Se que en la foto no es Carlitos pero es para que se den una mirada de la mirada que pone en este capítulo. ah y sus ojos verdes<3
Maratón 1/5.
"NO todo lo que brilla es oro."
El grito agazapante de su progenitor le erizó cada bello de su piel como no lo hubiese querido, metió la electricidad constante de la incomodidad bajo cada arteria de su cuerpo, y sin embargo, sus gestos gatunos y ágiles lograron disimular la molestia. Su rostro espeso en emoción alguna le regaló al hombre, una afirmación de que así lo haría, dándole el si.
Así fue como terminó volviendo de prepo al ajetreo escandaloso y asfixiante de la escuela, su madre le preparó el uniforme con la misma fragancia que siempre solía brindarle a su camisa en especial, y fue lo que a él le inundó el olfato con ligereza, haciendo que el último empujón para pisar de nuevo el establecimiento, sea más fácil.
El ruido sonoro de las máquinas le inundaban la piel, le revolvían con ligereza los rulos, que se le llenaban del polvo sucio del piso poco cuidado, el espesor del filo en sus manos le pesaban haciéndolo sentir a gusto con ese vaivén que se sentía como una ametralladora dándole poder.
Su máquina, antigua y de color indefinible, se frenó de golpe, haciéndolo retroceder con molestia, un leve raspón en su muñeca nació y lo obligó a soltar el tuvo de inmediato. Hizo un quejido y se llevó la mano sana a la herida.
Se quitó los anteojos especiales y se paró intentando remediar los ajustes, y fallando. Se giró entonces hasta su profesor, aquel anciano que solía tener el cabello teñido siempre de negro, lo divisó al fondo de todo, en el extremo de un viejo pizarrón.
—Profesor, la máquina se trabó.
El viejo antipático apuntó la vista afilada hacia él, enderezó sus lentes diminutos y se ajustó la corbata, hizo una mueca de disgusto y volvió a su primera postura.
—Es parte de su trabajo saber usarlas Robledo, pruebe volver a encenderla por su cuenta.
Bufó disimulado hacia su autoridad y le hizo una mala cara sin que este pudiera notarlo, pero inmediatamente su rostro volvía a salpicarse de serenidad una figura de posaba tras él.
—Deja, que yo te ayudo.
La voz asimétrica y clara lo hicieron girar lentamente, encontrándose con la apariencia conocida de un chico un poco más alto que él, morocho de cabellos casi a los hombros. Éste no deparó mucho en mirarlo y fue de inmediato hacia la máquina.
—Mira, veni.—le pidió y obedeció, colocándose de lleno frente a la antigua máquina de herrería. Miró con atención como lo hacía y sonrió.
—Parece muy fácil.—dijo cuando oyó el sonido nuevamente crearse y retomar.
Los gélidos dedos del joven se posaron sobre los de él, le arrebató la mano sin preguntar y la dirigió hacia el interruptor del artefacto. Carlitos sonrió aún más ante el descubrimiento, aportó una mano sobre el hombro del desconocido y la imagen se volvió bizarra y tétrica para unos ojos pardos que observaban atentos desde lejos.
—La próxima que te pase, me decís a mi, que el viejo éste es un forro.—le dijo. Deparando en su vista, el rubio notó que sus ojos eran marrones profundos, muy oscuros, como no eran ni los suyos ni los de Ramón.
El color inmediato de lo prohibido le hizo ruido en la sien y el cosquilleo se volvió eterno, casi una aparición constante que se recobró cuando sintió un peso sobre el hombro izquierdo, luego hizo hincapié de que alguien más se unía abrazándolo por detrás.
—Hola Ramón.
Lo saludó el joven de cabellos negros y lacios, mirándolo por sobre el hombro de Carlitos. El nombrado le devolvió la mirada cargada de algo inexplicable para la situación, y el rubio encorvó una sonrisa tibia.
—Hola Luis, ¿Tan rápido terminas ahora la tarea? Cuando siempre fuiste una tortuga...—su voz quedó explayada en los ojos del morocho que lo observaba desafiante.
El rugir frío de ambas miradas hicieron eco en los oídos del rubio que les prestaba total atención, aún siendo apresado por el fuerte brazo de Ramón.
—No la terminé. Vine a ayudar a Carlitos, a veces es mejor hacer las cosas de a dos ¿O no?—le respondió el otro. Con un nudo notable en la voz y la mandíbula tiesa.
La tensión se hizo inquietante, pero la batalla de sus ojos no paró. Cuando Carlitos quiso codearlo, el morocho ya lo había soltado, alejándose rápidamente. Lo próximo que vió cuando caminó hacia Luis, sin interrumpir la guerra de miradas, sin tambalear ante el clima cortante, sus cejas se tornearon para acompañar a sus ojos que de poder, matarían en ese momento.
—Raja si no queres que te surta como la última vez.—le susurró. Atajando la mirada seria de Carlitos posarse sobre su espalda.
Luis sonrió y negó divertido. Había perdido. No merecía caso seguir revolviendo entre ese recuerdo que aún había dejado las cosas demasiado turbulentas entre los dos, le golpeó levemente el pecho con la palma de la mano, y se alejó.
Un segundo bastó para arrancarle una última mirada a la figura de oro que ofrecía Carlitos, allí parado frente a él, con el traje azul oscuro ligeramente sucio y los rulos revueltos. Los labios entre abiertos y su eterna mirada de sed con la vida. Le sonrió antes de alejarse y las mejillas del rubio brillaron bajo todo el polvo que había en ellas.
Ramón contuvo el puño con fuerza. Quedando perplejo, no le bajó sin embargo los ojos de encima hasta verlo desaparecer entre los demás presentes y las gigantes máquinas, el ruido del taller ensordecía los pensamientos y también los de él.
—¿Viste como te miraba el gil de mierda? ¡A la salida le bajo todos los dientes!—le susurró sin poder contenerse demasiado.
—¿Sos loco? Mira como te miran—le dijo serio, sin ninguna pizca de gracia.—Además, ¿ahora de repente te me haces la parejita?—le escupió.
Ramón lo miró aún más confundió, claramente el circo que había montado recién no le había caído nada bien al rubio. Pensó un momento, mientras tenía la mirada seria puesta en él.
Carlitos no le presto más atención y chisto molesto para volver a su máquina, la que había permanecido encendida desde hacía tiempo. Pero los ojos verdes del morocho no tardaron en deparar en la sangre que se escabullía entre sus guantes desde su muñeca. Se acercó tomándole la mano y la examinó mientras él de rizos se dejaba, aún con cierta ira.
—¿Te duele?—le preguntó. Amable. Con notorias ganas de devorarlo ahí mismo, con herida y todo.
Se alegraba de tenerlo más tiempo consigo en la escuela, pero aún así poder contenerse no era la tarea más linda que debía aguantar, intentaba pensar en otra cosa mientras los labios carnosos del menor se le cruzaban todo el tiempo en sus pensamientos.
—No.
—¿Queres que salgamos al baño? Yo le digo al profe—
—No, volvé a tu máquina. Después te quejas de que no aprobas.—le respondió cortante. Mientras se deshacía del contacto y se revolvía ellos rulos, aún con la sangre latente en su guante.
Ramón bufó molesto y salió disparado a su máquina, para pasar el resto de la hora pensando en una estrategia para desenfadar al rubio.
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Los dioses resplandecen |El Ángel|
Fanfic-El Diablo es rubio. Y en sus azules ojos, se encendió el amor. Con sus calzones rojos, el diablo me parece encantador. -Pensar que alguna vez fui un bebé.- -Y ahora sos un hijo de puta.