Capítulo 23: rubio despertar

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Maratón 3/5.

"Rubio despertar."

El despertar paciente y sereno se debió a la obviedad que había tenido lugar esa noche, su madre, apretujada sin saber cómo reaccionar, prefirió no ir a molestarlos más a la habitación. Siempre se había considerado una mujer abierta, jovial y por sobre todo, capaz de experimentar en demencia distintas aventuras que proporcionara la vida. Pero su ideal cayó ese mismo día, la incomodidad se le repartió por el cuerpo y cuando su marido preguntó que sucedía, respondió:

—Ramón anda con mal de amores.

Nada concreto, nada cerrado. La verdad verdadera del cuento, aunque resumido, sin contarlo en párrafos.


Los rulos rubios tenue le acariciaron el mentón con suavidad, frunció el entrecejo ante las mil y una de las sensaciones que su cuerpo manejaba últimamente, se dejó llevar por el sueño que sentía y se recostó un rato más. Sonrió mientras observaba a Carlitos sobre su hombro, quién parecía dormir con tranquilidad, le besó la nariz levemente para no despertarlo, y tembló ante el recuerdo de verlo dormirse entre lágrimas.

Allí pensante sobre el rincón de la cama, no sentía la incomodidad, ni siquiera los huesos entumecidos debido a la posición, agradecía ser solo consiente del cuerpo ajeno ensimismado al suyo, casi rogándole energía.
Repasó las últimas palabras de su amigo antes de dormirse, y encontró la cercanía de la complicidad.


—¿Vas a la escuela hoy?—le preguntó Carlitos, mientras lo veía deshacerse de su jeans. Aún sobre la cama, con el pelo desordenado y la voz ronca.

—No. voy con vos a buscar un alquiler, o un hotel.—le respondió. Siendo sin notar con exactitud cuánto acrecentó el brillo en la sonrisa del rubio.—Me quedó algo de lo de las armas, nos sirve para pagar lo primero, pero necesitamos más. ¿Entendes lo que digo?—

Supo con adelanto por el brillo prendido en sus ojos que la idea le había llegado traspasándole los sentidos y causándole satisfacción ante la imagen eternamente excitante del robo, del hurto, el ultrajo, de la violación a la ridícula privacidad del delito. Se le pintaron los invisibles bigotes gatunos sobre los labios.

Era hermoso.

No supo cuánto tiempo lo miró, sin detallar aún la situación tirante de lo que había ocurrido con su madre, pero pronto fue consiente de lo poco que le importaba tan repentinamente. Porque los ojos de Carlitos hablaban, le decían con poder efusivo que lo siguiera, que llegara hasta el fin del mundo con él, y todo su cuerpo lo que sea que significaba el alma, lo obedecían.

—Me pones durísimo pibe.

La declaración ultra violenta de la manera que fue lanzada, terminó indecorosamente en una lista imaginaria de sus urgencias, sus deseos inmediatos.

Vio a Carlitos sonreírle descaradamente, mientras se levantaba de la cama, aún con el jeans azul puesto y las medias rojas, se pozó delante de él, como si le bailara con los ojos, rulos rizos rubios le calaban sobre la frente y parte de la nariz. Cuando el morocho quiso tomarlo de la boca, se quedó con la acción en el aire, mientras sentía como presionaban su miembro por encima del bóxer.

—Ya lo noté...—le susurró mientras en su cara mostraba incontables sensaciones que rara vez mostraba.

Ramón parpadeó y se mordió el labio acallando un jadeo, se avergonzó una vez que notó la dureza en su entrepierna que antes no había percatado, se puso duro solo con verlo, realmente. Sonrió para si mismo, si así iba a ser, que así fuera.

La mano de Carlitos se movió y sintió ansias de volver a tomarla para que remontara otra vez sobre la tela oscura, pero no lo hizo, porque quedo perplejo al verlo agacharse frente a él con tanta rapidez, lo próximo que sintió lo elevó a alturas incontables, le quitó la respiración la caliente boca húmeda sobre su miembro, que lo dejó con la boca abierta y el ceño arrugado. Mientras observaba la pared frente a él, sin poder creer semejante hecho.

Los dioses resplandecen |El Ángel| Donde viven las historias. Descúbrelo ahora