, se encendió el amor. Con sus calzones rojos, el diablo me parece encantador. -Pensar que alguna vez fui un bebé.- -Y ahora sos un hijo de puta.