Capítulo 2 : Su nombre endulzado

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Su voz fue inconfundible. Dejó a Ramón inquieto, lo reconoció desde lejos oyéndolo, se sintió medio idiota escondiéndose en el pasillo para escuchar más, pero aún así lo hizo. Con la contradicción de que se las cobraría al otro a como de lugar, y no claro que no, no era porque quería verlo otra vez.

—Carlos, ¿me podría decir porque se fue ayer sin antes esperarme a mi?—le habló una mujer. El morocho la reconoció como la voz de la directora.

—No me podía quedar, ni yo tenía ganas de verla ni usted a mi así que...—le respondió él con una tranquilidad que le causó gracia a Ramón.

Ese personaje...—susurró.

No pudo oír cuando la conversación se acabó, debido a las voces mezcladas de varios alumnos que pasaron por allí. Así, cuando quiso cerciorarse de si ambos seguían ahí, se encontró con unos cabellos rizados frente a su nariz. Lo miró con seriedad cuando supo de quién se trataba. A pesar de tener el pelo largo y sobre parte de la cara, el gran moretón que él mismo le había dejado un día anterior, era imposible de disimular. Aún así, a Ramón le extrañó que su rostro se viera tan sereno, no parecía enojado.

—Te estaba buscando.—le dijo como si nada, notó la gran dimensión de sus labios y el color fuerte en ellos. Parecían pintados con labial, aunque claramente no lo estaban.

—¿Otra vez me queres hacer enojar confite?—le respondió Ramón con cara de pocos amigos.

—No, te traje un regalo.—habló tan amigable que a Ramón se le saltaron los cables, no entendía a este tipo tan extraño. No tuvo remedio que seguirlo como le indicó con un gesto de cabeza, al parecer lo dirigía al baño.

Detrás de él fue cuando notó el cigarro en su oreja, ¿Había hablado con la directora sin molestarse en esconder el pucho? Ahí comprendió que éste tipo le gustaba, era como él, no sabría deducir si también venía de una familia de delincuentes, pero su apariencia no lo decía.

—¿En qué año estás?—Tuvo la curiosidad y le preguntó sin más. El de rulos no respondió.

En lugar, sacó un disco de su chaqueta azul correspondiente al uniforme, era de un cantante que al morocho le fascinaba. Lo agarró con sorpresa y luego lo vió sacar otra cosa de su bolsillo. Un encendedor que tenía varios detalles en piedra, parecía muy caro.

Ramón sacó un cigarro de su bolsillo y probó aquel encendedor. —Gracias...—le dijo una vez que estaba prendido.

—De nada.—respondió con una sonrisa sin mostrar los dientes, el de rulos se separó de él para posarse frente al espejo.

Fue cuando Ramón lamentó un poco haberle pegado con tanta ensaña, pero el sentimiento se le escapó al ver las facciones de Carlitos sobre el reflejo de la Luz sobre el gran espejo.

—Sos lindo rubio he.—admitió, quizás algo embobado por la presencia y la sensación extraña en la panza, nunca creyó halagar a otro hombre de esa forma. Pero la belleza del pibe era imposible de dejar pasar por alto.—me haces acordar a una novia que tuve.—mintió. Nunca había salido con una novia parecida a él. Pero tuvo el impulso de tirar la frase.

—El disco quédatelo también.—Le respondió sin embargo el de rizos con poco interés en el halago. Eso por alguna razón lo dejo con ganas de algo más a Ramón, pero no podía descifrar que.

—¿Sos nuevo acá no?—le preguntó después de un rato, cuando fueron saliendo por el pasillo. Pero Carlos siguió sin responder. A Ramón en cierta forma lo incomodaba no tener ningún dato de él, pero por otro lado no podía imaginarlo de otra forma.—¿Robaste algo grande alguna vez?—le preguntó, esperando que si contestara.

Los dioses resplandecen |El Ángel| Donde viven las historias. Descúbrelo ahora